Maestros de educación básica después de la pandemia COVID-19. Desafío de la Pedagogía mexicana

Maestros de educación básica después de la pandemia COVID-19. Desafío de la Pedagogía mexicana

Yazmín Cuevas Cajiga

Yazmín Cuevas Cajiga[1]

 

La educación básica mexicana es esencial para toda la sociedad, por ende, es centro de atención para los estudiosos del ámbito. Sin embargo, en México gran parte de los especialistas que se ocupan de este nivel se limitan a tratar temas de coyuntura: como reformas educativas, cambios curriculares o movimientos magisteriales. Dichas temáticas salen a la luz o se olvidan a medida que aparecen nuevas políticas, se publican los últimos resultados de evaluaciones internacionales sobre el nivel de aprovechamiento de los alumnos o el gremio magisterial se manifiesta.

 

«El papel del docente será nodal en el regreso a la educación presencial y la pedagogía requiere acompañar en esta tarea».

Asimismo, sectores que solo tienen interés tangencial por la educación básica —periodistas, empresarios o articulistas—, súbitamente se vuelven expertos en el tema y, al parecer, se sienten autorizados para ofrecer soluciones radicales sin mayor fundamentación, como aplicar exámenes a los maestros con el propósito de verificar su productividad, copiar las experiencias educativas de otros países (generalmente se piensa en Finlandia) o importar enfoques pedagógicos en boga.

Por otra parte, los verdaderos responsables de este nivel educativo carecen de un proyecto integral y de largo aliento, evidencia de lo cual son las, por lo menos, tres reformas curriculares y dos administrativas en los últimos veinte años que la educación básica ha experimentado. Así, los políticos reducen de forma elemental los problemas que aquejan a la educación básica, lo que probablemente revela que esperan soluciones rápidas y mágicas, sin tomar en cuenta el tamaño y la complejidad de nuestro sistema educativo.

Considerando lo anterior, es fácil ver que la pedagogía mexicana enfrenta muchos desafíos en este siglo XXI. Uno de los principales es posicionarse contundentemente como una disciplina especializada en la educación y la formación del ser humano, para externar recomendaciones y orientar la construcción de propuestas. En este sentido, el aspecto que nos interesa destacar en este ensayo es la crisis que afrontan los maestros de educación básica ocasionada por la COVID-19, la cual puso en evidencia las debilidades del sistema de educación básica mexicano, así como sus problemas, mismos que se han desatendido a lo largo de varias décadas.

El 23 de marzo de 2020, so pretexto de adelantar las vacaciones de semana santa, la Secretaría de Educación Pública (SEP) retiró a todos los alumnos, maestros, directores y demás personal de las escuelas de preescolar, primaria y secundaria (subniveles que comprende la educación básica). Posteriormente, ya que fue evidente que la contingencia se prolongaría, se presentó el 21 de abril el programa “Aprende en Casa” como una estrategia de escolarización a distancia para dar continuidad al ciclo escolar. De esta manera, a través de diferentes medios (teléfono, correo electrónico, radio, televisión) y con la asociación de Google, la SEP proporcionó entornos virtuales para los maestros de este nivel con el fin de que dieran seguimiento al proceso de enseñanza.

Es pertinente destacar que pocos países tienen estrategias consolidadas de educación básica por medios digitales.[2] De acuerdo con el Consejo Mexicano de Investigación Educativa (COMIE), en nuestro país la mayor parte de experiencias sobre entornos virtuales de aprendizaje se concentran en educación superior,[3] donde se cuenta con desarrollos de plataformas virtuales y la formación de profesores para trabajar con recursos tecnológicos y de comunicación, esto como una respuesta a la educación a distancia que se institucionalizó a partir de la década de 1970. Así, en el nivel superior se hizo uso de las experiencias en plataformas virtuales para dar seguimiento a la formación profesional de los estudiantes en la pandemia. En cambio, la educación básica no cuenta con estos programas, salvo por la telesecundaria que podría considerarse un antecedente, pero esta modalidad ha sido desatendida durante bastante tiempo. Según datos de la Comisión Nacional para la Mejora Continua de la Educación (MEJOREDU),[4] en esta contingencia 37.5% de los alumnos de primaria y 68% de secundaria tienen acceso a una computadora con internet que, en la mayoría de los casos, comparten con sus familias. Así, transmitir la educación básica a distancia por medio de la televisión, la radio, las plataformas virtuales o el correo electrónico, por mencionar algunos, es una estrategia que está condicionada a los recursos materiales de las familias de los alumnos; concretamente: luz, conectividad a internet y contar con dispositivos como tabletas, computadoras, teléfonos celulares, radio y televisión.  Para la Organización de Estados Iberoamericanos (OEI) “[…] la situación socioeconómica y laboral en los hogares más afectados por esta crisis sanitaria también se transmite a la capacidad de estudio y concentración”.[5]

