Educar para la salud en el siglo XXI: desafíos y posibilidades

Educar para la salud en el siglo XXI: desafíos y posibilidades

Rebeca Caballero Álvarez

Rebeca Caballero Álvarez[1]

 

La educación para la salud es una intervención social de incidencia

particular y colectiva que tiene como objetivo la promoción de la salud,

la prevención de los sufrimientos y de la enfermedad, así como su curación

o mejora, recordando la estrecha relación con calidad, bienestar y sentido.

 

Rosa Boixareu, Ecología y salud, p. 129.

 

Reflexionar en torno a las aportaciones que la educación puede hacer al campo de la salud, cuando la humanidad enfrenta una de las crisis sanitarias más terribles de su historia, resulta no sólo pertinente, sino necesario. El 2020, sin duda, será recordado como uno de los años más catastróficos del siglo XXI debido a la pandemia causada por la COVID-19, una enfermedad infecciosa que afecta las vías respiratorias y que, para diciembre de 2020, había infectado a más de 70 millones de personas en todo el mundo y cobrado la vida de más de un millón y medio.[2] Sin embargo, la COVID-19 no es la única calamidad que amenaza la vida de millones de personas alrededor del mundo.

De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS), el bienestar y la salud de buena parte de la población mundial se encuentra en peligro permanente debido a la pobreza, los conflictos bélicos, la contaminación del aire, el cambio climático, las enfermedades transmisibles como el VIH, la hepatitis, la malaria, la tuberculosis y la influenza, por mencionar algunas; así como por enfermedades no trasmisibles, por ejemplo las cardiovasculares, el cáncer o la diabetes; además de trastornos mentales, el consumo de sustancias tóxicas, los traumatismos, entre otras dificultades derivadas de desigualdades sociales, políticas, económicas y de género.[3] Ante este panorama, ¿qué puede hacer la educación?

Las vertientes que tiene la interrogante son múltiples y muy variadas, no intentamos aquí agotar la respuesta, pero sí puntualizar algunos aspectos que incentiven y favorezcan la búsqueda de alternativas desde la pedagogía, con la convicción de que la salud es un ámbito que requiere de la intervención creativa y comprometida de quienes nos interesamos por la conceptualización y praxis del fenómeno educativo. 

 

De la promoción a la educación para la salud

«La educación brinda condiciones para que las personas se involucren en la organización eficaz de actividades encaminadas a identificar y abordar los problemas de salud imperantes en su localidad o grupo social».

 

Durante los últimos 40 años, la labor educativa en materia de salud se ha desarrollado en el marco de la promoción de la salud, la cual, de acuerdo con la Organización Mundial de la Salud, “[…] es el proceso que permite a las personas incrementar el control sobre su salud para mejorarla”.[4] Para que esto sea posible, es necesario fomentar el desarrollo de habilidades personales y fortalecer la acción comunitaria para la salud, así como establecer una política pública saludable, crear entornos que apoyen la salud, reorientar los servicios sanitarios, promover la responsabilidad social e incrementar las inversiones para el desarrollo de la salud; además de expandir la colaboración para la promoción de la salud y garantizar la infraestructura necesaria para llevarla a cabo.[5]

La promoción de la salud se considera indispensable para un desarrollo económico y social sostenido, por lo que es obligación de los gobiernos, el personal de salud y la sociedad en su conjunto trabajar a su favor,[6] ya que promueve la equidad sanitaria, es decir, contribuye a reducir las desigualdades de acceso al sistema de salud, y a asegurar la igualdad de oportunidades para que toda la población pueda desarrollar al máximo su potencial de salud.[7] Por esta razón, cualquier programa o estrategia de promoción de la salud debe adaptarse a las necesidades locales y a las posibilidades específicas de cada país y región, y considerar sus diversos sistemas culturales, sociales y económicos, pues sólo así se puede facilitar la participación de todos los miembros de la sociedad.[8]

La promoción de la salud pone en el centro a las personas, en tanto que “[…] son los individuos y las familias, y no los médicos [u] otros agentes sanitarios, quienes toman la mayor parte de las decisiones que afectan a su salud”.[9] Es debido a esto que la promoción de la salud está directa y estrechamente vinculada con la educación, pues es a través de intervenciones educativas que se puede estimular la participación individual y colectiva en la procuración de la propia salud. Mediante la promoción de la salud y la acción educativa que conlleva se busca mejorar la calidad de vida, así como fomentar tanto la autorresponsabilidad como la colaboración individual y colectiva en la planificación, organización, funcionamiento y control de la atención primaria de salud.[10] De esta manera, se proporcionan para ello los medios necesarios para asegurar el acceso a información que contribuya a prevenir enfermedades[11] y se propician aptitudes y situaciones donde las personas puedan asumir el control de todo lo que afecta y determina su estado de salud, en aras de que cada individuo o grupo social sea capaz de identificar y realizar sus aspiraciones, satisfacer sus necesidades y cambiar o adaptarse al medio que le rodea.[12]

