¿Educar el cuerpo en la virtualidad?

«2500 AD» by jaci XIII is marked with CC BY-NC-SA 2.0.

¿Educar el cuerpo en la virtualidad?

Georgina Ramírez Hernández

 

Georgina Ramírez Hernández[1]

 

La clave de la transformación posible, aunque todavía no probable, […] es que se asomen en el horizonte otros deseos, que anhelemos otras cosas.

    Rita Segato

 

 

En la actualidad, vivimos el reto de trasladar la vida cotidiana en general —y con ello una multiplicidad de prácticas educativas— al confinamiento y la virtualidad. La educación formal en esta modalidad, ya posicionada de tiempo atrás, trajo consigo una serie de cuestionamientos que tocan aspectos políticos, económicos, sociales y culturales determinantes en los procesos de formación, entre ellos se encuentra la condición del cuerpo y su lugar ante el distanciamiento físico y social. A ello, se une la incertidumbre sobre su papel en la salud y cómo enfrentamos una crisis de esta magnitud desde nuestra corporeidad.

Con esta realidad, nace la inquietud por pensar los condicionamientos sociales y culturales, como las crisis en tiempos de pandemia, que moldean el cuerpo, lo cual va íntimamente ligado a los estudios que, sobre el cuerpo, desde el disciplinamiento, el ejercicio del poder, la actividad física y el establecimiento de conductas, han salido a la luz desde hace varias décadas, entre los que destacan los trabajos de George Vigarello y David Le Breton. También se asoma el tratamiento sobre lo virtual y el cuerpo de Pierre Lévy, fusionando así una perspectiva del cuerpo que dé cuenta sobre sus características sociales, culturales y educativas más allá de las biológicas en la construcción de subjetividades, y el lugar de posibilidades que cuenta ante los entornos virtuales.

Con lo anterior, el objetivo central de este trabajo es analizar, desde los estudios sociológicos, antropológicos y culturales, la manera en que se educa el cuerpo en la virtualidad, tomando como punto de partida un bagaje teórico general sobre lo corporal y lo virtual. En ese sentido, las siguientes líneas se organizan en dos ejes principales: una aproximación a lo corporal y lo virtual desde algunos autores que fundamentan teóricamente el análisis, y el planteamiento sobre la educación en la virtualidad desde la materialidad y lo simbólico del cuerpo.

Cabe resaltar que lo presentado aquí no es una prescripción para reflexionar y actuar en torno a la corporeidad humana, sino una manera de acercarse a una veta de análisis en torno a los sujetos y su educación desde lo corporal en un mundo que, de una u otra manera, ha creado otras realidades educativas desde la virtualidad. No es un argumento a favor o en contra sobre las formas de educar en la virtualidad, sino de poner en la mesa y cuestionar las posibilidades y las maneras de educar el cuerpo en la virtualidad que lleven a una transformación y otros anhelos sobre la educación del cuerpo.

Lo corporal y lo virtual

Durante el siglo XX, sobre todo hacia las últimas décadas y tomando como punto de partida las características y los efectos de la modernidad, vieron la luz diversos estudios sobre el cuerpo, desde los cuales se plantea una ruptura con una tendencia fisicalista y se proyecta un análisis más complejo desde lo social, lo antropológico y lo cultural.        Uno de estos acercamientos es el realizado por George Vigarello, el cual no sólo posiciona al cuerpo como punto central de sus trabajos, sino que nos presenta una visión en la cual el cuerpo “[…] es el emblema donde la cultura inscribe sus signos como si fueran blasones”,[2] y con ellos el papel que ha tenido la(s) pedagogía(s) específicamente dedicada(s) a la corrección del cuerpo y la manera de configurar cuerpos dóciles y disciplinados, fundamentado desde la perspectiva de Michel Foucault.[3]

Estas tendencias de pensar el cuerpo a partir de una dimensión cultural, se presentan con la inquietud de ver lo corporal como parte de la condición humana, es decir, considerar al ser humano también como cuerpo y “[…] distanciarse de la idea discutible de que el cuerpo es un atributo de la persona, un ‘tener’ y no el lugar y el tiempo indiscernibles de la identidad”:[4] La existencia humana es, en un primer momento, corporal, el ser humano no posee un cuerpo, es un cuerpo y en esa medida se moldea un ‘yo’ y la cultura se inscribe en él desde una multiplicidad de prácticas y representaciones. La idea, entonces, no es desconocer la cualidad física o carnal de la condición corporal, sino no detenerse exclusivamente en ella y ampliar la corporeidad humana a lo social y cultural.

