Atenea en Comenio: razón, astucia y arte de hablar

Atenea en Comenio: razón, astucia y arte de hablar

Ana María Valle Vázquez

Lo que se aprende a razonar se aprenda también a hablar y obrar

Comenio. Capítulo XVIII, p. 168

 

 No hay que fomentar el progreso de los discípulos contra la voluntad de Atenea

Comenio. Capítulo XIX, p. 196

Razón, astucia y arte de hablar son tres características desde las cuales puede analizarse la figura de Atenea a partir de una perspectiva educativa y en su vínculo con la Didáctica Magna de Juan Amós Comenio, aquel pedagogo moravo que nació en 1592. Se sabe que la educación occidental no puede pensarse sin sus raíces griegas y que cuando se habla de enseñanza es inevitable La didáctica magna.

         Tampoco es ninguna novedad que la filosofía es una forma de enseñanza y que toda práctica de enseñanza entraña principios filosóficos. En este sentido, aquí se pregunta por: ¿cómo se encuentra la diosa del hogar y de la guerra, qué es Atenea, en la obra del padre de la didáctica? A continuación, se describen tres cualidades educativas de Atenea, así como la manera en que éstas se presentan en el pensamiento de Comenio.

Razón

En el canto I de la Odisea, cuando Aquiles está a punto de matar a Agamemnón, quien lo ha ofendido ante el pueblo aqueo, Atenea baja del cielo para controlar la cólera del Pelida y evitar el asesinato: “Y por detrás plantase y al Pelida asíole de su rubia cabellera, a él sólo haciéndose visible, que de los otros nadie la veía […] a él le dirigió la palabra la diosa Atenea […] pon fin a la disputa y con tu mano no sigas sacando de la vaina la espada […] ahora contente y haznos caso”.[1]

          Basta la manifestación de la diosa y la fuerza de su palabra para impedir que Aquiles encolerizado mate al wanax. De acuerdo con Heráclito, la cabeza.[2] Atenea obliga a Aquiles a usar su cabeza para que no cometa un acto impío producto de su cólera. La educadora somete la ira de su discípulo imponiéndole el uso de la razón como un elemento fundamental en la formación del héroe. “Este cambio [de la cólera por un mejor estado [operado en Aquiles] gracias a la razón es lo que, en los poemas homéricos, con toda justicia, se identifica con Atenea […]”.[3] Desde el punto de vista educativo, en la epifanía de Atenea como representante de la razón, evita que Aquiles, desde su condición heroica, sea dominado por la cólera.

          Para Comenio la razón implica observar, denominar y clasificar las cosas, conocer y poder nombrar.

Para Comenio la razón implica observar, denominar y clasificar las cosas, conocer y poder nombrar.[4] La razón logra amansar, dice el moravo, las reacciones animales del hombre.[5] Es con la razón que debe calmarse la cólera propia de los animales. La salud del alma y del cuerpo proviene de la templanza, del dominio de los impulsos propios de las bestias. Templanza fue lo que Atenea procuró al Pelida. El cultivo de la razón evita que los hombres sean “[…] asnos salvajes, indómitos y petulantes mulos”.[6] El uso de la razón es uno de los sustentos didácticos de la propuesta de Comenio, donde es imperativo no preguntar nada sin antes reflexionar, no creer nada sin antes pensar, no hacer nada sin antes juzgar.

Astucia

Por otro lado, los ojos claros, como los de una lechuza, de la hija de Zeus le permiten una presencia brillante que ilumina su camino y ve lo que para muchos no es alcanzable. Lo que produce la mayor impresión en la lechuza es el ojo luminoso, resplandeciente, centellante, agudo y reluciente lo cual le hace ser el ave más astuta y sagaz de todas las demás.[7] Al educar, dice.[8] Ver más allá de lo evidente a través de una mirada aguda le permite a Atenea ser astuta en sus actos y oportuna en el consejo. Atenea, al procurar claridad a la realidad, hace que no se le presente borrosa, difusa, oscura. Así, el autor de la Didáctica Magna[9] ojo, en la visión interna, es la mente o entendimiento, la realidad son todas las cosas colocadas dentro y fuera de nuestra mente, y la luz es la atención debida que debe prestarse, a través del ojo, a la realidad. Ojo, realidad y luz son elementos necesarios en el aprendizaje. De esta manera, Comenio propone tres condiciones que se deben procurar en el aprendiz: 1) que tenga limpios los ojos del entendimiento; 2) que se le presenten las cosas de la realidad; 3) que preste atención. Los ojos claros de la hija de Zeus le permiten una presencia brillante que ilumina su camino y ve lo que para muchos es inalcanzable. Aunque no sólo la vista, no únicamente a través de los ojos, sino con el oído, el olfato, el gusto y el tacto puede conseguir la astucia como auxilio del alma racional, dice Comenio. “Con los sentidos, nada habrá que escape al conocimiento, puesto que en el mundo visible nada existe que no se pueda ver, oír, oler, gustar o tocar, y, por tanto, conocer qué y cómo sea; y de esto se sigue que todo cuanto el mundo encierra puede ser conocido por el hombre dotado de entendimiento y de sentido”.[10]

