Cambio climático ¿Crónica de una tragedia anunciada?

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Cambio climático ¿Crónica de una tragedia anunciada?

Juan Carlos Gómez Rojas

Juan Carlos Gómez Rojas[1]

A mediados de la década de los ochenta del siglo pasado, la idea de que la temperatura media del planeta se estaba incrementando era cada vez un tópico frecuente entre los especialistas, entre ellos, los geógrafos. Ya entonces se sabía que el clima (serie habitual de estados de tiempo que caracterizan un lugar) no era sólo un proceso natural, sino que la mano humana pesaba sobre él; las ciudades, particularmente las mayores y más industrializadas, eran analizadas como “clima urbano”; la contaminación atmosférica, la isla de calor, la lluvia ácida y otros fenómenos semejantes con sus respectivas secuelas en el bioconfort, como las enfermedades respiratorias y cardiovasculares, eran ya tema común.

Entonces, dos grandes investigaciones que reunieron datos meteorológicos de todo el mundo lograron corroborar lo que ya se sospechaba: la superficie planetaria incrementaba su temperatura conforme se rompía el balance radiativo Sol-Tierra por incrementarse los gases de efecto invernadero (GEI) que, normalmente, regulan las temperaturas y posibilitan la existencia de todas las formas de vida. De ahí, el interés científico de evaluar cómo se desarrollaría ese calentamiento global y los posibles efectos a que diera lugar, pronto vio que las consecuencias no sólo afectarían al propio clima (como conjunto de elementos termodinámicos y acuosos), ni a sólo el entorno físico-biológico, sino también al ser humano en todas sus dimensiones.

Los modelos climáticos globales, las proyecciones de dióxido de carbono (CO2, considerado el principal gas de efecto invernadero) y los posibles escenarios sociales han dado muestra del peligro que se cierne sobre los ecosistemas biológicos y la sociedad humana, su economía y los estados. Es por eso que la ONU creó el Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC) y reuniones internacionales como las Conferencias de las Partes (COPs), la última realizada recientemente en Glasgow. Hoy en día, se ha determinado que, de continuar el incremento de temperatura global a más de 1.5 °C para el 2050, difícilmente será posible ya detener dicho proceso por las futuras generaciones, con resultados nada halagüeños tanto para el planeta en general, como para la sociedad humana en particular.

Observando transformaciones

 

«El calentamiento global ha llamado la atención en cuanto a sus consecuencias no sólo en el ámbito físico, sino también en los ámbitos demográficos, económicos y políticos».

 

Todos los organismos, plantas y animales, se distribuyen sobre la superficie terrestre conforme a su propio patrón de adaptación, es así que los diferentes ecosistemas vegetales y animales, tales como la selva, un bosque de coníferas o los casquetes polares, así como toda la variedad de animales que contienen, se ubican dentro de determinado rango de temperaturas y suelen presentarse en asociaciones ecosistémicas, lo cual significa que su existencia sólo es posible bajo determinadas condiciones climáticas; sin embargo, desde los años ochenta del siglo pasado, surgió entre los climatólogos la preocupación acerca de que las actividades antropogénicas estuvieran modificando la temperatura a escala planetaria y no sólo en las grandes ciudades, donde ya se apreciaba que se presentaban como “islas de calor”; en ese sentido, dos grandes estudios a escala planetaria basados en el análisis de los registros de temperatura, uno de ellos fue dirigido por Philip D. Jones y Tom M. L. Wigley, investigadores de la Universidad de East Anglia en Norwich, Inglaterra, y el otro estudio, dirigido por Thomas R. Karl de la National Climatic Data Center de los Estados Unidos, determinaron que si existía un aumento de temperatura de la superficie del globo en un promedio de 0.5 °C respecto al siglo anterior (1880-1980), la pregunta obvia es ¿Cuál es la causa de dicho incremento?