«Se tendrán que establecer estrategias nacionales y locales que permitan incorporar a los alumnos a la modalidad educativa presencial, recuperar los retrasos académicos y, sobre todo, promover el regreso a las aulas de niños y adolescentes que, por diferentes circunstancias, abandonaron la escuela.»

 

Durante la contingencia, el seguimiento escolar de los alumnos de nivel básico descansa mayormente en madres, padres y hermanos mayores que acompañan en cursos, tareas y actividades de evaluación.[6] La dificultad es que los estudiantes, debido a sus condiciones familiares, no tienen la posibilidad de participar en una educación a distancia y menos de obtener acompañamiento. Debido a tales circunstancias, se reconoce la trascendencia del maestro, porque el ejercicio profesional que éste desarrolla se pone bajo los reflectores. De igual forma, el docente es un actor que, en el salón de clases, tiene la posibilidad de atenuar las desigualdades en educación cuando realiza el seguimiento del aprendizaje de sus alumnos.

Las últimas noticias son alentadoras con respecto a la aprobación y distribución de vacunas contra la COVID-19, lo que permite vislumbrar un regreso generalizado a las aulas en el ciclo escolar 2021-2022, para lo cual la labor del docente en educación básica será fundamental. Pero ¿cómo será este regreso a clases presenciales en educación básica?, ¿cómo se recuperará el retraso académico de los alumnos?, ¿cuáles serán las principales tareas del maestro?, ¿qué conocimientos y actitudes necesitará este profesional para enfrentar el rezago escolar?

El papel del docente será nodal en el regreso a la educación presencial y la pedagogía requiere acompañar en esta tarea. Se considera que será un desafío de la pedagogía mexicana, en principio, mostrar a las autoridades educativas, al gremio docente e incluso a la sociedad en general la relevancia del maestro en ese contexto. Posteriormente, en conjunto con los actores mencionados, se tendrán que establecer estrategias nacionales y locales que permitan incorporar a los alumnos a la modalidad educativa presencial, recuperar los retrasos académicos y, sobre todo, promover el regreso a las aulas de niños y adolescentes que, por diferentes circunstancias, abandonaron la escuela. En los siguientes apartados expondré una breve reflexión al respecto, apoyada en la propuesta de Latour,[7] quien parte de la tesis que la contingencia por la COVID-19 llevó a países y ciudadanos a realizar modificaciones rápidas, profundas y globales, lo que muestra una posibilidad de cambio. Para conseguirlo, el autor propone que se hagan tres grandes preguntas: ¿de qué nos debemos deshacer?, ¿qué debemos guardar? y ¿qué necesitamos inventar?

¿De qué nos debemos deshacer? La docencia como una semiprofesión o profesión de segunda

 

La desconfianza al maestro, culparlo de ser el único responsable del estado de la educación básica, no ayuda al progreso de esta profesión ni de nuestro sistema de educación básica.[8] Hay un desconocimiento de la labor que realiza este actor educativo. Esto se debe a que se mira la enseñanza con el lente de la teoría funcionalista, donde una profesión es aquella que se ofrece en universidades, el gremio o colectivo es autónomo y cuenta con una presencia importante y tiene un reconocimiento social.[9] Esta postura teórica, pertinente para la medicina o la abogacía, no es así para la docencia, cuyo principal ejercicio se desarrolla en las escuelas, ya sean públicas o bien reguladas por el Estado, que es el principal empleador. La docencia es una profesión organizacional puesto que sus funciones son parte de la burocracia estatal, aunque paralelamente, esta actividad goza de autonomía en el salón de clases, donde el maestro genera estrategias de aprendizaje que considera pertinentes.[10] Esto representa una controversia, ya que el Estado determina planes, programas de estudio y libros de texto que son obligatorios y se recomienda que el docente cumpla a cabalidad los propósitos que se trazan en ellos. Así, la docencia es una profesión que tiene una alta dosis de control y normatividad estatal. De acuerdo con Tenti,[11] la docencia como profesión tiene dos vertientes: la tecnológica y la orgánica. La primera considera al maestro como un operador de programas de curso y libros de texto, logra que los estudiantes alcancen los estándares de aprendizaje y que obtengan altos puntajes en pruebas de gran escala. La vertiente orgánica contempla que el ejercicio de la enseñanza se desarrolla al reconocer el contexto y la cultura de los alumnos y la escuela para generar estrategias de aprendizaje pertinentes, lo que es complejo y toma tiempo. Así, la profesión docente se debate entre estas dos facetas.