          Ligada a la cualidad glauca y astuta de Atenea, encontramos que a pesar de que la diosa no es parida por Metis, toma de ella una de sus principales características: la inteligencia;[11] en el sentido del pensamiento práctico. Por medio de estas cualidades divinas, la diosa Tritogenia[12] acompañará a Odiseo y formará al joven Telémaco en su nostos.[13] La astucia de Atenea también se aprecia como sabiduría práctica en forma de inteligencia, pericia y destreza. Al respecto Comenio señala que “[…] la viveza de ingenio no es otra cosa que una cierta sutilidad y agilidad del espíritu en el cerebro que, recorriendo con rapidez los sentidos, conoce velozmente las cualidades de las cosas”.[14]

Arte de hablar

Ahora bien, una de las principales razones por las cuales fracasa la asamblea convocada por Telémaco en el canto II de la Odisea[15] es la falta de habilidad, por parte del príncipe, para hablar adecuadamente ante un grupo de ancianos, ciudadanos de Ítaca y pretendientes de Penélope. Antínoo y Eurímaco castigan el atrevimiento de Telémaco llamándolo fanfarrón, incapaz de reprimir su cólera[16] y el que dice muchas palabrerías.[17] Ante esta situación puede apreciarse que no basta que la educadora de ojos glaucos haya dado consejos a su aprendiz decide conducir con mayor cercanía el aprendizaje de Telémaco y para ello aprovecha la figura de Mentor,[18] quien es designado por Leócrito como ayudante del hijo de Odiseo para realizar su viaje a Pilos y Esparta. Aprender la lengua debe hacerse gradualmente y con cercana compañía del preceptor, dice Comenio, de tal manera que el discípulo se acostumbre: primero a entender; después a escribir y, finalmente, a hablar que es lo más difícil porque es más repentino.[19] En la cultura de todo hombre está el cultivo cuidadoso y cercano de su lengua,[20] así como Atenea lo hace junto a Telémaco.

          En el siguiente canto, Atenea disfrazada de Mentor, recomienda a Telémaco que suplique a Néstor información acerca de Odiseo. Después del fracaso tenido en la asamblea, Telémaco contesta “[…] Mentor, ¿cómo voy a ir a abrazar sus rodillas? No tengo aún experiencia alguna en discursos ajustados. Y además a un hombre joven le da vergüenza preguntar a uno más viejo […]”.[21] Acercarse o abrazar las rodillas es símbolo de imploración, humildad y compasión —lo cual cuestiona Telémaco— porque se ve y siente incapaz de tener una conversación con un hombre de la altura de Néstor. El joven se reconoce inexperto en el arte de hablar y más aún si es con una personalidad tan rica en experiencias de vida como la de Néstor. Ante esto Mentor le dice: “[…] unas palabras las concebirás en tu propia mente y otras te las infundirá la divinidad. Estoy seguro de que tú has nacido y te has criado no sin la voluntad de los dioses […]”.[22] Telémaco debe estar dispuesto a escuchar las palabras de Mentor. Y, dice Comenio, “en esto han de tener los Preceptores un sumo cuidado; no hablarán sino sólo cuando sean escuchados; nada enseñarán sin ser atendidos”.[23] Atenea sólo hablará a Telémaco porque éste atiende sus palabras. Nada debe decirse a quien no esté escuchando, repite Comenio recordando a Séneca.

          Después de recibir la hospitalidad brindada por los hombres de Pilos y ante la pregunta de Néstor sobre la visita de los forasteros, “[…] Telémaco se llenó de valor y le contestó discretamente  —pues la misma Atenea le infundió valor en su interior para que le preguntara sobre su padre ausente y para cobrar fama de valiente entre los hombres […]”,[24] valientemente Telémaco tiene una conversación, propia de los nobles arcaicos, con el guardián de los aqueos, Néstor. La conversación es un principio educativo porque, dice Comenio, nada hay más natural y familiar que ella; los diálogos excitan, animan y mantienen la atención, despiertan el deseo de escuchar. Los Preceptores, aclara el autor de la Didáctica Magna, deben impulsar la conversación con sus discípulos no sólo para comprender cuanto es útil, sino para hablar de ello con soltura, circunspección y facilidad.[25] Tal y como Telémaco lo hace con Néstor.

