Conciencia y Globalización

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Conciencia y Globalización

Eduardo Ruiz Mazón

La discusión sobre lo que es la conciencia, entendida tanto en un sentido epistemológico, como psicológico, cultural o incluso biológico, ha ocupado a la filosofía desde tiempos inmemoriales. Según sus diversas corrientes (realismo, racionalismo, empirismo, idealismo, etc.), esta conciencia ha sido planteada como un fenómeno individual, colectivo, histórico o incluso universal. En su dilucidación, se ha involucrado también el tema más reciente sobre las estructuras mentales o epistemológicas que permiten un conocimiento científico, a la manera como se ha entendido éste en la tradición positivista y de la filosofía de las ciencias experimentales en la actualidad.

Ante la pregunta de si ha existido o puede existir una conciencia universal, el fenómeno actual de la globalización podría arrojar elementos interesantes, dado el alcance mundial, tanto cultural como social y económico de la misma, sobre el que escuchamos discusiones frecuentemente. En este contexto, el término “global” podría ser sinónimo o análogo al de “universal”.

Para disponer de estos elementos, debemos, en primer lugar, circunscribir, aunque sea a grandes rasgos, el concepto de globalización, tal y como se maneja en ámbitos como la economía, la sociología o la teoría de las relaciones internacionales. En un segundo término, podríamos realizar una comparación histórica para ubicar este concepto en el contexto de la discusión filosófica de la conciencia universal. En ese sentido, podría compararse el concepto de conciencia con lo que era el estado de la globalización durante la época en que se postuló de manera prominente la idea de la conciencia universal, por ejemplo, durante el idealismo de principios del siglo XIX en Europa.

Dicha época se caracterizó, al interior de los países europeos y las naciones emergentes americanas, por un entusiasmo colectivo hacia los avances de los ideales revolucionarios de libertad, democracia y equidad, entendidos como aspiraciones “universales” o de la humanidad. No obstante, al mismo tiempo y a nivel internacional, el colonialismo europeo y sus mecanismos de dominio estaban en pleno auge, por lo que la discusión sobre la conciencia universal pasaba por el planteamiento, justificado o injustificado, de que existía una jerarquía temporal y espacial de las distintas civilizaciones y sus autoconciencias, en las que unas estaban subordinadas a otras. Para ello, se argumentaban desde razones de superioridad cultural, de un determinismo histórico o incluso de un cínico realismo justificado en el control por la fuerza de unas culturas por parte de otras. Todos estos argumentos buscaban explicar, cuando no justificar, una determinada estructuración de la conciencia universal.[1]

«Existe un amplio consenso a nivel de las opiniones generales y especializadas, en considerar que la globalización, al mismo tiempo que unifica y genera “interdependencias”, ha acentuado asimetrías, diferencias y tensiones sociales e internacionales»

En la actualidad, la mayoría de los colonialismos han sido abolidos, por lo menos de manera formal, y la comunidad internacional se entiende como un conglomerado de Estados soberanos e independientes, por lo menos de jure. La globalización, entonces podría plantearse en términos de una mayor homogeneización inherente a una conciencia universal. No obstante, existe un amplio consenso a nivel de las opiniones generales y especializadas, en considerar que la globalización, al mismo tiempo que unifica y genera “interdependencias”, ha acentuado asimetrías, diferencias y tensiones sociales e internacionales. De hecho, existen ahora más cuestionamientos y retos en torno a lo que se ha convertido la globalización en la actualidad, que en las etapas incipientes de la revolución industrial y de dominio capitalista de Europa a principios del S. XIX.

De una manera amplia, globalización se asocia con ideas como economía mundial, hegemonía de “occidente”,[2] la revolución de internet y las tecnologías de la información, o la acelerada interdependencia global. En general, implica la idea de que la humanidad se encuentra en un proceso avanzado de integración de una comunidad unificada en la que se ven involucradas prácticamente todas las facetas de la vida humana y la interacción social; desde la actividad económica, hasta la configuración cultural.[3]

Como fenómeno verdaderamente planetario, la globalización ha sido analizada como un proceso social e histórico y como un fenómeno que afecta la manera en que las personas conciben y se relacionan con el mundo, es decir, un fenómeno de la conciencia o de la Weltanschauung.