Un aspecto destacable de la profesión docente en México y América Latina es que su estatus profesional es ambiguo, dado que los maestros fueron los encargados de promover las bases de los Estados modernos (en México, se trataba específicamente del periodo posrevolucionario). Al agotarse dicha tarea y con los problemas que enfrentó nuestro país a partir de la década de 1970, la docencia pasó a ser vista más como una actividad que como una profesión. Ésta tenía como responsabilidad el cuidado de los alumnos mientras los padres y las madres se ocupaban de sus quehaceres. De acuerdo con Gilligan[12], las profesiones u oficios del cuidado son aquellas que se encargan de atender a niños, enfermos y adultos mayores, generalmente ejercidas por mujeres, se considera que no se requieren conocimientos especializados para su práctica, sus ingresos económicos están pauperizados y son poco valoradas. Sin embargo, en esta crisis de la COVID-19 algunas profesiones como la docencia han demostrado su relevancia social.

En los años ochenta, comenzó a aparecer un halo de desconfianza a la docencia. Sumado a los bajos salarios, los discursos políticos, donde se señalaba la falta de preparación de los maestros y, por consiguiente, la necesidad de programas de profesionalización, proliferaron. Con la reforma educativa 2013 se agudizó esta problemática, al grado que se calificó a los maestros de educación básica de flojos, irresponsables y culpables de la baja calidad del sistema educativos, acusaciones que fueron secundadas por comunicadores y la sociedad civil.[13] Si bien en 2019 se derogó dicha reforma y se dio comienzo a una política de reconocimiento a los maestros por parte del gobierno, el daño ya estaba hecho.

Al mismo tiempo, por la conformación y el trayecto que han tenido los docentes en México, donde las decisiones se tomaban por el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE) y el Estado con propósitos exclusivamente políticos ha llevado a que se les considere trabajadores y no profesionales.[14] Esto ocasionó que, entre 1946 y 2012, las formaciones inicial y continua, los procesos de reclutamiento y la promoción de los maestros se definieran por representantes sindicales y funcionarios de la SEP con nula participación de los maestros.

Así, lo que debemos desechar es esa desvalorización de la docencia, la consideración de que es únicamente una actividad laboral o una semiprofesión que se encarga de cuidar a los niños. Esto implica que el gremio docente difunda las actividades profesionales que realiza, el apoyo de las autoridades educativas y una sensibilidad de la sociedad:

A veces se cuestiona si la docencia es una profesión liberal […] Mirando el nivel de salarios y los intentos por controlar a los profesores de manera burocrática, es obvio que los políticos no ven a los profesores como profesionales sino como unos funcionarios de nivel medio que deben hacer lo que los políticos les dictan. Esta actitud es lamentable y los políticos en cuestión cometen un error.[15]

Es impostergable superar la idea de que el gremio docente no tiene la capacidad para reflexionar, discutir y generar los conocimientos y habilidades que se requieren para el ejercicio profesional, ejecutar los planes y programas de estudio de su propia formación inicial, llevar a cabo las estrategias de aprendizaje y evaluar a sus estudiantes, crear contenidos educativos. En otras palabras, se requiere confrontar la creencia de que la docencia es una actividad joven que en todo momento demanda de otros actores para que la “cuiden”, la “protejan” y, sobre todo, indiquen “qué tiene que hacer”.

Con qué nos debemos quedar… la didáctica

 

Cuando se presentan las reformas educativas, generalmente se insiste en que todas las prácticas docentes, las estrategias de aprendizaje y de evaluación, así como los materiales educativos que desarrollan los docentes, son erróneos y se tienen que modificar.[16] Esta premisa pone en problemas a la profesión porque desconoce su experiencia e ignora que llevarla a cabo comprende diagnósticos de sus alumnos, adaptaciones curriculares y diseño de estrategias. De esta suerte, hay elementos que para los maestros son muy útiles y por decreto no se pueden borrar. El gremio necesita quedarse con algo que siempre ha defendido: que los maestros conocen y dominan la enseñanza.