Pues bien, se sabe que la vida en el planeta es posible gracias a la existencia de gases de efecto invernadero o gases traza que se encuentran en el límite superior de la tropósfera, a unos 10 km de la superficie terrestre, el dióxido de carbono (CO2), ozono (O3), óxidos de nitrógeno (NOx), metano (CH4), clorofluorocarbonos (CFC),  hacen posible que la radiación reflejada del suelo se mantenga en equilibrio con la radiación solar entrante, el llamado balance radiativo; de no existir esos gases, el calor emitido por la superficie terrestre se perdería hacia el espacio exterior; entonces, el aumento de temperatura está en función de un incremento de los gases de efecto invernadero. De esta manera, hacia “1880 el bióxido de carbono representaba 290 partes por millón (ppm), mientras que para 1989 llegó a las 352 partes por millón, lo que representa poco más de veinte por ciento de aumento.[2]

De manera natural, los GEI pueden incrementarse por la actividad volcánica, entre otras causas, pero también las actividades humanas, industriales y los procesos de combustión interna de máquinas y automotores emiten CO2 y otros gases. De esto se deduce que, a partir de la Revolución industrial, se han ido incrementando dichas emisiones. Asimismo, estudios de CO2 contenido en burbujas de hielo que datan precisamente de las épocas de glaciaciones, entre los 10,000 hasta hace 350 años, demuestran que el CO2 estuvo en 260 ppm.[3]

Sin embargo, no solamente el crecimiento urbano y los procesos de combustión interna, causados por la industria y los automotores, producen gases de efecto invernadero, la agricultura y la ganadería también emiten gases de efecto invernadero como el metano, ya que el cultivo de arroz contribuye con un 35%, el excremento del ganado con el 25% y otros residuos de animales suman un 12% más.[4]

La deforestación y los incendios forestales son otros factores importantes para el calentamiento global.

La quema de bosques y praderas en la sabana de las regiones tropicales y subtropicales, para crear pastizales o zonas de cultivo, origina grandes cantidades adicionales de monóxido de carbono, metano y óxidos de nitrógeno. Además, el suelo descubierto después de talar los bosques emite óxido nitroso, como lo hacen también los fertilizantes ricos en nitrógeno que abonan los campos.[5]

Ahora bien, el calentamiento global ha llamado la atención en cuanto a sus consecuencias no sólo en el ámbito físico, sino también en los ámbitos demográficos, económicos y políticos. Ya en la década de los ochenta, Stephen H. Schneider[6] predecía la llegada de un efecto dominó causado por el calentamiento global en que los ecosistemas naturales, que sufrirían graves afectaciones, no sólo en su vegetación y fauna, sino también en sus elementos abióticos (agua y suelo), mientras la población humana se vería afectada por eventos meteorológicos extremos como sequías y huracanes, provocando escasez de alimentos y hambruna, disturbios sociales y movimientos migratorios; las actividades económicas (agricultura, ganadería, silvicultura, pesca e industria) estarían más vulnerables y, en lo político, podrían suscitarse conflictos territoriales e inestabilidad.[7] Ante tal situación, el calentamiento global dejaba de ser un problema de climatólogos para pasar al campo de los científicos sociales.[8]

Por su parte, la FAO pronosticaba un aumento de temperatura entre 0.5 y 2 °C para el 2030, pero desigual para las diferentes regiones del planeta, mayor hacia el Ártico y menor hacia las regiones intertropicales; alteraciones en las precipitaciones, más intensas en las zonas tropicales húmedas y en las latitudes medias, alterando la relación suelo-agua (precipitaciones-evapotranspiración) en las principales zonas cerealeras de ambos hemisferios, por lo tanto, afectaciones en la producción de alimentos, a la par que alteraciones en la cobertura nubosa que a su vez afectaría el balance radiativo y la eficiencia fotosintética de la vegetación y, por último, elevación del nivel del mar afectando islas, zonas costeras y deltas fluviales y ecosistemas pantanosos.[9]

Lo que hace treinta años se planteaba, hoy es toda una realidad, las emisiones de CO2 alcanzan ya las 400 ppm,[10] que representan un aumento de la temperatura de 1.2 °C, respecto al periodo preindustrial. Las sequías, huracanes, tornados y olas de calor son cada vez de mayor recurrencia, en los meses de cada año se reportan cada vez temperaturas récord, los golpes de calor se presentan con más frecuencia y en períodos más largos. En este verano, en Houston, se alcanzaron los 43 °C e, incluso, en lugares más insólitos como en Vancouver, donde las temperaturas rondaron los 40 °C (sin embargo, responde a la lógica de mayor calentamiento hacia el Ártico); a la par, cada vez es mayor la cantidad de emigrantes, no solo por conflictos políticos, sino también a causa del calentamiento (caso de los migrantes hondureños que padecieron dos huracanes casi seguidos y perdieron cosechas y viviendas); el modelo de desarrollo económico globalizador es cada vez más voraz y reclama cada vez más recursos, en la agricultura, la ganadería y la pesca. Con recursos como el suelo, el agua se contamina más alejándose de un modelo agroecológico[11] y sustentable.