A nivel histórico, el debate sobre la globalización y su potencial para resolver o generar conflictos sociales incluye la crítica al capitalismo global, dentro y fuera de la tradición marxista, y la explicación de la economía internacional como un sistema mundial. En éste, existe una estructura conformada desde hace siglos, pero consolidada durante el siglo XX, compuesta de un centro, dominado por los países occidentales, y una periferia, compuesta por el resto de los países que se encuentran alienados respecto al centro,[4] es decir, son dependientes tanto en sus relaciones infraestructurales, como superestructurales, lo cual se refleja en la presencia de ideologías de dominio y la falta o difuminación de ideologías autóctonas. Estas ideas derivan en una conciencia global “desfasada”, es decir, una en la que la Weltanschauung del centro difiere y, en ocasiones, se contradice con las visiones del mundo de los países “periféricos”.

A nivel social, la globalización es asociada con los fenómenos de la “aceleración” y alienación de las sociedades modernas tardías, en los que la experiencia humana y la convivencia social se ven esencialmente afectadas por una compresión del espacio y una aceleración del tiempo,[5] en los que las formas históricas de regulación y organización de la vida pública y la experiencia subjetiva son trastocadas de manera irreversible por la facilitación, sin precedentes, del transporte, las comunicaciones y los flujos de información.

«El tema de la revolución de internet juega un papel creciente y ello puede analizarse a la luz de tres características básicas de la globalización: deslocalización, interconexión social y aceleración. En relación con la deslocalización, el internet ha facilitado de manera obvia que las diversas actividades sociales y laborales sean realizadas, independientemente de la localización geográfica de sus participantes.»

«Respecto a la interconexión social, el internet ha favorecido procesos en los que eventos, proyectos y decisiones de distinta naturaleza son realizados, diseñados o adoptados en lugares remotos geográficamente.»

«La aceleración de la vida social, en la dimensión virtual del internet, implica una reducción o incluso eliminación de las dimensiones espaciales y temporales de la experiencia “analógica” y una necesidad de respuesta o anticipación de sus participantes al alud de eventos e informaciones que se presentan que, al mismo tiempo que incrementan la productividad social, generan angustia e insatisfacción subjetiva.»

En esta discusión, el tema de la revolución de internet juega un papel creciente y ello puede analizarse a la luz de tres características básicas de la globalización: deslocalización, interconexión social y aceleración. En relación con la deslocalización, el internet ha facilitado de manera obvia que las diversas actividades sociales y laborales sean realizadas, independientemente de la localización geográfica de sus participantes. Así, por ejemplo, las labores transnacionales de empresas generan ganancias y plusvalía, que es muy difícil ubicar y consecuentemente gravar a nivel de jurisdicciones nacionales. Respecto a la interconexión social, el internet ha favorecido procesos en los que eventos, proyectos y decisiones de distinta naturaleza son realizados, diseñados o adoptados en lugares remotos geográficamente. Si bien su impacto se da a nivel local, genera una dislocación en el desarrollo “mixto” de las consecuencias de dichos procesos, al darse un desfase entre condiciones locales y remotas. Por otra parte, la aceleración de la vida social, en la dimensión virtual del internet, implica una reducción o incluso eliminación de las dimensiones espaciales y temporales de la experiencia “analógica” y una necesidad de respuesta o anticipación de sus participantes al alud de eventos e informaciones que se presentan que, al mismo tiempo que incrementan la productividad social, generan angustia e insatisfacción subjetiva.

Con frecuencia, se destacan las ventajas indiscutibles del internet para la educación y la formación y en ese sentido para la conformación de una conciencia “universal” en la que la humanidad pueda gozar de las ventajas de una sociedad del conocimiento y la innovación. No obstante, sobresalen riesgos como un empobrecimiento del conocimiento y, consecuentemente, de esta conciencia universal, al acelerarse procesos como la difusión de “fake news”, la manipulación ideológica y, quizá de manera más grave y de largo plazo, la dispersión irreversible o “entropía” de la información y las ideas, como se puede constatar con el uso masivo de las redes sociales y sus dinámicas, a partir de la utilización de los menores denominadores comunes informativos y semánticos.