En consonancia con esto, para David Le Breton, otro de los autores que han apostado por otra aproximación a lo corporal, la primera tarea de un sociólogo o un antropólogo, y en nuestro caso también podemos extenderlo al especialista en educación, “[…] consiste en comprender la corporeidad en tanto estructura simbólica y no debe dejar de lado representaciones, imaginarios, conductas, límites infinitamente variables según las sociedades”.[5]

Así, el estudio del cuerpo no puede centrarse exclusivamente en las formas biológicas y anatómicas del ser humano, sino también en las que se refieren a cómo los sujetos se apropian de la cultura, aprehenden el mundo que les rodea, generan significados y, al mismo tiempo, en tanto cuerpo, aportan a la sociedad y la cultura. Toda la vida individual y colectiva, pública y privada, siempre toca, moldea y construye la corporeidad; “[…] las acciones que tejen la trama de la vida cotidiana, desde las más triviales y de las que menos nos damos cuenta hasta las que se producen en la escena pública, implican la intervención de la corporeidad”.[6]

A partir de ello, podemos también dirigir una mirada educativa, en tanto que el acto educativo puede concebirse como la manera de apropiación cultural y también la construcción de seres sociales, por lo que es posible hablar de una educación del cuerpo o una educación corporal a través de cómo nos insertamos en el espacio social y devenimos sujetos sociales desde esta corporeidad, la cual se puede vislumbrar en la dirección del movimiento o el disciplinamiento de los seres humanos y también en la transmisión y apropiación de signos y símbolos culturales.

Por un lado, “[…] las pedagogías son portadoras de preceptos que dan al cuerpo una forma y lo cuadriculan para someterlo a normas con mayor seguridad aún de lo que lo haría el pensamiento”,[7] y por otro es la educación no intencional, quizá a través de una diversidad de prácticas culturales, la que también moldea los cuerpos. Le Breton, a propósito de ello, nos dice que:

La educación no es nunca una actividad puramente intencional, los modos de relación, la dinámica afectiva de la estructura familiar, la manera en que el niño se sitúa en esa trama de la sumisión o la resistencia que oponga, dan lugar a coordenadas que son consideradas cada vez más importantes en la socialización.

El cuerpo existe en la totalidad de sus componentes gracias al efecto conjugado de la educación recibida y de las identificaciones que llevaron al actor a asimilar los comportamientos de su medioambiente.[8]

Es por ello que resulta imprescindible abordar desde la lupa educativa y pedagógica las formas en que se educa el cuerpo en tanto cualidad de la condición humana y la construcción de subjetividades, y en la actualidad dirigir esa mirada a las nuevas realidades sociales que tocan a los actores y los escenarios educativos. Concebir el cuerpo como “[…] una fuente de reflexión sobre la identidad del sujeto”[9] y, en ese sentido, pensar lo corporal en la educación sobre cómo se configura una identidad individual y colectiva a través del cuerpo. Por tanto, otra idea de la educación corporal radica en el conocimiento y reconocimiento de sí mismo y el conocimiento y reconocimientos de los otros.

Ahora bien, en cada una de estas maneras de enunciar lo corporal y su educación, el sustento recae en la dimensión simbólica del cuerpo como lo es la capacidad de hacer experiencia y devenir, y las representaciones que sostiene. Dicha dimensión la comparte de una u otra forma con la virtualidad, la cual también se mueve en esa misma dirección.