La educación posibilita la promoción de la salud, por lo que suele verse como un medio para lograr un fin: empoderar a las personas para que adquieran un mayor control sobre las decisiones y acciones que afectan su salud.[13] A través de la educación, individuos y comunidades reconocen su capacidad para mejorar su salud a partir de su propio esfuerzo adoptando comportamientos y estilos de vida beneficiosos tanto para su salud, como para la de sus familias, barrios y comunidades.[14] Esto es posible gracias a estrategias pedagógicas que les brindan información acerca de enfermedades y de cómo pueden evitarlos o atenderlos, al tiempo que desarrollan prácticas de autocuidado.

Por otra parte, la educación brinda condiciones para que las personas se involucren en la organización eficaz de actividades encaminadas a identificar y abordar los problemas de salud imperantes en su localidad o grupo social, de tal forma que pueden definir, tanto  individual como colectivamente, sus propios problemas y necesidades en materia de salud, comprendiendo así lo que pueden hacer para atenderles, considerando para ello tanto sus propios recursos como los apoyos que puedan recibir de otros, por ejemplo, del personal médico; además, la educación ofrece elementos para decidir cuál es la acción más apropiada para llevar una vida sana y, de esta forma, aportar al bienestar de la comunidad.[15] El papel que ha jugado la educación en la promoción de la salud ha sido tan relevante que hoy se le asume como un ámbito en sí mismo.

Como área vinculada, más no subordinada a la promoción de la salud, la educación para la salud ya no se concibe como un medio, sino como una perspectiva teórica y práctica encaminada al análisis de la relación e interacción entre educación y salud. La emergencia de este nuevo campo ha generado múltiples posibilidades para describirlo y comprenderlo, evidenciando con ello su complejidad. La OMS, por ejemplo, define a la educación para la salud como un conjunto de oportunidades de aprendizaje que no sólo transmiten información, sino que fomentan habilidades personales, incluidas la motivación y la autoestima, con una doble intención: la primera, adoptar medidas destinadas a mejorar la salud; la segunda, generar cambios sociales, económicos, políticos, culturales y ambientales que la favorezcan.[16]

Otras definiciones, como la de Perea, conciben a la educación para la salud como “[…] un proceso de educación permanente que se inicia en los primeros años de la infancia orientado hacia el conocimiento de sí mismo en todas sus dimensiones tanto individuales como sociales, y también del ambiente que le rodea en su doble dimensión, ecológica y social, con objeto de poder tener una vida sana y participativa en la salud colectiva”.(sic)[17] Pero ya sea como conjunto de actividades o como proceso, el término educación para la salud tiende a emplearse para describir todo esfuerzo encaminado a brindar información y conocimientos que permitan mantener o promover la salud.[18] Tal esfuerzo puede provenir de cualquier ámbito educativo, por lo que puede ser de tipo informal, no formal o formal.

Los enfoques de la educación para la salud

«La apuesta pedagógica de esta aproximación es dialógica y horizontal: ya no se trata de decirle a las personas qué es lo que deben hacer para cuidar y mejorar su salud, ni de persuadirles para que lo lleven a cabo, sino de construir alternativas junto con ellas a partir de sus propias necesidades».

 

La diversidad conceptual que se advierte también es práctica, por lo que no hay una única forma de llevar a cabo la educación para la salud; no obstante, se pueden identificar dos grandes enfoques.[19] El primero de ellos, denominado clásico, ha derivado en dos modelos: uno se caracteriza por ser informativo y prescriptivo, por lo que prioriza el contenido y los mecanismos para su transmisión; mientras que el segundo modelo se aboca a evitar conductas dañinas y propiciar comportamientos que beneficien la salud, su objetivo, por tanto, consiste en generar cambios a nivel conductual. Ambos modelos ponderan una visión individualista de la salud, ya que consideran que cada persona es la única responsable de su salud, omitiendo la influencia que tienen variables externas, por ejemplo, las condiciones políticas, sociales, económicas, culturales y ambientales, entre otras.