Modelos de pronóstico

 

 

En función al incremento del CO2, es posible, a semejanza de los pronósticos de tiempo, establecer proyecciones, modelos y escenarios futuros de cambio climático; sin embargo, es una tarea muy compleja porque no se basa en un mero manejo estadístico, sino, más bien, en la incertidumbre que se emplea en la teoría del caos.

La meteorología utiliza modelos probabilísticos, también llamados dinámicos no lineales, que parten de la idea del “efecto mariposa” (“El aleteo de una mariposa en China puede causar un huracán en el Caribe”), o sea que, dentro de un sistema cualquier variable, por pequeña que sea, puede modificarlo. En un sistema no lineal, que es de lo más común aun en la vida diaria, existe un aparente desorden o sistema irregular muy difícil de pronosticar en su situación futura por la carga de incertidumbre, más no por ello carece de leyes y reglas que permitan prever su comportamiento, por lo que se dice que hay un caos determinístico.

Edward Lorenz descubrió, al tratar de hacer un pronóstico meteorológico, que los resultados del mismo variaban según los dígitos que diera a su programación, de tal forma que el pronóstico[12] variaba; de manera muy sencilla y simple lo podemos ejemplificar de la siguiente manera:

2 x 1 x 3 = 6 ≠ 2.1 x 1.2 x 3.3 = 8.316 ≠ 2.14 x 1.25 x 3.33 = 8.9077

Como se ve, en un entorno aritmético sencillo podemos ver diferencias si utilizamos números enteros solamente o si les agregamos dígitos. Otra forma de apreciar el origen de esta separación caótica se puede ejemplificar con algo que seguramente todos hemos podido experimentar: consideremos dos corchos que se dejan muy juntos en la corriente de un río, al principio permanecen muy cercanos, pero conforme avanzan en la corriente toda una serie de obstáculos los van separando cada vez más (comienzo de un régimen caótico). Sin embargo, en el sistema dentro del cual se mueven los cauchos, su atractor es el propio cauce del río.

Es decir, que tendremos cierto abanico de probabilidades al realizar toda una serie de pronósticos posibles dentro de un sistema dinámico, que se establecen mediante ecuaciones o algoritmos matemáticos que imitan la separación exponencial que se genera conforme evoluciona el sistema, en este caso, el climático; de tal manera que los modelos climáticos, que se vienen realizando desde hace unos treinta años, van siendo actualizados con nuevos datos de temperatura, de tal suerte, que los pronósticos de calentamiento global son cada vez menos inciertos.

De esta manera, hoy en día, la Organización Meteorológica Mundial (WMO, por sus siglas en inglés) no sólo considera al clima como parte de la atmósfera, sino de una manera más amplia y compleja, llamado sistema climático, ya que se deben incluir todos los elementos que lo conforman por lo que a la atmósfera se le agrega la hidrósfera (básicamente los océanos), la criósfera (casquetes polares y glaciares), la litósfera (continentes e islas), y la biósfera (mundo animal y vegetal). Como se podrá apreciar, tenemos un sistema mucho muy complejo y con muy diversas escalas físicas, biológicas y químicas, por mencionar algunas. Si de por sí es difícil establecer con toda precisión las interacciones de este sistema para el presente, mucha más incertidumbre se presenta para pronosticarlo a futuro. Sólo sabemos lo que realmente sucederá cuando las cosas lleguen a su fin. 

