Insurrecciones populares antes y después de 1810 en la obra más reciente de Luis Fernando Granados

Eduardo Adán Orozco Piñón

El más reciente libro de Luis Fernando Granados, En el espejo haitiano. Los indios del bajío y el colapso colonial en América Latina, parte de la premisa de que la rebelión encabezada por el cura de Dolores, Miguel Hidalgo, en el Bajío mexicano, se encuentra ligada al movimiento emancipador de los esclavos haitianos de las plantaciones azucareras de aquella isla caribeña. A primera vista, la premisa tiene sentido: ambos movimientos son rebeliones populares con claros tintes de revolución social, ambos fueron impulsados por masas anónimas de trabajadores y ambos trastocaron el sistema económico de sus respectivas zonas de acción.

          Si bien esta obra se titula En el espejo haitiano, poco tiene que ver con la guerra encabezada por Toussaint Louverture en 1791. No es una historia de la revolución haitiana ni es un relato de la rebelión de Hidalgo per se. El texto de Granados se compone por cuatro ensayos, bien diferenciados entre sí, que tratan sobre las rebeliones populares de finales del siglo XVIII. En ese sentido, no espere el lector lo que el título sugiere a primera vista, pues se va a encontrar con una obra que analiza diversos movimientos populares que estallaron en la América española, entre ellas, el novohispano de 1810.

Movilización popular en la América Hispánica

Comencemos por decir que la obra de Granados no es un libro convencional de historia, entendiendo por esto que toda obra historiográfica tradicional supone la exposición de una investigación, principalmente documental, a través de una serie de argumentos para probar una determinada tesis. En vez de ello, Granados elabora cuatro ensayos, previamente publicados pero ahora extendidos y revisados, influido por el más reciente trabajo de John Tutino, Creando un nuevo mundo (2016), quien fuera su maestro en la Universidad de Georgetown. Granados combina en esta obra la historia regional –del Bajío– con la historia económica, la historia global y la historia social, para responder a una pregunta que se encuentra en el núcleo del texto: ¿Qué es lo que motiva a la gente “común” a rebelarse contra un régimen? Para despejar esta interrogante, el autor suma un elemento más a la amalgama de estilos historiográficos que maneja su texto: la historia de los grupos subalternos o de los “sin historia”.

          El primero de los ensayos se dedica a elaborar un esbozo de la rebelión haitiana para después compararla con los movimientos que estallaron en la América continental. Para ello, el autor desarrolla en ese capítulo, que abarca casi la mitad de la obra, una serie de argumentos que le permiten insertar a la rebelión del Bajío en la amplia historia de las revoluciones atlánticas. En este primer apartado, Granados considera la revolución haitiana como arquetipo de las rebeliones de la América continental, esbozando las similitudes y diferencias entre diversos movimientos, como los episodios de violencia popular acaecidos en la Banda Oriental, en Salta y en Jujuy, en Perú, en Pasto y en Venezuela.

          Lo que pareciera ser una historia comparada entre la revolución haitiana y la del Bajío termina por ser otra cosa: una historia de las rebeliones populares en las postrimerías del siglo XVIII y en los albores del XIX. Sin duda, éste es el capítulo más original, pues propone dos ideas interesantes: 1) entender a la rebelión haitiana como el movimiento original que ayuda a comprender a las posteriores rebeliones populares de la América española,1 y 2) entender a la Ilustración como un movimiento cultural “desde arriba”, lo que implica una constante lucha entre opresores (élites) y oprimidos (trabajadores); como botón de muestra véase la siguiente frase: “En el contexto del siglo XVIII, sin embargo, el racionalismo de la Ilustración fue un sistema conceptual, moral y político esencialmente opresivo, que buscaba establecer no una sociedad más justa y feliz sino un domino colonial más eficiente, más rentable y más colonial”.2

Las propuestas originales de Granados tienen en el fondo la idea de reinterpretar a la segunda mitad del siglo xviii como una lucha de clases.