Los modelos del enfoque clásico suponen que la solución a los problemas de salud se halla, exclusivamente, en la conducta individual, es decir, si la persona modifica su comportamiento, entonces, en automático, resolverá cualquier complicación relacionada con su salud. En consecuencia, recurren a estrategias pedagógicas de corte conductista o persuasivo comunicacional, cuyos resultados suelen ser limitados, poco comprendidos y, muchas veces, insatisfactorios para las y los participantes,[20] pues “[…] no toman en cuenta [ni las necesidades, ni] la libre voluntad del individuo y restan importancia a las decisiones conscientes y al pleno uso de su inteligencia”.[21] Impera, por tanto, una visión autoritaria y vertical del proceso educativo, la cual tiende a la obediencia más que la reflexión. En este enfoque se espera que las personas sigan indicaciones, que hagan lo que se les dice, de lo contrario se les reprende, generalmente, culpabilizándoles.  

El segundo enfoque de la educación para la salud surge como una crítica al enfoque clásico. A diferencia de éste, considera que la acción individual es insuficiente para preservar y mejorar la salud, se requiere de la participación colectiva pero, sobre todo, de transformaciones estructurales que conlleven a “[…] una distribución equitativa de los recursos mínimos para conseguir bienestar, con el objetivo de que las personas tengan «el máximo suficiente», no el «mínimo necesario»”.[22] La salud, por tanto, no se ve como una cuestión individual sino social, por eso, en este enfoque se enfatiza la organización y participación comunitaria; su propósito es concientizar y emancipar, recurriendo para ello a los principios teórico-metodológicos de la educación popular.[23]

La apuesta pedagógica de esta aproximación es dialógica y horizontal: ya no se trata de decirle a las personas qué es lo que deben hacer para cuidar y mejorar su salud, ni de persuadirles para que lo lleven a cabo, sino de construir alternativas junto con ellas a partir de sus propias necesidades. Esto no significa “desconocer la importancia de la información —o negar la relevancia de modificar conductas perjudiciales— sino de redimensionar su papel en la educación para la salud.[24] En este sentido, lo importante para este enfoque, siguiendo las enseñanzas de Paulo Freire, “[…] no es transferir conocimiento, sino crear las posibilidades para su propia producción o construcción”.[25] Así como reconocer y fomentar la autonomía personal y comunitaria.

Este enfoque no sólo está en mayor consonancia con lo que se plantea desde la promoción de la salud, sino que resulta mucho más favorable y enriquecedor para la propia educación para la salud, sin embargo, la tendencia, aun en la actualidad, es optar por los modelos del enfoque clásico. Esto obedece, al menos en parte, a que la salud se sigue concibiendo como un asunto meramente individual y no como un fenómeno social, precisamente porque la noción predominante de salud es aquella que la circunscribe al ámbito de lo biológico, es decir, aquella que la define como el estado en el cual el organismo ejerce con normalidad todas sus funciones, pese a que la propia OMS, hace más de medio siglo, declaró que la salud es “[…] un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades”.[26]

El futuro de la educación para la salud: a manera de cierre

«La educación para la salud en el siglo XXI debe educar para la vida, pero no cualquier vida, sino aquella que reconoce nuestra interdependencia como miembros de una misma sociedad, partícipes de las decisiones en materia de salud pública y también responsables de nuestros actos y omisiones».

 

A lo largo de las últimas cuatro décadas, gradualmente y no sin dificultades, se abrió paso una importante labor educativa en materia de salud. Desde una incipiente y poco reconocida actividad de promoción, el ámbito de la educación para la salud se ha hecho de un lugar propio, con aproximaciones, conceptos y prácticas que han destacado no solamente la relevancia de un manejo amplio y apropiado de la información sobre la salud, sino, lo más importante, también han incidido en fomentar habilidades personales para la mejora de la salud individual y colectiva, evidenciando la necesidad de enmarcarlas en un contexto social que demanda respuestas estructurales, organización y participación de la sociedad en su conjunto.

El tránsito no es ni ha sido nada sencillo, tampoco homogéneo, de ahí que trascender lo meramente informativo y prescriptivo sea, probablemente, el mayor reto que la educación para la salud enfrenta en este nuevo milenio; para sortearlo, es indispensable mirar la salud más allá de su dimensión biológica en aras de comprenderla no sólo como un concepto, sino como un acontecimiento en el que convergen cuestiones históricas, culturales, sociales, políticas, económicas, ambientales y subjetivas, pues, después de todo, la salud, al igual que la enfermedad, es algo que se vive, que se experimenta. Por esto “[…] tiene mucho que ver con el sentido de la vida y con el hecho de irlo encontrando (de irlo experimentando).[27] Es por ello que “[…] sabernos sanos o enfermos se vincula con la idea de estar en el mundo”.[28]