Así, con la teoría del caos determinístico descubierta por Lorenz, ha sido posible establecer ese abanico de posibles escenarios de cambio climático porque, a pesar de todo, un sistema caótico complejo tiende a autorregularse en cierta estructura (Teoría de la autoorganización o de la emergencia); de ese modo, se han elaborado modelos de circulación general (MCGs), proyecciones de CO2 y escenarios sociales que han permitido evaluar la situación y definir políticas internacionales a seguir. 

El Acuerdo de París

Ya para el 2015, fue posible definir el grado de calentamiento global conforme al cual el asunto sería irreversible. En la COP21, 190 países firmaron el Acuerdo de París,[13] la meta global ha sido no rebasar los 1.5 °C para el año 2050, aunque actualmente estamos a 0.3°C de alcanzarlos, lo cual implicaría a la vez neutralizar los gases de efecto invernadero, por lo que habría que reducir las emisiones de CO2, de tal manera que el Acuerdo considera pasar del uso de energías fósiles a energías limpias (eólica, solar, mareas y demás). Además, cada parte (país) se ha comprometido a informar cada cinco años al respecto; entre los acuerdos, también se contempla que cada país destine hasta un 3% del PIB para lograr sus metas ante el calentamiento, por lo que deben fortalecerse las medidas de adaptación y resiliencia junto con reducción de la vulnerabilidad ante el cambio climático. Por esto, los países desarrollados son obligados a apoyar a los menos desarrollados, la cooperación internacional debe alcanzar los 100,000 millones de dólares anuales destinados a revertir el cambio climático a partir de 2021 y deberá incrementar hacia 2025. En virtud de que los bosques son sumideros que atrapan el CO2, el Acuerdo reconoce favorecer los mecanismos de mercado (bonos verdes) que cada país considere necesarios.

Asimismo, las partes se comprometen, en el Acuerdo de París, a crear un marco de transparencia (sistema de presentación de información y revisión de calidad la misma), ante el resto de las 190 partes del Acuerdo, con lo cual se crea un marco jurídico vinculante entre las partes.

De rebasarse el 1.5 °C, se considera que ya no será posible detener el calentamiento planetario, la idea de un desarrollo sustentable, en que las actividades y consumo de recursos actuales no comprometan a las generaciones futuras, está implícito en esa meta; es por eso, que las reuniones COP, como la más reciente COP26 de Glasgow, procuran llegar a acuerdos internacionales que vayan en esa dirección; sin embargo, no ha sido posible ver avances significativos respecto al Acuerdo de París y, además, el Secretario General de la ONU señaló que hay que entrar a “un modo de emergencia” para abatir el CO2 y dejar de subvencionar a los combustibles fósiles y cumplir el compromiso de invertir los 100,000 millones de dólares anuales de financiación por parte de los países desarrollados, ya que solo 5 países del G20 han dedicado recursos; asimismo, en Glasgow 120 países, entre ellos México, se comprometieron a detener y controvertir la deforestación para el 2030.[14]

México ante la incertidumbre

«México está lejos de cumplir con su parte en la lucha contra el cambio climático, el uso de energías basadas en combustibles fósiles no está disminuyendo.»

México ha formado parte tanto del IPCC como de las COPs. En tal sentido, se adhirió a los Acuerdos de París comprometiéndose jurídicamente a la lucha contra el cambio climático, de ahí que se hayan establecido leyes que la enmarquen, así como un organismo e instituciones que realicen investigaciones e informes al respecto. Es importante señalar que la UNAM ha sido un puntal al respecto debido a que, ya desde hace más de 30 años, el Centro de Ciencias de la Atmósfera, el Instituto de Geografía y el Instituto de Geofísica, entre otros, comenzaron a hacer investigaciones al respecto, así como en el ámbito docente también se procedió en consecuencia, caso del propio Colegio de Geografía de la FFyL.