Como cualquier otra profesión, el ejercicio de la enseñanza es complejo, necesita de conocimientos sólidos sobre los contenidos de cursos (lengua, matemáticas, ciencias, historia), teorías pedagógicas y concepciones didácticas para que los alumnos aprendan. Los profesores hacen adecuaciones de acuerdo con las necesidades de sus grupos, las condiciones socioculturales de la comunidad donde se encuentra la escuela.

Para Robert y Carraud[17] todas las profesiones tienen un núcleo o corazón que es lo fundamental de la actividad. Para estos autores los maestros tienen como centro el deseo ferviente de que sus alumnos aprendan los conocimientos, las habilidades y los valores que les permitan interactuar con la sociedad y así mejorar su calidad de vida. Además, en su actividad reconocen que, sobre todo, las cuestiones emocionales de sus alumnos son casi tan importantes como las condiciones socioeconómicas. Así, los docentes se preocupan por las desigualdades de los estudiantes y tratan de mitigarlas a través del reforzamiento de ciertos conocimientos y valores.

Para Envisks “[…] la docencia es un arte porque es una actividad tan compleja que no se puede enumerar todo lo que el profesor hace”.[18] Entender la enseñanza como arte involucra reconocer que su práctica se da en el conocimiento situado de los alumnos.[19] Un maestro, al desempeñar su profesión, pone en juego los contenidos de los programas, el estado de aprendizaje de sus alumnos, el dominio de diferentes enfoques pedagógicos y los intereses de sus estudiantes. Posteriormente, construye una micropedagogía,[20] que es el desarrollo de su práctica a través de tareas, ejercicios, situaciones de aprendizaje y todo aquello que permita que sus alumnos construyan nuevos conocimientos. Con esto se entiende que el maestro no es un vehículo que transporta contenidos a sus alumnos,[21] sino un profesional que desarrolla actividades sofisticadas con el propósito de generar aprendizajes. Dichas actividades son irrepetibles, es decir, el docente es consciente de que a lo largo de su experiencia y su interacción con diferentes grupos puede recuperar ciertas estrategias, tendrá que hacer adaptaciones, construir nuevas actividades, acordes con sus alumnos y el entorno en que éstos se desenvuelven.

El desarrollo de la actividad didáctica de los maestros descansa en la articulación de tres elementos: fundamentos filosóficos, conocimientos sobre el desarrollo y aprendizaje del niño, y propuestas prácticas. Para Sacristán,[22] la didáctica implica que el maestro reconozca a un sujeto que se confronta con un contenido a través de una actividad. En la conjugación de estos elementos interviene la motivación de los alumnos, el tiempo, las condiciones familiares de los estudiantes, el entorno escolar, la experiencia del maestro.

Parece sencillo desarrollar una actividad didáctica, pero cualquiera que haya estado frente a grupo, sin una formación en enseñanza, reconoce que no es un proceso simple cuyo logro es inmediato, por el contrario, toma tiempo y hay un repertorio de elementos que intervienen. A todos nos gustaría ser como los profesores de las películas, que estimulan a sus alumnos, crean estrategias que permiten el logro de aprendizajes y a la vez desafían el establishment, pero el cine tiene un sentido artístico que, por formato, sintetiza o bien suaviza ciertos procesos o los romantiza. Sin duda, la didáctica no es simple. Pensemos en una maestra de primer año de primaria que recibe a un grupo de 35 alumnos con diferentes estados de maduración motriz, intelectual, social y emocional, quien durante diez meses trabaja permanentemente (con altas y bajas de los estudiantes) y al final del ciclo escolar consigue que aprendan a leer y escribir. Este resultado es un esfuerzo donde hay un encuentro de conocimientos didácticos, experiencia docente, interés de los alumnos y apoyo de los padres de familia. Con esto se ilustra que la didáctica no es tarea sencilla ni que su centro sea elaborar y usar únicamente materiales manuales y visuales.