En este sentido, la educación para la salud en el siglo XXI debe educar para la vida, pero no cualquier vida, sino aquella que reconoce nuestra interdependencia como miembros de una misma sociedad, partícipes de las decisiones en materia de salud pública y también responsables de nuestros actos y omisiones. Educar para la salud, por tanto, es educar para la vida, pero para esa vida que se reconoce como deseable, en la cual está presente como rasgo fundamental la autonomía personal, pero también la co-responsabilidad respecto al bienestar de las y los demás, pues, parafraseando a Edgar Morin, la vida humana es solitaria y solidaria al mismo tiempo,[29] al igual que la salud es individual y social,  es “[…] un equilibrio, ciertamente siempre provisional e inestable, que se basa en todo un conjunto de correspondencias y referencias, entre exterioridad e interioridad, entre historia como ámbito común y compartido y la experiencia personal, entre «cómo os encontráis vosotros» y «cómo me encuentro yo»”.[30]

 


Notas

[1]Licenciada y maestra en Pedagogía por la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), donde se desempeña como profesora del Colegio de Pedagogía desde 2008 impartiendo clases de Historia de la Educación en México, Historia de la Educación y la Pedagogía, Filosofía de la Educación, y un Taller de Educación no Formal (Salud y Educación). Ha realizado estancias de investigación en España, Argentina y Canadá. Fue investigadora asociada nivel A en el Centro de Estudios Educativos (CEE) de 2010 a 2013. Ha colaborado con diversas instituciones y organizaciones, entre las que destacan el Instituto Nacional de las Mujeres, la Organización de Estados Iberoamericanos para la Educación la Ciencia y la Cultura, la Secretaría de Educación Pública, el Instituto de Educación Media Superior del Distrito Federal, la Coordinación del Bachillerato a Distancia de la UNAM, la Subsecretaría de Educación Media Superior, la Secretaría de Educación del Gobierno del DF, la Universidad Pedagógica Nacional y la Universidad Autónoma de Sonora; así como con instituciones de educación superior y asociaciones privadas, desempeñando funciones y actividades de tutoría, asesoría y coordinación de proyectos educativos, además de dictaminar materiales educativos e impartir cursos y talleres. Correo electrónico: rebecacaballero@filos.unam.mx

[2]En el caso concreto de México, de acuerdo con datos de la Subsecretaria de prevención y promoción de la salud, a mediados de diciembre de 2020 más de 116 mil personas habían muerto a causa de la COVID-19, y casi un millón trescientos mil se habían contagiado. Más del 20% de las defunciones y los contagios sucedían en la Ciudad de México. Cf. Secretaría De Salud. Coronavirus COVID-19. Comunicados técnicos diarios. 2020, [en línea] <https://www.gob.mx/salud/documentos/coronavirus-covid19-comunicados-tecnicos-diarios-diciembre-2020?idiom=es>. [Consulta: 18 de diciembre de 2020.]

[3]Cf. Organización Mundial de la Salud. Promover la salud, preservar la seguridad mundial, servir a las poblaciones vulnerables. 13º Programa General de Trabajo 2019-2023. OMS, Ginebra, 2018.

[4]Organización Mundial de la Salud. Promoción de la salud. Glosario. OMS, Ginebra, 1998. p.10.

[5]Cf. Organización Mundial de la Salud. Carta de Ottawa para la promoción de la salud. 1986, [en línea] <https://www.paho.org/hq/dmdocuments/2013/Carta-de-ottawa-para-la-apromocion-de-la-salud-1986-SP.pdf>. [Consulta: 3 de diciembre de 2020.]

[6]Cf. Organización Mundial de la Salud. Declaración de Alma-Ata. 1979, [en línea] <https://www.paho.org/hq/dmdocuments/2012/alma-ata-1978declaracion.pdf> [Consulta: 2 de diciembre de 2020.]

[7]Cf. Organización Mundial de la Salud. Carta de Ottawa… Op. Cit.

[8]Idem.

[9]Organización Mundial de la Salud. Educación para la salud. Manual sobre educación sanitaria en atención primaria de salud. OMS, Ginebra, 1989. p. IX.

[10]La atención primaria de salud se enfoca en los principales problemas de salud de una comunidad y presta los servicios de promoción, prevención, tratamiento y rehabilitación necesarios para resolverlos, por lo que constituye la función central de cualquier sistema de salud, pues es la encargada de brindar la asistencia sanitaria básica. Cf. Organización Mundial de la Salud. Declaración de Alma-Ata… Op. Cit.

