Categoría: <span>Laexperiencia#4</span>

Todavía el lloriqueo de los chacales
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Todavía el lloriqueo de los chacales

La noche de nuestra excursión había sido lluviosa. La brisa nos cubría el rostro y los músculos se nos helaban. Cuanto más nos acercábamos al primer poblado éramos advertidos por el grito estridente de los gallos. Un ambiente somnoliento y a la vez de mucho alboroto sumergían la atmósfera en una bruma cansina, sofocante. Nos conducíamos sin premura y por supuesto no esperábamos pasar inadvertidos. Aunque después se nos tratase como intrusos, como se dijo que lo éramos, que portábamos la muerte con nosotros, y un testimonio para hurgar y desplomar su asamblea de creencias, bajo el entendido de que no llevábamos ninguna insignia que hiciera constar que nuestras palabras no quebrantarían la presencia de la ley. Al tiempo que transmitíamos la enfermedad destrozaríamos la seguridad de la ley. Perjuros de la ley, fue esa la idea que se animó sobre nosotros.