En México, el docente aprende este saber en las escuelas normales. Desde hace treinta años hay un debate acalorado sobre la pertinencia de estas instituciones. No obstante, esa controversia lleva a un callejón sin salida y no es la intención de este texto. Si bien las normales son instituciones que datan del siglo XIX cuya finalidad era formar maestros con una vocación y regla,[23] durante el siglo XX en el país se distinguieron por su preparación en enseñanza con la inserción de los maestros en formación a prácticas frente a grupos, además de la experimentación pedagógica y la formación continua de maestros en servicio.[24] En los últimos tiempos, en cada cambio de gobierno presidencial, se activa un debate sobre la vigencia de las normales. Se les reprocha su cercanía con el SNTE, las posiciones ideológicas de sus profesores y alumnos o su comportamiento poco parecido a instituciones de educación superior.[25]

Efectivamente, las escuelas normales requieren una reconfiguración de sus principios y redefinición, pero nos debemos quedar con ellas como un proyecto de formación de profesionales de enseñanza que requiere atender al conocimiento del proceso de aprendizaje, el dominio de contenidos y el conocimiento pedagógico. Esto con la inserción pausada de maestros en formación en escuelas y grupos. Nos debemos quedar con el hecho de que un maestro requiere una formación profesional y rigurosa en enseñanza. Por ello, es conveniente que pensemos cómo queremos que sea la formación de nuestros maestros de educación básica y desechar la idea de que cualquier persona puede ejercer esta actividad profesional: “[…] la formación docente en muchos países, es de bajo nivel intelectual y moral. Lo más notable es el antiintelectualismo, muchas veces presentado como democratización […] no prepararse de manera minuciosa, considerando que se puede improvisar cuando trabajan con alumnos y jóvenes”.[26]

Con la reforma educativa 2013, se oficializó el ingreso como maestros egresados de carreras como pedagogía, ciencias de la educación y psicología educativa, cuando se sabe que estas profesiones no se especializan en enseñanza y, particularmente, en la didáctica de las disciplinas.[27] Esta decisión hace que la docencia como profesión se considere sustituible y accesible a toda persona que tenga un interés o necesidad por trabajar en educación básica. Esta acción es inquietante, ya que si bien en 2019 se reformó nuevamente el artículo 3° constitucional y se estableció que los egresados de escuelas normales tendrían preferencia en los concursos de ingreso a las funciones docentes, no se limita el acceso como maestros de educación básica a profesionales de otras áreas.

Las decisiones de formación de maestros pasan por el tamiz de los intereses políticos, las posiciones ideológicas e incluso dar ventajas para obtener plazas docentes sin necesariamente contar con la preparación profesional. Esto es una discusión recurrente entre el normalismo y diferentes sectores, pero desvirtúa lo sustancial: la fortaleza de la docencia está en su formación pedagógica-didáctica. Considero que la pedagogía mexicana debe contribuir al debate, que reconozca los juegos políticos pero que prevalezca la formación profesional para la enseñanza.

 

Qué necesitamos reinventar: el retorno a las aulas

 

«El regreso a la escuela presencial requiere que la profesión docente se renueve, de manera que prevalezca su conocimiento especializado, sus habilidades, su experiencia pedagógica y se emplee con fundamentos didácticos el uso de las TIC.»

 

La pandemia por la COVID-19, así como sus efectos por el distanciamiento social, puso a prueba a los sistemas educativos mundiales. Particularmente, para el ejercicio de la docencia fue complicado ya que en unos cuantos días los maestros trasladaron la práctica presencial a diferentes opciones para dar seguimiento al aprendizaje de sus estudiantes a la distancia. De acuerdo con datos de la MEJOREDU,[28] los maestros de educación básica hicieron uso de diferentes alternativas para continuar trabajando, tales como distribuir copias de ejercicios a los alumnos, ofrecer clases virtuales por diferentes plataformas, contactar a los alumnos vía telefónica, entre muchas más. Evidentemente, el diseño de estas actividades de enseñanza es perfectible, se requiere de mayor solidez pedagógica y, sobre todo, recursos tanto para profesores como para alumnos; no obstante, es evidente que los maestros, con mayores o menores dificultades, pudieron dar continuidad a su enseñanza con el uso de las tecnologías de la información y la comunicación (TIC).

