En 1919, en Chinameca, Morelos, un asesinato a traición acabó con la vida de Emiliano Zapata, quien dejó de ser líder revolucionario, para convertirse en símbolo de las reivindicaciones campesinas y la justicia social. Tan magnética ha sido la figura de Zapata, que los gobiernos han evocado su recuerdo para hacerlo parte de la Revolución mexicana convertida en mito político al servicio del Estado. Por su parte, distintos sectores sociales también han usado el recuerdo del “caudillo del Sur” como símbolo de lucha contra las clases opresoras.
Ante tanto manoseo de la figura del “caudillo del Sur”, es necesario desmontar los mitos históricos para tener un acercamiento más preciso al pasado
Ante tanto manoseo de la figura del “caudillo del Sur”, es necesario desmontar los mitos históricos para tener un acercamiento más preciso al pasado. Debemos reflexionar sobre cómo surgen estos mitos, el desarrollo que toman, las apropiaciones que sufren, así como los elementos que se les añaden y los que se les mutilan para mantenerlos vigentes en el mundo de la política y las identidades colectivas. Precisamente este texto aborda algunos aspectos de la dimensión mítica y simbólica que se ha formado alrededor de Zapata en los imaginarios colectivos.
***
Entre los gobiernos, fue Álvaro Obregón quien inició el culto oficial a Zapata para legitimar el reparto agrario. En 1931, se le convirtió en “Padre fundador” cuando su nombre fue escrito con letras de oro en el Congreso.[1] Asimismo, se le incluyó en la llamada “familia revolucionaria”, una idea de talante nacionalista creada por el Estado y que apuesta por el olvido y el recuerdo selectivos para construir memorias oficiales y mitos políticos. De esta manera, la “familia revolucionaria” pretende olvidar las diferencias que existieron entre los líderes que encabezaron la Revolución mexicana y presentarlos como caudillos hermanados dentro de un movimiento de “redención nacional”.[2]
Para moldear este “Zapata oficial”, los propagandistas del Estado ignoraron algunas características que el personaje tuvo en vida, pues resultaban incómodas para los valores cívicos y laicos que defendían las elites revolucionarias. Como resultado, se forjó la idea de un Zapata abstemio; se omitió su gusto por las peleas de gallos, así como el hecho de que su ejército solía abanderarse con la imagen de la Virgen de Guadalupe. En su lugar, se difundió una versión simplificada en la que Zapata era el símbolo de los ideales agraristas de la Revolución, cuyas exigencias –según el discurso oficial– encontraron feliz solución gracias a los gobiernos revolucionarios.[3] Las conmemoraciones oficiales, los murales, los monumentos, los planes educativos de la sep, y otros tantos medios, fueron empleados por los gobiernos para alimentar un maleable culto a Zapata, según fuera útil a sus intereses.
En el otro extremo se ubican las múltiples representaciones que distintos movimientos sociales también han forjado alrededor de Zapata hasta convertirlo en símbolo de resistencia popular. En 1970, por ejemplo, guerrilleros del estado de Guerrero legitimaron su rebelión recurriendo a la figura histórica de Zapata. Caso similar sucedió con movimientos estudiantiles de la Ciudad de México. Asimismo, los chicanos han evocado su memoria para expresar sus críticas políticas. Más reciente, está el caso del Ejército Zapatista de Liberación Nacional, ezln, que recurrió al caudillo del Sur para abanderar la causa de los indígenas chiapanecos.[4] Este
Zapata evocado para respaldar reivindicaciones sociales se manifiesta en las mantas y pancartas de las marchas de movimientos sociales, en las consignas de quienes gritan su nombre para legitimar sus demandas, en los murales no oficiales, en las pintas callejeras que plasman su imagen en muros como recordatorio de que Zapata está presente para hacer justicia al pueblo. Asimismo, el 10 de abril, aniversario luctuoso del “caudillo del Sur”, se convirtió en día de contra-conmemoración,[5] es decir, en la apropiación de una fecha del calendario festivo oficial para convertirla en jornada de manifestación ritual donde expresar reivindicaciones populares y reclamos al gobierno.
“Si Zapata viviera con nosotros estuviera”
***
Estos distintos usos de la figura histórica de Zapata no todo el tiempo están separados unos de otros, pues incluso en algunas pugnas políticas se han confrontado. Por ejemplo, durante la privatización del ejido promovida por el gobierno de Carlos Salinas de Gortari, los voceros del salinismo apelaron a la memoria del “caudillo del Sur” para legitimar esta reforma. De manera paralela, varias organizaciones campesinas también echaron mano del recuerdo del zapatismo para oponerse a dicha medida.