          En el canto IV Telémaco y Pisístrato, hijo de Néstor, llegan a Esparta y visitan a Menelao en su palacio. Al observar el palacio del Atrida, Telémaco lo compara ilusamente con el de Zeus, provocando que Menelao les aclare que ningún mortal podría competir con Zeus. Ante esta situación, Pisístrato pide perdón en nombre del hijo de Odiseo diciendo “[…] en verdad éste es hijo de aquél, tal como dices, pero es prudente y se avergüenza en su ánimo de decir palabras descaradas al venir por primera vez ante ti, cuya voz no cumple como la de un dios. Néstor me ha enviado, el caballero de Gerenia, para seguirlo como acompañante, pues deseaba verte a fin de que le sugirieras una palabra o una obra […]”.[26] Esta situación no sólo evidencia que Pisístrato tiene mayor experiencia que Telémaco en el arte de los discursos ajustados, sino que Atenea sabía de la necesidad de Telémaco por tener permanentemente un compañero que le apoyase en su proceso de formación. Contar con un acompañante que muestre y ayude a usar correctamente el lenguaje es una característica de la educación de Telémaco. Al día siguiente y después de las narraciones de Menelao sobre lo acontecido en Troya, éste reconoce en el hijo de Odiseo la pericia del buen hablar “[…] Menelao, de recia voz guerrera, sonrió y lo acarició con la mano; le llamó por su nombre y le dijo su palabra: Hijo querido, eres de sangre noble, según hablas […]”.[27] Es así, que con la práctica impulsada por Atenea y Pisístrato, el hijo de Odiseo se inicia en uno de los dominios característicos de la nobleza arcaica: el arte de hablar. La cercanía del preceptor en la enseñanza del arte de hablar es un importante elemento en la Didáctica Magna. Por ello, en la organización escolar, propuesta por Comenio, desde la escuela materna debe enseñarse dialéctica y retórica.[28] Para la primera dice: hay que enseñar a los discípulos a preguntar adecuadamente y contestar con precisión a lo interrogado a fin de que se habitúen a fijar su pensamiento en el tema propuesto sin perderse en divagaciones. La enseñanza de la retórica consistirá en imitar los tropos y figuras que el lenguaje doméstico emplea. Asimismo, en la escuela latina se busca que los adolescentes lleguen a ser, entre otros dialécticos y retóricos. Los primeros serán peritos en definir con exactitud, hacer distinciones, exponer argumentos y  resolverlos; y los retóricos u oradores serán aptos para hablar con elegancia de cualquier materia que se les proponga.

El lenguaje, como el bello arte de la palabra, no sólo informa sobre él o lo otro, sino que forma al transmitir percepciones o sensaciones.

El arte de hablar puede entenderse como un acto que materializa la expresión del logos en tanto razón y palabra. “Lo verdaderamente importante es que el héroe trágico encuentre palabras, razones y argumentos sugestivos, porque lo único efectivo es el lenguaje bello”.[29] El lenguaje, como el bello arte de la palabra, no sólo informa sobre él o lo otro, sino que forma al transmitir percepciones o sensaciones. Las habilidades que adquiere Telémaco en el uso artístico de la palabra pueden considerarse como base de la formación humana del griego arcaico en tanto transmisión de sensaciones propias de la vida del joven príncipe.

          Atenea es la maestra en el arte de hablar porque como se apuntó antes es la principal representante del consejo, como pensamiento práctico, y de la astucia, como resultado de la una mirada aguda que le permite ver más allá de lo visible. La diosa con ojos de lechuza es maestra en el uso del bello lenguaje no sólo por sus cualidades de la practicidad sino también por el conocimiento previo de la conveniencia de realizar determinadas acciones.

 Conclusión

El uso de la razón es uno de los sustentos didácticos de la propuesta de Comenio, porque debe procurarse la templanza donde no se pregunta nada sin antes reflexionar, no cree nada sin antes pensar, no se hace nada sin antes juzgar.

En suma, podemos decir que razón, astucia y arte de hablar, como cualidades educativas presentes en la figura de Atenea, se vinculan con la Didáctica Magna de Comenio de la siguiente manera: primero, esta divinidad representa la razón que controla y dirige el frenesí de sus discípulos. La educadora somete la ira de su aprendiz imponiéndole el uso de la razón como un elemento fundamental en la formación del héroe. El uso de la razón es uno de los sustentos didácticos de la propuesta de Comenio, porque debe procurarse la templanza donde no se pregunta nada sin antes reflexionar, no cree nada sin antes pensar, no se hace nada sin antes juzgar. En segundo lugar, los ojos glaucos de la diosa son característica esencial de la astucia y el sabio consejo. La visión directa de los objetos para hacer una autopsia de la realidad es el método de aprendizaje propuesto por Comenio, el cual se sostiene del ojo en tanto entendimiento, la realidad puesta fuera y dentro del ojo y, la luz como atención acuciosa de la realidad. Y finalmente Atenea, con cercano acompañamiento y procurando la conversación enseña el arte de hablar, ambos aspectos son atendidos en la propuesta didáctica de Comenio y fortalecidos con el impulso del aprendizaje de la dialéctica y la retórica.