Como se puede ver en este esbozo, la problemática en torno a la globalización tiene una dimensión ontológica (descriptiva y explicativa) y una dimensión normativa (de valoración y pragmática). En ambas dimensiones, se constata una interacción entre el fenómeno y el conocimiento o conciencia de este. Hablamos entonces de una conciencia “universal” en sentido lato, si bien la connotación valorativa de este término no aparece de ningún modo agotada.

La idea de la conciencia universal histórica, como se ha entendido en la filosofía durante por lo menos dos siglos, está estrechamente vinculada a la tradición del humanismo europeo y, particularmente, a ciertos valores heredados de la “modernidad” como la libertad, la justicia, la equidad y la democracia. Con la globalización, el significado de dichos valores se ha vuelto más complejo y ambiguo, pues, por un lado, su aplicación y vigencia se ha vuelto más problemática al haber sido rebasadas las competencias y capacidades de las entidades institucionales y jurisdicciones tradicionalmente diseñadas para ello, como, por ejemplo, los aparatos gubernamentales o las soberanías de las naciones-Estados. Por otra parte, la diversidad cultural emergente en dicha globalización ha manifestado más que nunca el relativismo histórico y geográfico de dichos valores.

«La globalización, impensable sin los progresos científicos y tecnológicos, se ha vuelto en contra de los ideales humanistas modernos al favorecer procesos como la polarización socioeconómica, el rebasamiento de las capacidades de instituciones comunitarias de autogestión, la hegemonía de unos pocos en el control de los recursos materiales y el manejo de la información.»

A nivel de las sociedades “modernas”, este desfase se ha manifestado en lo que los autores de la “Dialéctica de la Ilustración” denominaron como “aporía” entre el progreso y bienestar favorecidos por el pensamiento libre, o sea científicamente fundado, y la libertad del pensamiento.[6]  La globalización, impensable sin los progresos científicos y tecnológicos, se ha vuelto en contra de los ideales humanistas modernos al favorecer procesos como la polarización socioeconómica, el rebasamiento de las capacidades de instituciones comunitarias de autogestión, la hegemonía de unos pocos en el control de los recursos materiales y el manejo de la información.

A nivel internacional, estas contradicciones no sólo se manifiestan por la deslocalización de estos valores en contextos y entornos distintos a donde históricamente surgieron, sino, sobre todo, porque existe una percepción o conciencia amplia que, en principio, no pone en duda su significado o legitimidad, sino su imposición universal y, sobre todo, su instrumentación ideológica por parte de las naciones y culturas que los defienden y consideran su patrimonio o legado a la humanidad.

Esta instrumentación es percibida además como lo que es llamado comúnmente “doble moral”: No sólo es que las naciones hegemónicas quieran imponer estos valores, propios de sus culturas, sino que ellas mismas no los aplican en su interacción con otros países.

De acuerdo con las tres principales corrientes en la teoría de las relaciones internacionales, este desfase de la conciencia universal, propio de la era de la globalización, se explica y justifica de distintas maneras. Según los realistas, tradicionalmente relacionados con el pensamiento conservador en los países occidentales, la interacción entre las naciones, justa o injusta, se entiende como un hecho naturalmente dado, en el que los agentes más poderosos impondrán siempre sus intereses y perspectivas. Para los pluralistas, más cercanos tradicionalmente al pensamiento liberal, las injusticias de la interacción global entre las naciones no son, en realidad, como las describen los críticos de la globalización, lo cual es demostrado por la existencia y actuación de un creciente número de efectivos organismos y organizaciones internacionales de amplia representación planetaria y por las bondades económicas para todo el planeta de doctrinas hasta hace poco triunfantes como el neoliberalismo. Para los globalistas, generalmente más cercanos al pensamiento socialista o socialdemócrata, la interacción entre naciones está determinada por factores estructurales históricos, que han condicionado un orden asimétrico e injusto de larga duración, mismo que, no obstante, puede y debe ser cambiado, mediante una aplicación real y universal de valores como la equidad y la justicia social.