Por otra parte, el autor propone, siguiendo a John Tutino, que el punto de encuentro entre la rebelión haitiana y la novohispana reside en que ambas regiones eran centros productores —de ázucar y de plata, respectivamente— que alimentaban la economía global, mismos que fueron destruidos por los alzamientos populares, con lo que se transformaron las dinámicas socioculturales locales, situación que finalmente llevó a la independencia. Si bien esto es verdad, resulta un tanto forzado y reduccionista tratar de amalgamar ambos movimientos, pues las situaciones de ambas zonas eran marcadamente diferentes, empezando por la composición social de sus habitantes. La fuerza de este capítulo reside en que Granados elabora algo que pocas veces se hace en la historiografía mexicana que estudia este periodo, una historia amplia, no global pero sí macro regional, de las rebeliones populares que se convirtieron en movimientos independentistas en la América hispánica, algo que vale la pena continuar estudiando con mayor precisión y sin perder de vista este “gran” enfoque que nos ofrece el autor. 

Horizontes historiográficos

Le sigue al primer ensayo, un texto dedicado a la historiografía que fue producida en los festejos del bicentenario de la independencia mexicana. Este texto pone el dedo en la llaga en algo que es bien conocido por los especialistas del periodo de las independencias: el bicentenario trajo una serie de textos y conmemoraciones que rayaron en lo irrelevante —con honrosas excepciones, por supuesto—, y así lo expresa el autor: 

[…] a pesar de ser cursis, convencionales y caros, los festejos del bicentenario de ‘la independencia de México’ carecían del donaire y la estatura simbólica que se antojan indispensables para una ocasión que en otros tiempos y en otras latitudes […] dio pie a la construcción de obras públicas memorables y a la realización de ejercicios de introspección colectiva, a caballo entre lo político y lo historiográfico, que cabe calificar de profundos, catárticos y de largo aliento.3  

      En este segundo ensayo, Granados recuerda que todo producto historiográfico —y conmemoración histórica— está intrínsecamente ligado con el tiempo en que es producido. Por ello, el autor hace un doble juego de comparación: por un lado, analiza los festejos mal llevados, para conmemorar el bicentenario realizado por un gobierno mexicano abiertamente contrario a la ideología de los principales caudillos insurgentes y, por el otro,  —siendo este el punto más interesante del apartado— Granados arremete contra lo que él denomina el actual “paradigma historiográfico”,4 en el que los historiadores han enfocado su atención “[…] a la crisis del imperio, a la constitución española de 1812 y al momento gaditano en su conjunto, así como a la relación de los diferentes grupos sociales novohispanos […] con la cultura política moderna”.5 La crítica que hace Granados de este “paradigma historiográfico” reside en que estas obras contienen una “postura ideológica que privilegia las ideas y la acción política sobre el análisis económico y social”; de igual manera, combate “[…] su tendencia a minimizar la ‘participación’ de las masas en la hechura de la historia, incluso cuando la insurgencia, o más bien los gobiernos insurgentes, ocupa(n) un lugar destacado en sus explicaciones”.6

           Ante este panorama historiográfico, Granados propone retomar el tema de los rebeldes, es decir, a la gente común que formó la base de los ejércitos insurgentes, particularmente hace un llamado para replantearnos la cuestión de quiénes fueron aquellos que alimentaron el fuego de la rebelión de 1810. Como bien lo señala el autor, únicamente el tamaño que adquirió la insurgencia debería ser suficiente para que los historiadores se enfocaran en ella; más allá de esto, el autor sugiere que se debe dejar de lado la noción que prima en el horizonte historiográfico: que todos los movimientos independentistas americanos comenzaron en 1808 con la invasión de Napoleón a España, pues esta idea sugiere que previo a dicha fecha, no existía descontento, ni disensión entre la mayoría de la población americana. Es difícil estar en desacuerdo con la crítica que hace Granados, los estudios sobre cultura política que analizan a las autoridades peninsulares o virreinales acaparan la producción historiográfica; una muestra más de lo que señala el autor la encontramos en la proliferación de estudios sobre comandantes militares “realistas”, pero ¿cuántos estudios de reciente publicación existen sobre comandantes insurgentes? Sin duda hace falta retomar y renovar los estudios sobre la insurgencia.