En consonancia con el Acuerdo de Paris, el país se ha comprometido a reducir sus emisiones de GEI, por sectores, de la manera siguiente: el sector transporte en 18%, el sector de energía eléctrica 31%, residencial y comercial 18%, petróleo y gas 14%, industria 5%, agricultura y ganadería 8%.[15]

Sin embargo, pese a los esfuerzos y recursos invertidos, los resultados parecen magros. Si no es que la problemática ambiental, la situación social y económica y las decisiones políticas dejan mucho que desear, si bien, se ha instaurado el Inventario Nacional de Emisiones de Gases y Compuestos de Efecto Invernadero (INEGyCEI) que realiza el Instituto Nacional de Ecología y Cambio Climático (INECC), para 2015, se alcanzaron 683 millones de toneladas de dióxido de carbono equivalente (MtCO2e), 54% más de las emitidas en 1990, o sea, que cada año hay un aumento algo superior al 2%, cuando en el Acuerdo de París, México se comprometió a disminuir dichas emisiones en un 22% para el 2030.[16]

Para 2019, la producción de energía eléctrica liberó a la atmósfera 74 millones de toneladas de emisiones contaminantes (en general). Si bien la Ley de Transición Energética obliga a que en 2024 el 30% provenga de energías limpias y eficiencia energética y el objetivo para 2050 es que sean el 50%; si bien el uso de energías limpias ha comenzado, en 2014 se extendieron los primeros Certificados de Energías Limpias (CEL) para que las primeras centrales de ese tipo comenzaran a funcionar; sin embargo, el gobierno actual pretende una reforma energética que limite la participación de empresas privadas en la producción de electricidad, particularmente en energías limpias. De hecho, se propone no extender ya más CEL y, en cambio, la Comisión Federal de Electricidad (CFE) se encargará de la mayor parte de la generación eléctrica, aun echando a andar plantas que trabajaban con GEI, con lo cual México incumplirá su compromiso de invertir en energías limpias.[17]

En cuanto a aprovechar los bosques y selvas, tanto templados como tropicales, como sumideros de CO2, aun comercializando bonos verdes, no parece tampoco factible, ya que las cifras de deforestación varían año con año y de una fuente a otra: según la FAO, México ocupa uno de los primeros lugares en tasas de deforestación en el mundo. Los rangos de las tasas de deforestación fluctúan entre 75,000 ha/año a cerca de 1.98 millones ha/año. Las estimaciones oficiales muestran una pérdida de vegetación arbolada en los últimos años de cerca de 1.08 millones de hectáreas por año, cifra que se reduce a 775,800 ha/año si solo se consideran bosques y selvas.[18]

Por su parte, la Comisión Nacional Forestal (CONAFOR), organismo oficial que debe informar a la ONU y conforme al Acuerdo de París, al respecto, estima que en el periodo 2001-2018 se perdieron en promedio 212,070 ha al año. El valor mínimo de deforestación ocurrió en el año 2001 (79,672 ha) y el máximo en 2016 (350,298 ha). El comportamiento de la deforestación bruta muestra una tendencia general creciente desde el año 2001 hasta 2016, con un pico máximo en este último año. Después del año 2016, se observa una tendencia decreciente, arguye la CONAFOR.[19]

Como se puede apreciar, aunque las cifras no coinciden, México presenta un grave problema de deforestación, por lo que sus bosques no están siendo aprovechados activa e intencionalmente para combatir el cambio climático y sí, en cambio, al quedar el suelo descubierto acentúa las temperaturas.

Por último, vale la pena presentar otro problema que enfrenta México respecto al cambio climático: el referente a la autosuficiencia alimentaria. Una vez  más, encontramos aquí paradojas y contradicciones; si bien, la situación es compleja y la relación población- producción de alimentos no debe tener un enfoque malthusiano, tampoco se puede ignorar el problema de la pobreza y el hambre, particularmente porque la política neoliberal, desde la década de los ochenta y con el Tratado de Libre Comercio con los Estados Unidos y Canadá, apostó por comprar los productos de la llamada canasta básica (alimentaria) a estos nuevos socios, abandonó las políticas de apoyo al campo, desapareció el ejido al otorgar el título de propiedad a los ejidatarios con el fin de acabar con el minifundio y “crear nuevas unidades de producción y, con el dinero de las exportaciones agrícolas comprar maíz y demás productos alimenticios” (plática con Carlos Hank González, entonces Secretario de Agricultura), dando paso a mayor producción de productos agrícolas ´funcionales’ como los frutos rojos (fresa, zarzamora, arándano y frambuesa y aguacate; que tienen alto valor para la salud, pero que no necesariamente forman parte de los granos que la mayoría de la población consume).