Cuando Salinas atendía cuestiones agrarias, solía hacerlo teniendo como telón de fondo un gran cuadro de Zapata[6] –posiblemente para crear la fantasía de que el héroe revolucionario inspiraba y autorizaba las decisiones del presidente. En ese tenor, las conmemoraciones oficiales relacionadas con el “caudillo del Sur” se emplearon para justificar su reforma a la propiedad ejidal. En una de esas ceremonias, Salinas señaló que su nueva política agraria era coherente con el deseo de justicia, respeto y armonía que Zapata demandaba para el campo mexicano.[7] El secretario de agricultura, Carlos Hank González, al encabezar en Morelos la ceremonia por el 80 aniversario de la firma del Plan de Ayala, se atrevió a decir: “Si Emiliano Zapata viviera habría de darle un abrazo a su amigo Carlos Salinas de Gortari, porque vería en él al realizador de la segunda etapa de la reforma agraria”.[8] Mientras esto ocurría, las organizaciones campesinas opositoras a la reforma al ejido convirtieron el 10 de abril en fecha de contra-conmemoración para protestar y denunciar que el legado zapatista estaba siendo traicionado por el gobierno de Salinas; y que en realidad eran ellos quienes representaban el verdadero espíritu agrarista del zapatismo. En una de esas jornadas, la frase “Zapata es nuestro” fue escrita en una de las mantas enarboladas por campesinos que marchaban desde el monumento a la Revolución hacia el zócalo, al tiempo que lanzaban gritos como: “Si Zapata viviera con nosotros estuviera”.[9]
***
No cabe duda que aún después de muerto, varias han sido las contiendas en las que Zapata ha luchado. Sin embargo, todavía aún no conocemos suficiente sobre los puntos en común y las diferencias entre las representaciones de Zapata creadas por los gobiernos y aquellas formadas por la sociedad sin responder a los intereses del Estado. No se puede hablar de un Zapata oficial y uno popular como si fueran dos representaciones radicalmente distintas, toda vez que el Zapata que evocan los movimientos sociales tiene algunas características que son apropiaciones del mito oficial zapatista, lo mismo que dicho mito retoma elementos de la memoria popular creada alrededor de este “héroe”.[10] Sin duda, es un campo en el que todavía queda mucho por decir, pero lo que sí es una certeza, es que estamos ante un símbolo cuyos usos encierran importantes formas en que el pasado es evocado para respaldar las contiendas del presente.
Finalmente, los diferentes usos que rodean a la figura de Zapata demuestran que pese a agotarse los logros de la Revolución mexicana, ésta todavía sigue vigente en los imaginarios colectivos, donde conserva su importancia en las luchas del presente, ya sea para legitimar al gobierno o para cuestionarlo. Por tanto, a cien años de su asesinato, no suenan tan descabelladas las voces que gritan “¡Zapata vive!
Notas
[1] Samuel Brunk, “The eyes of Emiliano Zapata”, pp. 119, 121.
[2] Sobre la mitificación de la Revolución mexicana, cf. Thomas Benjamin, La Revolución Mexicana. Memoria, mito e historia.
[3] Mary Kay Vaughan, “The construction of the patriotic festival in Tecamachalco, Puebla, 1900-1946”, pp. 226-227.
[5] La definición de contra-conmemoraciones fue tomada de: Carlos Alberto Ríos Gordillo, La memoria asediada. La disputa por el presente en la conmemoración del centenario, p. 197.
[6] “Zapata, presente en el discurso y en la vida cotidiana del presidente Salinas de Gortari”, Proceso, 8 de enero de1994 [en línea] <http://www.proceso.com.mx/164264/zapata-presente-en-el-discurso-y-en-la-vida-cotidiana-del-presidente-salinas-de-gortari>, [Consulta:14 de abril del 2019.]
[7] “No reaparecerán latifundios – Salinas”, Reforma, México, 11 de abril de1994, p. 6a.
[8] “Para contrarrestar la protesta de campesinos el gobierno monta actos de apoyo a la reforma”, Proceso, México, 2 de diciembre de 1991, pp. 14-15.
[9] “Marcha campesina a 74 años del asesinato de Chinameca”, México, La Jornada, 11 de abril de 1993, p. 11.
[10] Hoy en día las ciencias sociales prestan atención a cómo las prácticas, discursos y símbolos de dominación empleados por los gobiernos, pueden ser apropiadas y subvertidas por la población para utilizarlas con otros fines, incluso para ser instrumentalizadas como armas de resistencia frente al Estado. Asimismo, también se estudia cómo el Estado consigue crear consenso retomando demandas y representaciones de la cultura popular. Al respecto, están los sugerentes estudios compilados en: Gilbert, Joseph M. y Nugent, Daniel (comps.), Aspectos cotidianos de la formación del Estado.
Bibliografía
Hemerografía
La Jornada
Proceso
Reforma
Obras consultadas
Benjamin, Thomas, La Revolución Mexicana. Memoria, mito e historia, Taurus, México,
Brunk, Samuel, “The eyes of Emiliano Zapata”, en Samuel Brunk y Ben fallaw (eds.) Heroes and hero cults in Latin America, University of Texas Press, Austin, 2006.
———————, “Un siglo en el recuerdo”, Nexos, 1 de abril del 2019 [en línea], <https://www.nexos.com.mx/?p=41859>, [Consulta: 14 de abril del 2019.]
Gilbert, Joseph M. y Nugent, Daniel (comps.), Aspectos cotidianos de la formación del Estado, Ed. Era, México, 2002.
Ríos Gordillo, Carlos Alberto, “La memoria asediada. La disputa por el presente en la conmemoración del centenario”, en Secuencia. Revista de historia y ciencias sociales, núm. 87, México, Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora, 2013.
Vaughan, Mary Kay, “The construction of the patriotic festival in Tecamachalco, Puebla, 1900-1946”, en William H. Beezley, et al (eds.), Rituals of rule, rituals of resistance. Public celebration and popular culture in Mexico, Scholarly Resources, Wilmington, 1994.