Contrario a lo que se ha pensado, “[…] lo virtual no es, en modo alguno, lo opuesto a lo real, sino una forma de ser fecunda y potente que favorece los procesos de creación, abre horizontes, cava pozos llenos de sentido bajo la superficialidad de la presencia física inmediata”.[10] Lo virtual podría entenderse como un proceso de transformación de un modo a otro; el paso a otras posibilidades de estar.

Primeramente, “[…] en su uso corriente, el término virtual se suele emplear a menudo para expresar la ausencia pura y simple de existencia, presuponiendo la «realidad» como una realización material, una presencia tangible”,[11] cuando no es así. Lo virtual no es imaginario ni ilusorio; en ello hay una realidad, una presencia más allá de lo material y lo tangible; una forma de estar sin estar ahí, sin estar presente física y palpablemente.

Pierre Lévy complejiza lo anterior a partir de la idea que “[…] cuando una persona, una colectividad, un acto, una información se virtualizan, se colocan «fuera de ahí», se desterritorializan.[12] Una especie de desconexión los separa del espacio físico o geográfico ordinario y de la temporalidad del reloj y del calendario”.[13] Sin embargo, esta manera de estar fuera no significa una ausencia, sino la creación de otras unidades de lugar donde prevalece la sincronización, y, de igual manera, otras concepciones de unidades de tiempo que generan una interconexión. Se comparte, se funden relaciones y prácticas más allá del tiempo y el espacio y a su vez la conquista y creación de otros entornos.

De la idea anterior, no sólo se destaca la desterritorialización, sino también de qué manera la virtualización no sólo toca a la información o la comunicación y alcanza a los procesos de transmisión y formación en general, y a los cuerpos con sus formas de estar, de creación de comunidad, lo cual une de manera directa una educación del cuerpo. Detenernos en el puente entre lo virtual y lo corporal nos lleva a considerar, como parte de una educación del cuerpo en la virtualidad, una manera de autocreación.

La virtualización no se puede reducir a un proceso de desaparición o de desmaterialización […] Se analiza, esencialmente, como un cambio de identidad […] transformación de una actividad especial y circunscrita a un funcionamiento deslocalizado, desincronizado, colectivizado. La virtualización del cuerpo no es, por tanto, una desencarnación sino una reinvención.[14]

Entonces, se puede aducir que la educación tiene lugar más allá del sentido físico y los usos de la virtualidad ligada a lo corporal tocan de manera directa la construcción de subjetividades. Por ello, es necesario hablar sobre el cuerpo y la virtualidad desde nuestro campo: las formas corporales en que devenimos sujetos y nos configuramos como seres sociales en otros espacios, entornos, como lo virtual, y construimos aprendizajes y significados de la cultura en general y la cultura digital en particular, pero ¿de qué manera podemos acercarnos a estos análisis? ¿Es posible pensar educar el cuerpo en la virtualidad?

De la materialidad a lo simbólico

 

«La virtualidad también nos coloca no sólo ante las formas de aprender y aprehender, sino también las de transmisión y enseñanza. Transformar y crear a partir de narrativas que lleven a los cuerpos, en tanto sujetos, a generar otras interacciones, dar sentido a los aprendizajes y los entornos virtuales y seguir construyendo espacios de sociabilidad y procesos de formación desde la virtualidad.»

 

Rita Segato nos advierte que lo sucedido en la actualidad, tanto en el distanciamiento social como en la crisis de salud, permite conocer de qué manera “[…] los cuerpos se han mostrado igualmente vulnerables”,[15] y a pesar de la no presencialidad o la desterritorialización, el cuerpo sigue siendo esa existencia capaz de condensar las formas de aprendizaje y de enseñanza, de apropiación de saberes y de relación social. Entonces, seguimos educándonos, primeramente, desde la materialidad que puede leerse en la concepción de técnicas corporales de Marcel Mauss que recupera David Le Breton y, de manera inmediata, desde lo simbólico, sólo con el cambio de las maneras de llevarlo a cabo.