Más allá de las ideologías occidentales que buscan interpretar, explicar o justificar este orden o desorden global, el punto importante a destacar es que no es ya más “occidente” el que tiene el monopolio de las interpretaciones o explicaciones. De aquí, el que la conciencia universal sea una necesidad de los tiempos globales, pero, al mismo tiempo, un proceso desfasado y alienado, en tanto predominen únicamente interpretaciones occidentales.

Este desfase puede extenderse a la concepción de la conciencia, incluso entendida como una capacidad biológica, a la manera en que la psicología experimental y las ciencias cognitivas la estudian actualmente. La conciencia universal, como fenómeno o capacidad humana, es con frecuencia extrapolada al terreno de lo que se entiende como “natural” y es reducida a un objeto de estudio para las ciencias naturales, aunque su desarrollo histórico y cultural, además de su carácter problemático, puede antes propiciar un relativismo de las ciencias experimentales que se ocupan de la mente que una absolutización del carácter siempre inconcluso y abierto de la conciencia y el conocimiento.

La alienación de la conciencia global ha querido ser resuelta mediante diferentes enfoques y propuestas de acción y crítica social sobre la modernidad en occidente y más allá. Así tenemos, por ejemplo, la teoría de la acción comunicativa de Habermas, según la cual, la “colonización interna” de la conciencia y su relación con el mundo puede ser superada mediante una teoría de la sociedad basada en la meta del entendimiento, los consensos y la comunicación, antes que la racionalización, la instrumentación tecnológica y la explotación económica. En dicha sociedad pueden coexistir distintas visiones del mundo, que pueden ser, al mismo tiempo, objetivas, subjetivas y normativas de la interacción humana, es decir, legítimas.[7]

Otras teorías filosóficas y sociológicas recientes se han ocupado también de identificar y proponer condiciones sociales y acciones que favorezcan una “resonancia”[8] o armonía de las relaciones entre los miembros de una sociedad y su entorno mundial, con su conciencia subjetiva y colectiva, mediante el reconocimiento del carácter limitado de dicho entorno y la superación de una lógica de acumulación y progreso ilimitados o indefinidos, con consecuencias destructivas para el medio ambiente, la convivencia política y la felicidad subjetiva.

No obstante, muchos de estos enfoques son ambiguos en su tratamiento de la problemática de la globalización y, en muchos casos, sus propuestas, si bien consideran el tema de la alienación entre la conciencia y el mundo, entienden dicho mundo de manera abstracta, sin identificarlo con la condición histórica actual de todo el planeta y su amplia paleta de problemas.

Es claro que, a la conciencia desfasada por la deslocalización de la globalización al interior de los países, corresponde una conciencia desfasada por la persistencia de la Weltanschauung occidental y la emergencia de la alteridad no occidental y sus visiones alternativas, igualmente legítimas. Ambos problemas deben ser tratados en una discusión sobre lo que puede ser o no ser una conciencia universal o global.

La discusión actual sobre el resurgimiento de las religiones y de la “creencia” religiosa o de otro tipo, como contraparte del “conocimiento”, arroja también retos interesantes a la discusión sobre lo que debe ser entendido como conciencia global. El crecimiento del bienestar e integración a la economía global de sociedades no seculares en distintas partes del mundo muestra que la identificación tradicional entre modernización y secularización no es ya vigente.[9] En este contexto, la validez de las creencias como marcos de interpretación del mundo y de orientación de las personas en el mismo, tendría que ser también incorporada al concepto de conciencia universal. Pero ello, formaría parte de otra discusión.