Desde inicios del siglo XXI se ha insistido en que los cambios sociales y los últimos desarrollos tecnológicos afectan al ejercicio de la docencia. Los alumnos que llegan a las aulas de educación básica provienen de una sociedad de la imagen,[29] donde la información circula en formatos multimedios, en gran cantidad y de forma inmediata. En esta pandemia, una buena parte de la enseñanza en México se ofrece a través de las imágenes de las pantallas de las televisiones, computadoras, tabletas y los teléfonos celulares. Los maestros ya han hecho un acercamiento y uso de las TIC, sin embargo, no es suficiente y mucho menos se puede considerar que cuando haya una vuelta a clases generalizada será un regreso a la enseñanza que se ejercía antes de marzo de 2020. La incorporación de las TIC y los recursos digitales en la práctica docente es necesaria. Al regreso no podemos dar marcha atrás, ya que los alumnos lo resentirían. Por consecuencia, el reto será emplear las TIC en la enseñanza, no como una cuestión de carácter técnico y de la disposición de computadoras,[30] sino como un asunto donde la tecnología sea usada para la enseñanza:

[…] el trabajo del profesor consiste en actuar como orientador y guía del uso de la tecnología para el aprendizaje efectivo. Para hacer esto los profesores necesitan centrarse e incluso volverse más expertos en cosas que forman parte de su trabajo, incluido hacer buenas preguntas, proporcionar contexto, garantizar el rigor y evaluar la calidad del trabajo de los alumnos.[31]

Así, el regreso a la escuela presencial requiere que la profesión docente se renueve, de manera que prevalezca su conocimiento especializado, sus habilidades, su experiencia pedagógica y se emplee con fundamentos didácticos el uso de las TIC.

Ahora bien, con la pandemia, se trasladó la enseñanza, como otras actividades, al ámbito virtual, lo que acentuó las desigualdades para los menos favorecidos. Por esta razón, cuando estos actores regresen al ámbito presencial, el maestro tendrá el reto de desarrollar las competencias para involucrarlos. Además, la educación a distancia con diferentes dispositivos ha obligado a que una buena parte de los alumnos desplieguen una autonomía en su proceso de aprendizaje:[32] Algunos estudiantes se han habituado a gestionar sus tareas, realizar búsquedas de información y desarrollar ejercicios sin el acompañamiento de los docentes, así que se debe considerar que el proceso de enseñanza-aprendizaje se centre en el alumno y no en el maestro. Se requiere que las actividades docentes partan de los intereses de los estudiantes, en consideración de esa autonomía adquirida. Después de este gran confinamiento, no podemos considerar que la docencia será la misma.

La pandemia ha evidenciado ciertas conductas que como sociedad se deben reflexionar, entre ellas, el cuidado por la naturaleza y la conciencia colectiva. Por un lado, todo parece indicar que la COVID-19 tuvo origen por el efecto zoonótico, que es causado por el contacto cada vez más frecuente entre agentes patógenos de origen animal y los seres humanos, producto de las crecientes devastaciones de zonas naturales. Por lo tanto, se necesita contemplar para la formación docente y los alumnos el principio de que un planeta como “[…] nuestro hogar común y a la naturaleza como nuestra madre original a quien le debemos amor y respeto. No nos pertenece le pertenecemos”.[33] Además, el confinamiento demanda solidaridad que se manifiesta principalmente en la distancia social y el uso de cubrebocas con el propósito de cuidar a la comunidad, a pesar de numerosas evidencias de poco compromiso y empatía de las personas, donde se confronta la satisfacción de necesidades individuales contra el cuidado de la comunidad. Los estudiantes regresarán a las aulas con estas preocupaciones o bien naturalizando el hecho de ponderar el bien individual sobre el colectivo. Así pues, la actuación del maestro será fundamental para sensibilizar el papel que tenemos como ciudadanos en el cuidado y respeto del otro.

Sumado a esto, se advierte que, en estos momentos de alejamiento de las aulas físicas, las jefas, los jefes de familia, los hermanos mayores y las abuelas han comenzado a acompañar muy de cerca el proceso de aprendizaje de sus hijos o hermanos, debido al distanciamiento social.[34] Si bien esto ha sido una carga adicional para las familias, también ha sido una oportunidad para la formación y la consolidación de los aprendizajes de los alumnos. Desde la década de 1990, los maestros han advertido el desentendimiento de los padres en la enseñanza de sus hijos y las familias han subestimado el ejercicio profesional del docente.[35] Este alejamiento de la escuela y la docencia presencial ha puesto en primer plano que los maestros desarrollan un trabajo complejo y esencial, y sin la presencia de las familias la educación a distancia tendría dificultades mayúsculas. En este sentido, es fundamental la reinvención de canales y formas de comunicación entre maestros y familias, donde el propósito sea el aprendizaje de los estudiantes.