Las técnicas corporales, como una cualidad de lo corporal, se centran en las formas y posturas que el individuo utiliza, en tanto cuerpo, para el desempeño de sus actividades y el desarrollo de habilidades. Dichas técnicas pasan por la manera de sentarse, comer, moverse en general, así como también los gestos a través de los cuales se expresa emotividad y afectividad. Asimismo, “[…] la adquisición de las técnicas corporales que realizan los actores se origina en una educación frecuentemente muy formalizada, intencionalmente instaurada por el entorno del niño (o del adulto que busca apropiarse de otro uso de las cosas del mundo)”.[16]

A partir de lo anterior, podemos reflexionar que la construcción de la individualidad y la colectividad pasa por estas técnicas corporales y siempre van ligadas a un proceso educativo dirigido. Se nos inculca, como cuerpos disciplinados, qué conductas llevar a cabo como parte de esta corporalidad, las cuales no son ajenas a la virtualidad. No obstante, ahora las posturas se plasman fuera de la interacción y del espacio físico. Nos hemos volcado a posicionar el cuerpo frente a un monitor, más allá del tiempo, y justo es él el que ha vivido de manera directa los embates de las posturas y las actitudes tomadas en el entorno virtual.

Por ello, en la virtualidad, la materialidad del cuerpo sigue siendo fundamental en las maneras de educar formalmente, en tanto las posturas y conductas que inculcamos y adoptamos para formar parte de los procesos de enseñanza y de aprendizaje frente a los entornos digitales, y las habilidades que desarrollamos para estar, ya sea frente a los dispositivos tecnológicos o en interacción con los otros a distancia. El cuerpo es el que se pone en juego en el acto virtual de comunicación y formación, entonces ¿cómo comunicamos desde lo corporal?, y ¿qué transmitimos con las técnicas corporales?

Le Breton nos comenta que “Gordon Hewes estudió formas particulares de las técnicas corporales como estar sentado o parado. Rescató la interacción en las posturas de lo fisiológico y de lo anatómico, por una parte, y de lo cultural, por otra”.[17] Es decir, las maneras de estar frente a los usos tecnológicos nos tocan de manera directa con las experiencias corporales, en tanto, como ya se mencionó, las posturas desde lo anatómico y las conductas asumidas, muchas veces dirigidas e inculcadas, pero también desde lo símbolos apropiados a partir de la situación y el entorno en el que los individuos recuperan y utilizan lo tecnológico.

En este sentido, educar el cuerpo en la virtualidad también atiende a lo simbólico que caracteriza a lo corporal y lo virtual. Si tomamos en cuenta lo mencionado por Le Breton sobre el cuerpo como “[…] una estructura simbólica, superficie de proyecciones que pueden vincular las formas simbólicas más amplias”,[18] entonces podemos ahondar en el postulado de que como cuerpos vamos más allá de lo físico, centrado más en los sentidos culturales: el por qué aplaudimos, por qué abrazamos, por qué sonreímos o lloramos, ¿qué representaciones traen detrás de sí estas y otras conductas? “De modo que, si podemos hablar de una dimensión simbólica de la vida humana, podemos también referirnos a una simbólica del cuerpo, es decir, a la dimensión de sentido del cuerpo, al hecho de que el cuerpo, en tanto que humano, remite a algo que está más allá de su misma materialidad física”.[19]

Nos posicionamos frente a los entornos virtuales a través de interacciones que no son físicas, pero generan sentidos y códigos cargados de subjetividad. Los aprendizajes, asimismo, no sólo se dan en el terreno de lo cognitivo, sino desde lo simbólico de la cultura digital y lo cultural en general. Esta educación que no es dirigida, quizá es hasta impalpable, nos permite conocernos y reconocernos y, al mismo, tiempo reconocer la alteridad que va más allá del tiempo y espacio geográfico: ¿qué aprendemos o aprehendemos más allá de operaciones matemáticas o definiciones y cómo lo aprendemos en tanto cuerpo, experiencia y técnicas corporales?