En el espejo de los tributos

El tercer ensayo-capítulo de la obra constituye un estudio, apoyado por fuentes documentales, de los primeros días de la rebelión encabezada por Miguel Hidalgo. El autor combina la historia social con la historia económica para estudiar la composición del movimiento popular de 1810. Cabe destacar que, una vez más, es muy notoria la influencia de John Tutino en este apartado, particularmente cuando Granados propone que las personas que se sumaron a la rebelión eran trabajadores rurales, en su mayoría indios sin tierras, sin estar arraigados a un lugar, sin nada material que perder en caso de unirse al movimiento. Ahora bien, Granados señala que Hidalgo y sus generales siguieron una ruta que les permitió recorrer comunidades donde la población volante era numerosa, a sabiendas de la alta probabilidad de que estos se unieran al movimiento. Por otra parte, un punto fundamental en la interpretación del autor sobre la rebelión en el Bajío, se encuentra en el tributo. El autor explica cómo fue que las élites, cabecillas del movimiento, entendieron aquel impuesto como una carga tributaria sumamente pesada que ofrecía la oportunidad de engrosar las filas de la insurgencia. Así, se muestra que los indígenas se sumaron a la rebelión debido a la posibilidad de liberarse de aquel impuesto. Derivado del aspecto tributario, Granados se adentra en el añejo debate sobre si la Nueva España era o no un territorio de carácter colonial: para el autor la cuestión está muy clara, la América septentrional sí fue un proyecto colonialista, cuyo aparato de dominación y control más notorio fue, precisamente, el tributo, de allí se deriva que los indios vieran en la imposición monetaria el aspecto más odiado de la dominación colonial y, por lo tanto, al sumarse a la rebelión ésta adquirió un tinte anticolonialista. Un punto débil para la argumentación del autor es la eterna falta de fuentes que puedan respaldar las suposiciones que se presentan a lo largo de este tercer ensayo, mismas que son convincentes, pero que podrían ligarse con otros aspectos —crisis agrícolas, escasez de empleo, crisis económicas, sentimientos religiosos, abusos por parte de las élites—, sin embargo, se debe entender a este capítulo como un aporte que ayuda a la comprensión de los motivos de aquellos anónimos que se rebelaron contra el gobierno colonial en 1810. Algo que no debe pasarse de largo es que, si bien el autor reconoce que debe apoyarse en la historia militar para construir su relato sobre los primeros días de la rebelión de Hidalgo, es notorio que a Granados le hizo falta consultar algunas de las obras de la nueva historia militar, como puede ser Republica en armas de Clément Thibaud (2003), para darle un poco más de profundidad al análisis de la violencia popular.

Crítica e historiografía

El último ensayo constituye una crítica a la historiografía reciente. No es un balance historiográfico como el que se presenta en el segundo apartado. En su lugar, el autor elabora una crítica a la historia de bronce que durante décadas permeó la investigación de los historiadores mexicanos, para después centrar su atención en el surgimiento de la historia revisionista, que surge en la década de los ochenta gracias al trabajo de François Xavier-Guerra. La crítica que lanza Granados a esta historiografía revisionista es lapidaria: ahora se conoce a detalle el desarrollo de muchas instituciones en determinadas regiones del imperio español, pero se ha perdido de vista el panorama más amplio en donde esas instituciones se insertaron. Ante tal planteamiento, conviene traer a la memoria la gran obra de Eric Van Young, La otra rebelión (2011), y preguntarnos si no es posible que durante el proceso de independencia todo haya sido fragmentación en el lado de los rebeldes, de los insurgentes, y por ello mismo sea difícil situar en un panorama general, como lo intenta Granados, a la rebelión de 1810. Sin duda este es el capítulo más propositivo del libro, ya que el autor sugiere que se debe comenzar una labor que englobe a la multitud de estudios específicos y regionales, para replantear lo que se sabe sobre este periodo en términos de explicaciones generales, ya que, si bien la interpretación global sobre la independencia novohispana elaborada por la corriente revisionista ha roto con lo señalado por la historia de bronce, no ha logrado llenar todos los huecos explicativos.