Si bien, México es el 12° productor de alimentos a nivel mundial, según datos del Senado de la República,[20] importamos 95% de soya, 85% de arroz, 56% de trigo, 55% de maíz, 30% de frijol, 40% de carne de res y puerco y ocupamos el primer lugar internacional como importadores de leche en polvo; la misma fuente señala que, según la FAO, 1 de cada 7 habitantes del planeta padece hambre (14.28%). En México, es 1 de cada 4 mexicanos, o sea el 23.6% de la población.

Los datos arriba señalados coinciden con los del Coneval que señala que, en 2020, 28.6 millones del total de la población estaba en pobreza extrema alimentaria y, en general, 43,9% de la población vive en la pobreza (en cuanto a servicios de salud, educación, vivienda y alimentación), esto es 55.7 millones de personas, la mayoría de las cuales vive en zonas rurales, el 75% de los cuales son indígenas rurales, lo que se supondría que esa población cultiva sus propios alimentos, lo cual no es así.

De ese modo, las áreas cerealeras del mundo, entre ellas las de México, verán mermadas su producción, ya que los cultivos se adaptan a toda una serie de aspectos climáticos, no sólo temperatura (rangos medios y óptimo), precipitaciones (que se vuelven cada vez menos regulares y más intensas), evapotranspiración de suelo y plantas (que disminuye), humedad atmosférica (en aumento) y la propia radiación solar (cuya intensidad aumenta perjudicando la fotosíntesis), con lo cual se viene perdiendo la adaptación en los cultivos; así, en el Huerto Fenológico del Colegio de Geografía, donde desde hace 35 años se realizan cultivos como el maíz, hortalizas y frutales, se ha venido observando un desfasamiento de los cultivos y menores rendimientos en algunos casos como el maíz y la desadaptación de otros, particularmente los que requieren frío invernal (duraznero, manzano y otros); si bien, es posible pensar en reconversión de cultivos, resiliencia y mitigación de daños, por eso el IPCC ha venido insistiendo en acrecentar las investigaciones clima-cultivo,[21] en México, este tipo de estudios no son los comunes que debieran, ya que el énfasis en el campo se ha puesto más en la tecnificación, caso de la Revolución Verde, que produjo mayores rendimientos, a la vez, contaminó el suelo y el agua (agroquímicos), pero se alejó de una relación menos perjudicial como la Agroclimatología y Agroecología. De tal suerte que, mientras la producción de alimentos seguirá disminuyendo y habrá que importar, si es posible una mayor cantidad de los mismos, seguramente, será en un mercado cada vez más incierto para una población cada vez mayor.

En conclusión, México está lejos de cumplir con su parte en la lucha contra el cambio climático, el uso de energías basadas en combustibles fósiles no está disminuyendo, se quiere dejar de apostar por energías limpias, como en el caso de la energía eléctrica y la construcción de la refinería de Dos Bocas para el caso de gasolinas; la deforestación en bosques, selvas templadas y tropicales no se detiene y ni siquiera se tienen datos confiables al respecto, de tal manera que se ve difícil de revertir el cambio climático que, a la par, traerá efectos nocivos en la actividad agrícola y, en consecuencia, habrá un aumento de la población que padece hambre.


Notas

[1] Profesor Titular “C” de tiempo completo. Adscrito al Colegio de Geografía, FFyL. Líneas de investigación: Agroclimatología, pensamiento geográfico y geografía cultural. Ha sido presidente de la Sociedad Mexicana de Agroclimatología y de la Academia de Agroclimatología de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística. Decano de la asignatura de Agroclimatología en la licenciatura y el Posgrado en Geografía, asesor de la SEDESOL en materia de Agricultura sustentable. Editor de los portales WEB <www.huertofenologico.filos.unam.mx> y <www.observatoriometeorologico.filos.unam.mx>.

[2] Idem, p.68.

[3] Un artículo que hace un recuento histórico de la química atmosférica y, entre otras cosas, señala la presencia del CO2 en burbujas del hielo de las glaciaciones es el de Thomas E. Graedel et al. “Una atmósfera cambiante” Revista Investigación y Ciencia.