En un momento de crisis social y educativa que pone en evidencia más viejas que nuevas problemáticas, deberíamos optar por transmitir más significados del contenido que los contenidos en sí y las maneras de hacerlos cuerpo en tanto experiencias de enseñanza, aprendizaje y aspectos culturales. Para esto, podríamos recurrir más a esta ‘simbólica del cuerpo’: ¿cómo enseñamos en tanto experiencia corporal y cuáles los sentidos detrás de ello?

Debido a esto, la virtualidad también nos coloca no sólo ante las formas de aprender y aprehender, sino también las de transmisión y enseñanza. Transformar y crear a partir de narrativas que lleven a los cuerpos, en tanto sujetos, a generar otras interacciones, dar sentido a los aprendizajes y los entornos virtuales y seguir construyendo espacios de sociabilidad y procesos de formación desde la virtualidad.

Finalmente, todo lo anterior se condensa en las prácticas individuales y grupales que permiten los usos y representación del cuerpo, como, al mismo tiempo, su cualidad simbólica y flexibilidad. José Alberto Sánchez concluye que:

[…] la virtualidad cruza dos grandes planos que aparecen también en el mundo concreto: el individual y el grupal. Tomando en cuenta esta perspectiva de lo virtual, la subjetividad aparece en juego por medio del […] uso, proyección y representación del cuerpo. En otras palabras, se trata de un problema enmarcado en la cultura digital, un problema que involucra también la identidad y alteridades […] En lo virtual los signos y su connotación simbólica se vuelven más flexibles. El cuerpo viene a ser el espacio que propicia esa flexibilidad.[20]

Reflexiones finales

«No se trata sólo de disciplinar al cuerpo, sino de qué manera esa experiencia, no presencial, produce significados y construye subjetividad: ¿qué queremos transmitir y cuáles las narrativas detrás de ello? Entonces, el desafío radica en elaborar relatos en el aula virtual que doten a los alumnos de sentido sobre lo que se les enseña y también sobre lo que ellos son».

 

Después de las líneas anteriores y de un análisis general, podemos concluir, primeramente, que sí se educa el cuerpo en la virtualidad y es quizá el elemento más evidente para llevar a cabo esta nueva realidad educativa. No es nuevo pensar en esta educación, sin embargo, todavía su cuestionamiento es escaso, y, como sucede en momentos con Pierre Lévy, se pone énfasis en el cuerpo y los tránsitos en esta desterritorialización dando prevalencia a un discurso centrado en lo físico, en lo anatómico, cuando un estudio sobre lo virtual también nos permite recuperar los puentes entre el cuerpo y la virtualidad a través de lo cultural y lo simbólico. Justo una educación del cuerpo en la virtualidad tiene también una dimensión simbólica.

Con lo anterior, también se destaca la necesidad de aprender virtualmente más allá de los procesos cognitivos y pensar en los aprendizajes de los signos y símbolos culturales en los que el cuerpo ocupa un papel de suma importancia, pues aprendemos por el cuerpo e intervenimos social y culturalmente de esa misma manera. Lo mismo sucede con la enseñanza, la cual debiera privilegiar la narrativa que genere otros sentidos y apropiaciones desde lo corporal en la conquista de otros entornos educativos. No se trata sólo de disciplinar al cuerpo, sino de qué manera esa experiencia, no presencial, produce significados y construye subjetividad: ¿qué queremos transmitir y cuáles las narrativas detrás de ello? Entonces, el desafío radica en elaborar relatos en el aula virtual que doten a los alumnos de sentido sobre lo que se les enseña y también sobre lo que ellos son.

Detrás de lo anterior, se hace visible el reto de la pedagogía de resignificar los usos y las concepciones de la educación en la virtualidad y, al mismo tiempo, de una educación corporal, específicamente centrada en no olvidar que, aún más allá de la materialidad, la educación en la virtualidad también es una construcción de identidades desde lo corporal: cómo estamos, qué experiencias tenemos hechas cuerpo y qué significados les damos para ser lo que somos.