En todo caso, el planteamiento de la atomización de una colectividad global no debe obligarnos a renunciar al esfuerzo por determinar o comprender la colectividad singular que llamamos universo o mundo y que es patente en nuestra época como referencia espacial y temporal, pero sobre todo como globalización, un proceso que afecta no solo a Europa u occidente, sino a los cinco continentes del planeta.

Por otra parte, la historia global no puede seguir siendo entendida como historia universal o de la humanidad a la manera en que ha sido manejada por la historiografía en el pasado y, sobre todo, en explicaciones simplistas y reduccionistas que siguen pululando en internet, librerías y bibliotecas.

La historia universal seguirá siendo una versión parcial de la historia global, en tanto la globalización no sea entendida como problema y temática que atañe a la diversidad cultural de las distintas comunidades, naciones y regiones del planeta. La conciencia universal, por su lado, solo alcanzará un verdadero estatus global, cuando se libere de su eurocentrismo u “occidentalismo” y supere la contradicción aún imperante entre sus retos normativos restringidos por la dinámica actual de la globalización y la realidad cultural diversa del planeta, para constituir una globalidad o universalidad en un sentido verdaderamente humano.

 

Notas

[1] Cf. G.W.F. Hegel y su exposición evolutiva de las distintas civilizaciones antiguas, mediterráneas y europeas en sus Lecciones sobre Filosofía de la Historia.

[2] Para efectos de este artículo, “occidente” alude a los países europeos y Estados Unidos, principalmente.

[3] Cf. “Globalization”, en Stanford Encyclopedia of Philosophy.

[4] Cf. Immanuel Wallerstein, The Modern World-System III.

[5] Hartmut Rosa, Alienación y aceleración: hacia una teoría crítica de la temporalidad en la modernidad tardía.

[6] Cf. Max Horkheimer et al., Dialéctica de la Ilustración, p. 3.

[7] Cf. Jürgen Habermas, Teoría de la acción comunicativa, Tomo I, pp. 148-151 y Tomo II, pp. 548-595.

[8] Cf. Rosa, Resonancia: una sociología de la relación con el mundo.

[9] Cf. Habermas, Pensamiento postmetafísico II, pp. 308-310.

 

Bibliografía

“Globalization”, en Stanford Encyclopedia of Philosophy,  [en línea],

<https://plato.stanford.edu/entries/globalization/#:~:text=Globalization%20refers%20%E2%80%9Cto%20processes%20of,%26%20Perraton%201999%2C%2015>.  [Consulta: 14 de agosto de 2022.]

HABERMAS, Jürgen, Theorie des kommunikativen Handels, Band 1, Handlungsrationalität und gesellschaftliche Rationalisierung; Band 2, Zur Kritik der funktionalistischen Vernunft (Teoría de la acción comunicativa, Tomo 1 racionalidad de las acciones y racionalización social; Tomo 2, sobre una crítica a la razón funcionalista), Suhrkamp, Frankfurt, 2014.

—————————, Nachmetaphysisches Denken II, Aufsätze und Repliken (Pensamiento post-metafísico II, ensayos y réplicas), Suhrkamp, Berlín, 2012.

HEGEL, G.W.F., “Vorlesungen über die Philosophie der Geschichte” (Lecciones sobre Filosofía de la Historia), en Philotextes, [en línea], <http://philotextes.info/spip/IMG/pdf/hegel_philosophie_der_geschichte.pdf>. [Consulta: 14 de agosto de 2022.]

HORKHEIMER, Max y Adorno, Theodor, Dialektik der Aufklärung (Dialéctica de la Ilustración), Fischer Verlag, Frankfurt, 2003.

ROSA, Hartmut, Alienación y aceleración: hacia una teoría crítica de la temporalidad en la modernidad tardía, Trad. UNAM, Centro de Investigaciones Interdisciplinarias, Katz Editores, México, 2016.

Resonanz, Eine Soziologie der Weltbeziehung (Resonancia: una sociología de la relación con el mundo), Suhrkamp, Berlín 2019.

WALLERSTEIN, Immanuel, The Modern World-System III, The Second Era of Great Expansion of the Capitalist World-Economy, Academic Press, San Diego, 1989.

 

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