[4] FAO. Los cambios climáticos y las actividades agrícolas, forestales y pesqueras, Documento expositivo de la FAO.

[5] Idem.

[6] Jefe del Programa Interdisciplinario del Sistema Climático del Centro Nacional de Investigación Atmosférica de los Estados Unidos, quien llegó a presentarse ante el Congreso de su país para hablar de las consecuencias del cambio climático: Stephen H. Schneider, “Un clima cambiante”, en Revista Investigación y Ciencia.

[7] En este sentido, se puede consultar Juan Carlos Gómez Rojas, “Cambios climáticos ¿Cambios políticos?”, en El Universal, sección Cultural, 16 de febrero de 1990.

[8] Al respecto había dudas sí, ¿efectivamente se estaba dando un calentamiento global? Lo que inició un debate científico, cf. Samuel W. Matthews, ¿“Is our World Warming?”; Robert M. White, “The Great Climate Debate”.

[9] FAO, Op. Cit.

[10] El autor de este artículo ha realizado mediciones del CO2 para el sur de la Ciudad de México, donde ya se alcanzan las 440 ppm, mientras que el incremento de la temperatura es, en promedio, de 0.5 °C por década (1963-2020), claro está que se debe considerar el hecho de que se trata de clima urbano, estos datos se han venido reportando en el Boletín Agroclimático (mensual) para el sur de la Ciudad de México [en línea]

<htpp://www.huertofenologico.filos.unam.mx >.

[11] Al respecto, la revista Scientific American de noviembre de 2021 reporta como el calentamiento global ha incrementado el vapor de agua, que es el ‘combustible’ de los huracanes, cada vez más intensos, así como de las precipitaciones que están causando mayores inundaciones en el mundo; a la vez, el aumento vapor de agua hace que la transpiración en los seres vivos disminuya, en los humanos más calor y menos transpiración altera el equilibrio homeostático y las olas de calor de mayor duración, por encima de los 38 °C están provocando, cada vez,  un aumento en la mortalidad. Jennifer A. Francis. “Vapor Storms”, en Scientific American.

[12] Es por eso que cuando se pronostica la llegada de un huracán a tierra se elaboran varios pronósticos y el que ocupa el centro del cono de proyecciones es el que se considera más probable.

[13] Cf. Sobre el Acuerdo de París, [en línea]

<https://unfccc.int/files/meetings/paris_nov_2015/application/pdf/paris_agreement_spanish_.pdf >.

[14] Cf. Sobre los logros en la COP 26 de Glasgow, [en línea]

<Cuatro logros clave de la COP26 | CMNUCC (unfccc.int)>.

[15] “INECC reitera su compromiso ante el Acuerdo de París con rutas de mitigación al cambio climático”, [en línea]

<INECC reitera su compromiso ante el Acuerdo de París con rutas de mitigación al cambio climático | Instituto Nacional de Ecología y Cambio Climático | Gobierno | gob.mx (www.gob.mx)>

[16] Inventario Nacional de Emisiones de Gases y Compuestos de Efecto Invernadero, [en línea]

<https://www.gob.mx/inecc/acciones-y-programas/inventario-nacional-de-emisiones-de-gases-y-compuestos-de-efecto-invernadero>.

[17] Iniciativa que reforma y adiciona el artículo 27 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, suscrita por integrantes del Grupo Parlamentario de Movimiento Ciudadano, [en línea]

<http://sil.gobernacion.gob.mx/Archivos/Documentos/2021/10/asun_4227418_20211005_1633465159.pdf >.

[18] FAO. Informe Nacional de México sobre deforestación, [en línea] <https://www.fao.org/3/j2215s/j2215s04.htm>.

[19] “Resumen ejecutivo. Estimación de la tasa de deforestación bruta en México para el periodo 2001 2018 mediante el método de muestreo”, Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales-CONAFOR, 2019, [en línea]

<http://www.conafor.gob.mx:8080/documentos/docs/1/7767Resumen%20Ejecutivo%20Deforestaci%C3%B3n%202001-2018%20M%C3%A9xico.pdf>.