Esta incorporación de conocimiento, habilidades y experiencias en la docencia necesita de una formación profesional consistente. Los datos de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe y la Organización para las Naciones Unidad para la Educación, la Ciencia y la Cultura (CEPAL-UNESCO)[36] indican que los maestros de América Latina no estaban preparados para el uso de la tecnología y una educación a distancia.[37] Esto reitera la necesidad una actualización permanente en su actividad de enseñanza. También una formación inicial que derive de discusiones del gremio docente y no de autoridades o políticos en turno, representantes sindicales que pretenden implementar modelos pedagógicos que son recomendados por las agencias internacionales o que sólo se responda a una transmisión de contenidos curriculares. Debemos tener una formación docente que reconozca la docencia como un ejercicio intelectual y necesario para la sociedad. Y el reto de la pedagogía mexicana será visibilizar los problemas, las controversias, las ventajas del retorno a clases y el papel central de los maestros en esta tarea. Es prudente subrayar que la labor de la pedagogía será advertir estos retos y dar acompañamiento. En ningún momento tendrá la última palabra o la superioridad en conocimientos, sino que su papel será fungir como disciplina experta que comprende a la profesión docente y que puede orientar la toma de acciones del gremio.


Notas

 

[1]Doctora en Pedagogía por la UNAM. Profesora del Colegio y Posgrado en Pedagogía de la UNAM. Sus líneas de investigación son política de la educación básica, representaciones sociales y educación. Sus últimas publicaciones son Cuevas, Yazmín y Rangel, Karla, “Análisis de la carrera docente en la Educación Primaria en México: entre el credencialismo y la meritocracia”, en Archivos Analíticos de Políticas Educativas, Volumen 27, Número 44, pp. 1-25, 2019; Cuevas, Yazmín (coordinadora), La reforma educativa 2013 vista por sus actores. Un estudio en representaciones sociales, Ciudad de México, FFyL-UNAM, 2018; Cuevas, Yazmín (coordinadora) (2018) Reforma Educativa 2013. Evaluación, política y actores, Ciudad de México, Posgrado de Pedagogía- UNAM, México, 2018. Correo electrónico: yazmincuevas@filos.unam.mx

[2]CEPAL-UNESCO. La educación en tiempos de la pandemia de COVID-19. CEPAL-UNESCO, Santiago, 2020.

[3]Edel Navarro, et al. Entornos virtuales de aprendizaje 2001-2011. COMIE-ANUIES, México, 2015.

[4]Mejoredu. Experiencias de las comunidades educativas durante la contingencia sanitaria por COVID. Mejoredu, México, 2020.

[5]OEI. El efecto de la crisis del coronavirus en educación. OEI, Madrid, p. 16.

[6]Mejredu. Experiencias… Op. Cit.

[7]Bruno Latour. Imaginer les gestes-barrières contre leur retour à la production d´avant-crise, 2020, [en línea] <https://aoc.media/opinion/2020/03/29/imaginer-les-gestes-barrieres-contre-le-retour-a-la-production-davant-crise/> [Consulta : 30 de septiembre de 2020.]

[8]Alberto Arnaut. “Lo bueno, lo malo y lo feo del servicio profesional docente”. En Gloria del Castillo y Giovanna Valenti (Coords.), Reforma educativa. ¿Qué estamos transformando? Debate informado, FLACSO, México, Pp. 31-46.

[9]André Robert y Carraud, Françoise. Professeurs des écoles au XXIe siècle. Portraits socioprofesssionnels, PUF, París, 2018.

[10]Yazmín Cuevas y Karla Rangel. “Análisis de la carrera docente en la Educación Primaria en México: entre el credencialismo y la meritocracia.” Archivos Analíticos de Políticas Educativas, vol. 27, núm. 44, 2019, Pp. 1-25.

[11]Emilio Tenti. “Profesionalización docente: consideraciones sociológicas.” En Emilio Tenti (ed.), El oficio docente. Vocación, trabajo y profesión en el siglo XXI, Siglo XXI, Buenos Aires, 2007, Pp. 119-142.

[12]Carol Gilligan, Carol (coord.). La ética del cuidado. Cuadernos de la Fundació Víctor Grifols i Lucas, Núm. 30, Fundació Víctor Grifols i Lucas, Barcelona, 2013.