Por último, no queda duda que, como comenta Rita Segato, “sentimos la inmediatez del cuerpo del otro de una manera distinta”[21] actualmente, poniendo en juego lo sensorial y lo afectivo, que no ha de quedar relegado de la educación del cuerpo en la virtualidad —para lo que se necesita un análisis a profundidad— y permite, entonces, pensar en una transformación que nos lleve a otros deseos y al anhelo de otras formas de ser así como estar como cuerpos.


Notas

[1]Doctora en Pedagogía y Profesora de Asignatura en la Facultad de Filosofía y Letras, UNAM. Sus indagaciones se han centrado en la educación corporal, historia cultural del cuerpo e historia social y cultural de la educación. Correo electrónico: georginaramirez@filos.unam.mx

[2]George Vigarello, Corregir el cuerpo. Historia de un poder pedagógico. Nueva Visión, Buenos Aires, 2005, p.9.

[3]Cf. Michel Foucault, Vigilar y castigar. Nacimiento de la prisión. Siglo XXI, México, 2010.

[4]David Le Breton, La sociología del cuerpo. Nueva Visión, Buenos Aires, 2002. p.33.

[5]Ibid., p.31.

[6]Ibid., p.7.

[7]George Vigarello, Op.Cit. p.9.

[8]David Le Breton, Op. Cit. p.9.

[9]Joan-Carles Mélich Fernando B., El aprendizaje simbólico del cuerpo. Revista Complutense de Educación. Vol. 11, Núm. 2, 2000, p.65.

[10]Pierre Lévy, ¿Qué es lo virtual? Paidós, Barcelona, 1999, p.8.

[11]Ibid., p.10.

[12]Para Pierre Lévy, el concepto de desterritorializar implica la salida del ahí y ahora.

[13]Ibid., p.14.

[14]Ibid., p.24.

[15]Rita Segato, en Pikielny, Astrid. “Rita Segato. Es un equívoco pensar que la distancia física no es una distancia social. La Nación, 2020, [en línea] < https://www.lanacion.com.ar/opinion/biografiarita-segato-es-un-equivoco-pensar-que-la-distancia-fisica-no-es-una-distancia-social nid2360208?fbclid=IwAR0qGjmNi5W3mF1QbW24pAF775ZuQQmkEYsFgpQrD6nieR2ftrWi3lArfAM>.

[16]David Le Breton, Op. Cit. p. 45.

[17]Ibid., p. 44.

[18]Ibid., p. 30.

[19]Joan-Carles Mélich, Op. Cit. p. 61.

[20]José Alberto Sánchez. Cuerpo y tecnología. La virtualidad como espacio de acción contemporánea. Argumentos Vol. 23, Núm. 62, 2010, p. 243.

[21]Rita Segato, Op. Cit.

 


Referencias

 

BÁRCENA, Fernando, Joan-Carles Mélich. El aprendizaje simbólico del cuerpo. Revista Complutense de Educación. Vol. 11, Núm. 2, 2000, pp.59-81.

LE BRETON, David. La sociología del cuerpo. Nueva Visión, Buenos Aires, 2002.

LÉVY, Pierre. ¿Qué es lo virtual? Paidós, Barcelona, 1999.

FOUCAULT, Michel. Vigilar y castigar. Nacimiento de la prisión. Siglo XXI, México, 2010.

PIKIELNY, Astrid, Rita Segato. Es un equívoco pensar que la distancia física no es una distancia social, La Nación, 2020, [en línea] <https://www.lanacion.com.ar/opinion/biografiarita-segato-es-un-equivoco-pensar-que-la-distancia-fisica-no-es-una-distancia-social-nid2360208?fbclid=IwAR0qGjmNi5W3mF1QbW24pAF775ZuQQmkEYsFgpQrD6nieR2ftrWi3lArfAM>. [Consulta: 2 de mayo de 2020.]

SÁNCHEZ, José Alberto. Cuerpo y tecnología. La virtualidad como espacio de acción contemporánea. Argumentos., Vol. 23, Núm. 62, 2010, pp.227-244.

VIGARELLO, George. Corregir el cuerpo. Historia de un poder pedagógico. Nueva Visión, Buenos Aires, 2005.

 

 

 

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