[20] “Iniciativa con Proyecto de Decreto de Ley General para el Derecho a la Alimentación y la Soberanía Alimentaria, Senado de la República, Información Legislativa de la Secretaría de Gobernación, [en línea]

<http://sil.gobernacion.gob.mx/Archivos/Documentos/2018/10/asun_3764613_20181025_1540469638.pdf >.

[21] En particular las de carácter fenológico, que son aquellas que relacionan el clima con las diversas etapas de crecimiento y desarrollo de las plantas (época de siembra, floración, fructificación, madurez y demás) que van acordes con la marcha del clima (época lluviosa, seca, meses cálidos, meses fríos, insolación, duración astronómica del día y demás).

 

 

Referencias

 

 

CONAFOR. “Resumen ejecutivo. Estimación de la tasa de deforestación bruta en México para el periodo 2001 2018 mediante el método de muestreo”, Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales-CONAFOR, 2019, [en línea]

<http://www.conafor.gob.mx:8080/documentos/docs/1/7767Resumen%20Ejecutivo%20Deforestaci%C3%B3n%202001-2018%20M%C3%A9xico.pdf >. [Consulta: 5 de noviembre 2021.]

 

CMNUCC. “Cuatro logros sobre la COP26”, [en línea]

<Cuatro logros clave de la COP26 | CMNUCC (unfccc.int)>. [Consulta: 10 de noviembre de 2021.]

 

_________ Acuerdo de París puede consultar, [en línea]

<https://unfccc.int/files/meetings/paris_nov_2015/application/pdf/paris_agreement_spanish_.pdf>. [Consulta: 10 de noviembre de 2021.]

 

FAO. Los cambios climáticos y las actividades agrícolas, forestales y pesqueras, Documento expositivo de la FAO, Segunda Conferencia Mundial sobre el Clima, Ginebra, 1990.

 

FAO. “Informe Nacional de México sobre deforestación”, [en línea] <https://www.fao.org/3/j2215s/j2215s04.htm>. [Consulta: 5 de noviembre de 2021.]

 

FRANCIS, Jennifer A. “Vapor Storms”, Scientific American, vol. 325, Number 5, November 2021.

 

JONES, Philip D. y Wigley, M. L. “Global warming trens”. Scientific American, Volume 263, Number 2, August 1990.

 

GRAEDEL, Thomas E. y Crutzen, Paul J. “Una atmósfera cambiante” Revista Investigación y Ciencia, Número 158. España, 1989.

 

GÓMEZ, Rojas, Juan Carlos. “El cambio climático mundial”. Climatología Aplicada, Boletín CLI. Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística- Sociedad Mexicana de Agroclimatología, México, 1991.

 

_______________ “Cambios climáticos ¿Cambios políticos?” El Universal, sección Cultural, 16 de febrero

de 1990.

 

INNEC. “INECC reitera su compromiso ante el Acuerdo de París con rutas de mitigación al cambio climático” presentada al Senado de la República. Sistema de Información Legislativa de la Secretaría de Gobernación, 2018, [en línea]

<INECC reitera su compromiso ante el Acuerdo de París con rutas de mitigación al cambio climático | Instituto Nacional de Ecología y Cambio Climático | Gobierno | gob.mx (www.gob.mx)>. [Consulta: 11 de noviembre de 2021.]

 

_________ Inventario Nacional de Emisiones de Gases y Compuestos de Efecto Invernadero, [en línea]

<https://www.gob.mx/inecc/acciones-y-programas/inventario-nacional-de-emisiones-de-gases-y-compuestos-de-efecto-invernadero>. [Consulta: 11 de noviembre de 2021.]

 

“Iniciativa con Proyecto de Decreto de Ley General para el Derecho a la Alimentación y la Soberanía Alimentaria, Senado de la República, Información Legislativa de la Secretaría de Gobernación, [en línea]

<http://sil.gobernacion.gob.mx/Archivos/Documentos/2018/10/asun_3764613_20181025_1540469638.pdf>.

 

“Iniciativa que reforma y adiciona el artículo 27 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, suscrita por integrantes del Grupo Parlamentario de Movimiento Ciudadano”, [en línea]

<http://sil.gobernacion.gob.mx/Archivos/Documentos/2021/10/asun_4227418_20211005_1633465159.pdf>.

[Consulta: 11 de noviembre de 2021.]

 

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