[13] Gutiérrez-Vidrio, Silvia. “La CNTE y Carlos Loret de Mola en el contexto de la reforma educativa 2013. Un estudio en representaciones sociales.” En Cuevas, Yazmín (coord.) Reforma Educativa 2013. Evaluación, política y actores. Posgrado de Pedagogía- UNAM, Ciudad de México, 2018, Pp. 153-176.

[14]Yazmín Cuevas y Karla Rangel. Análisis de la carrera docente… Op. Cit.

[15]Inger Enkvist. El complejo oficio del profesor. Fineo, Madrid, 2016, p. 59.

[16]Antonio Viñao. “El éxito o fracaso de las reformas educativas: condicionantes, limitaciones, posibilidades”, en Gimeno Sacristán (comp.), La reforma necesaria: entre la política educativa y la práctica escolar, Madrid, Morata, Pp. 43-60.

[17]André Robert y Françoise Carraud. Professeurs… Op Cit.

[18]Inger Enkvist. El complejo… Op cit. p. 51.

[19]Lourdes Montero. “La construcción del conocimiento en la enseñanza.” En Marcelo, Carlos (ed.). La función docente, Síntesis, Madrid, 2010, Pp. 47-83.

[20]André Robert y Françoise Carraud. Professeurs… Op Cit.

[21]Philippe Meirieu. La riposte. Pour en finir avec les miroirs aux alouettes. Autrement, París, 2018.

[22]José Gimeno Sacristán. En busca del sentido de la educación. Morata, Madrid, 2013.

[23]Agustín Escolano. Las escuelas normales, siglo y medio de perspectiva histórica. Revista de Educación, Núm. 269, 1982, Pp. 55-76, [en línea] <http://www.educacionyfp.gob.es/dam/jcr:bbbf6c76-0af9-49db-8995-c671cbc16832/re2690413059-pdf.pdf> [Consulta: 1 de octubre de 2020.]

[24]María Ibarrola. “La formación de profesores de educación básica en el siglo XX.” En Latapí, Pablo, Un siglo de educación en México (Tomo II), Fondo De Cultura Económica, México, 1998. Pp. 230-275.

[25]Yazmín Cuevas. “Políticas de formación docente en educación básica en la reforma educativa 2013”, Ángel Díaz Barriga (Coord.), La evaluación del desempeño docente. Propuestas y contradicciones, México, IISUE-UNAM, 2020. Pp. 63-100.

[26]Inger Enkvist. El complejo… Op cit. p. 69.

[27]Yazmín Cuevas y Karla Rangel. Análisis de la carrera docente… Op. Cit.

[28]Mejoredu. Experiencias… Op. Cit.

[29]Alvaro Marchesi. Sobre el bienestar de los docentes. Competencias, emociones y valores. Alianza Editorial, Madrid, 2007.

[30]Idem..

[31]Marc Prensky. Enseñar a nativos digitales. Ediciones SM, México, p.14.

[32]CEPAL-UNESCO. La educación… Op. Cit.

[33]Boaventura De Sousa Santos. La cruel pedagogía del virus. CLACSO, Buenos Aires, 2020.

[34]Mejoredu. Experiencias… Op. Cit.

[35]José Esteve. El malestar docente. Paidós, Barcelona.

[36]CEPAL-UNESCO. La educación…  Op cit.

[37]INEE. Los docentes en México. Informe 2015. México, INEE, 2015.

 

 


Referencias

 

 

ARNAUT, Alberto. “Lo bueno, lo malo y lo feo del servicio profesional docente”. En Gloria del Castillo y Giovanna Valenti (coords.), Reforma educativa. ¿Qué estamos transformando? Debate informado, FLACSO, México, 2014, Pp. 31-46.

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CUEVAS, Yazmín, “Políticas de formación docente en educación básica en la reforma educativa 2013”, Ángel Díaz Barriga (Coord.), La evaluación del desempeño docente. Propuestas y contradicciones, México, IISUE-UNAM, 2020. Pp. 63-100.

CUEVAS, Yazmín y Rangel, Karla. “Análisis de la carrera docente en la Educación Primaria en México: entre el credencialismo y la meritocracia”. Archivos Analíticos de Políticas Educativas, vol. 27, núm. 44, 2019, Pp. 1-25.

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