[1] Homero, Odisea, I 194-215.

[2] Heráclito, Alegorías de Homero, p. 63.

[3] Ibid., p. 64.

[4] Cf. Comenio, Juan Amós. Didáctica Magna, p. 37.

[5] Ibid., Capítulo VI, p. 60.

[6] Ibid., Capítulo XI, p. 84.

[7] Cf. Walter F. Otto, Los Dioses de Grecia, pp. 45 y 46.

[8] Cf. Comenio, Op. Cit. Capítulo XVIII, p. 163.

[9]Ibid., XX, pp. 197-198.

[10]Ibid., Capítulo IV, p. 44.

[11] March Jenny, Diccionario de Mitología Clásica, p. 305.

[12] De acuerdo con José Luis Calvo Tritogéneia se entendía como “nacida junto a la laguna de Tritón (Libia), el río Tritón (Arcadia) o nacida de la cabeza” (de Zeus): tritó en eolio significa cabeza. Cf. Nota 71 de José Luis Calvo hecha a uno de los epítetos de Atenea en Homero. Odisea, III 380.

[13] Su traducción es «es regreso» y es parte de una tradición poética llamada regresos (nostoi), donde se narran las vuelas a casa de los distintos héroes homéricos.

[14] Comenio. Op. Cit. Capítulo XII, p. 98.

[15] Me parece importante señalar algunas características que Fynley apunta a propósito de la asamblea en Grecia arcaica. Primero, la hora acostumbrada para llevarlas a cabo era el amanecer. Segundo, el único punto en el programa era el asunto que el convocante quería discutir. Tercero para tomar la palabra era necesario tomar el cetro. Cuarto, por costumbre el más anciano tenía la primera oportunidad de ocupar el estrado. Quinto la asamblea terminaba cuando no había más oradores. Vale la pena destacar que el término ágora, en tiempos de Homero, significaba “asamblea” tanto del lugar de reunión como de la reunión misma. Los miembros que integraban  la asamblea no votaban ni decidían, sino que este tipo de reuniones tenía dos funciones: a) presentar los argumentos en pro y en contra de algún hecho y, b) mostrar al rey o al comandante del campo de batalla cuál era el sentimiento general de los miembros de la asamblea. Cf. Moses Fynley, El mundo de Odiseo. Tr. Mateo Hernández Barroso, Fondo de Cultura Económica, México, 1984. pp. 93–96.

[16] Homero. Odisea, II 85.

[17] Ibid., II 200.

[18] Mentor, es el consejero a quien Odiseo encomendó el cuidado de su hogar cuando marchó a Troya. Por su papel dentro de la Odisea su nombre es sinónimo de consejero sabio y leal. Cf. Jenny March. Op. cit., p. 303.

[19] Cf. Comenio, Op. Cit. Capítulo XVI, p. 146-147.

[20] Ibid., Capítulo X, p. 76.

[21] Homero, Odisea,  III 21-25.

[22] Ibid., III 25-30.

[23] Comenio, Op. Cit., Capítulo XIX, p. 180.

[24] Homero, Odisea, III 75-80.

[25] Comenio, Op. Cit., Capítulo XIX, p. 186.

[26] Homero, Odisea, IV 155-165.

[27] Ibid., IV 610-611.

[28] Cf. Comenio, Op. Cit., Capítulo XXVIII, p. 279.

[29] De Santiago Guervós, Luis Enrique. Introducción a Escritos sobre retórica. p. 20, en,  Friedrich, Nietzsche, Escritos sobre retórica.


Bibliografía

 

Comenio, Juan Amós, Didáctica Magna, Madrid, Akal, 1986.

De Santiago, Guervós, Luis Enrique, Introducción a Escritos sobre retórica en, Nietzsche, Friedrich, Escritos sobre retórica. Tr. Luis Enrique de Santiago Guervós, Madrid, Trotta, 2000.

Finley, Moses, El mundo de Odiseo. Tr. Mateo Hernández Barroso, México, Fondo de Cultura Económica, 1984.

Heráclito, Alegorías de Homero. Tr. María Antonieta Ozaeta Gálvez. Madrid, Gredos, 1989.

Homero, Ilíada. Tr. Antonio López, Madrid, Cátedra, 1999.

______, Odisea. Tr. José Lupus Calvo, Cátedra, Madrid, 2000.

March, Jenny, Diccionario de Mitología Clásica, Barcelona, Crítica, 2002.

Otto, Walter Friederich, Los Dioses de Grecia. Tr. Rodolfo Berge y Adolfo Murguía Zuriarrain, Argentina, Universitaria de Buenos Aires, 1976.

 

 

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