          En su conjunto, la obra de Granados es original y sumamente propositiva, sin embargo, su mayor debilidad reside en la falta de fuentes documentales para sustentar muchas de sus ideas, mismas que no pueden ser tachadas de incorrectas. Cosa notable es que todos los ensayos, con excepción del tercero, están construidos con una investigación únicamente bibliográfica, preeminentemente anglófona. En ese sentido, podemos entender a la primera mitad del libro como una recapitulación de los últimos trabajos publicados sobre historia global e historia de las revoluciones atlánticas. Cabe resaltar que las abundantes notas a pie de página constituyen una interesante —y difícil de adquirir— lista bibliográfica para los interesados en el periodo, que nos muestra que la producción de los historiadores angloparlantes es muy diferente de la que actualmente elaboran los historiadores de habla hispana, si allá se privilegia el análisis de la historia social y de la historia global y económica, aquí predomina la nueva —¿doblemente nueva?— historia política, historia de las instituciones e historia de las ideas. En el mismo tenor, es interesante la discusión que Granados mantiene en su aparato crítico con los autores que ha revisado; en un nivel estructural lo que une a los cuatro ensayos-capítulos es precisamente esta discusión a pie de página, ya que el autor dialoga críticamente con sus fuentes de manera continua a través de los apartados que componen su obra.

         Luis Fernando Granados no es un historiador especializado en la guerra de independencia, ni en los movimientos emancipadores latinoamericanos, y es a causa de esa peculiaridad que su obra pone atención en cosas que los especialistas pasarían por alto o descartarían de manera casi automática, en parte, es ahí donde reside la originalidad de En el espejo haitiano. El aporte historiográfico de este libro radica en su capacidad de lanzar ideas propositivas que ayuden a replantearnos algunas cuestiones que hoy se dan por sentado, como es el caso del “paradigma historiográfico” del que habla el autor. Asimismo y de manera subyacente, el texto propone nuevas ideas sobre a dónde se pueden dirigir futuras investigaciones del periodo de la independencia: hacia los estudios de la insurgencia y de las rebeliones populares, a través de la mirada de la historia social y económica, sin perder de vista el amplio contexto que proporciona la historia global y la historia del mundo Atlántico, a tono con la producción historiográfica de los países de habla inglesa. 

Notas

1 Luis Fernando Granados, En el espejo haitiano. Los indios del Bajío y el colapso del orden colonial en América Latina, p. 84.

2 Ibid., p. 73.

3 Ibid., p. 139.

4 Ibid., p. 157.

5 Ibid., p. 159.

6 Ibid., p. 161.

Bibliografía

GRANADOS, Luis Fernando, En el espejo haitiano. Los indios del Bajío y el colapso del orden colonial en América Latina, México, Era, 2016.

THIBAUD, Clément, República en armas. Los ejércitos bolivarianos en la Guerra de Independencia en Colombia y Venezuela, Bogotá, Institut Français D’études Andines/Planeta Bogotá, 2003.

TUTINO, John, Creando un nuevo mundo. Los orígenes del capitalismo en el Bajío y la Norteamérica española, México, Fondo de Cultura Económica / Universidad Intercultural de Estado de Hidalgo / El Colegio de Michoacán, 2016.

VAN YOUNG, Eric, La otra rebelión. La lucha por la independencia de México, 1810-1821, México, Fondo de Cultura Económica, 2011.

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