[11]Prevenir la enfermedad significa no sólo impedir la aparición de ésta, sino detener su avance cuando ya ha aparecido, además de mitigar sus consecuencias. Cfr. Organización Mundial de la Salud. Promoción de la salud…Op. Cit.

[12]Cf. Organización Mundial de la Salud. Carta de Ottawa… Op. Cit.

[13]La OMS habla de empoderamiento para la salud, definiéndolo como “un proceso social, cultural, psicológico o político mediante el cual los individuos y los grupos sociales son capaces de expresar sus necesidades, plantear sus preocupaciones, diseñar estrategias de participación en la toma de decisiones y llevar a cabo acciones políticas, sociales y culturales para hacer frente a sus necesidades.” Organización Mundial de la Salud. Promoción de… Op. Cit. p.16.

[14]Cf. Organización Mundial de la Salud, Educación para la salud Op. Cit.

[15]Idem.

[16]Cf. Organización Mundial de la Salud. Promoción de…Op. Cit.

[17]Perea, R. La educación para la salud, reto de nuestro tiempo. Educación XX1, Núm. 4, 2001, Pp. 15-40.

[18]Cf. Valadez, I., Villaseñor, M., y Alfaro, N. Educación para la salud: la importancia del concepto. Revista de Educación y Desarrollo, Núm. 1, 2004, Pp. 43-48; Torres, I., et al. La investigación en educación para la salud. Retos y perspectivas. Revista Médica de la Universidad Veracruzana, Vol. 8, núm. 1, 2008, Pp. 45-55.

[19]Cf. Valadez, I., Villaseñor, M., y Alfaro, N.  Educación para la salud… Op. Cit.; Torres, I., et al. La investigación… Op. Cit.

[20]Cf. Bastidas M. et al. “El diálogo de saberes como posición humana frente al otro: referente ontológico y pedagógico en la educación para la salud”, en Revista de Investigación y Educación en Enfermería, Vol. XXVII, Núm. 1, 2009, Pp. 104-111.

[21]Valadez, I., Villaseñor, M., y Alfaro, N.  Educación para la salud… Op. Cit. p. 46.

[22]Boixareu. “Acentos actuales a propósito de la salud”, En Boixareu, Rosa María (coord.) De la antropología filosófica a la antropología de la salud. Herder, Barcelona, 2008, Pp. 140-150.

[23]Cf. Valadez, I., Villaseñor, M., y Alfaro, N.  Educación para la salud… Op. Cit.; Torres, I., et al. La investigación… Op. Cit.

[24]Bastidas M. et al. “El diálogo... Op. Cit. p. 107.

[25]Freire, Paulo. “Enseñar no es transferir conocimientos”, en Pedagogía de la autonomía, Saberes necesarios para la práctica educativa. Tr. Guillermo Palacios. Siglo XXI, México, 2004, Pp. 47-87, p.47.

[26] Organización Mundial De La Salud. Constitución de la Organización Mundial de la Salud. 1948, [en línea] <https://apps.who.int/gb/bd/PDF/bd47/SP/constitucion-sp.pdf?ua=1>. [Consulta: 1 de diciembre de 2020. Si bien desde la perspectiva de la OMS la salud es algo más que la mera ausencia de enfermedad, conviene mencionar que su definición ha recibido severas críticas, precisamente por sugerir que la salud alude a un estado absoluto de bienestar, ya que esta idea resulta quimérica, pues, como bien expresa Laín Entralgo, “Una vida humana en que el malestar físico, social y mental haya sido totalmente eliminado –y a fortiori una sociedad entera– son, sin duda, metas a las que es posible aproximarse, más aún, a las que es deber aproximarse con empeño; pero no parece que tal aproximación, ni siquiera suponiéndola creciente, acabe siendo real y efectiva llegada.” Laín, Pedro. Antropología médica para cínicos. Salvat, Barcelona, 1985.p. 180. Es así que, para no pocos autores, suponer “que existe un estado de salud total o absoluto no pasa de ser una falacia e impostura”. Uribe, J. El concepto de salud y enfermedad: una reflexión filosófica. Revista CES Medicina, Vol. 27, Núm. 2, 2013, p 258. No obstante, la definición de la OMS continúa siendo valiosa porque ofrece una mirada global, holística y sinóptica de la salud. Cf. Duch, Lluís. “Aproximación a la salud (y a la enfermedad)”, en Antropología de la vida cotidiana. Simbolismo y salud. Trotta, Madrid, 2002, Pp. 313-380.

[27]Cf. Duch, Lluís. “Aproximación… Op. Cit. p. 318.

[28]Peñuela-Olaya, M. A. Una visión humanista sobre el campo de la salud. Revista de Perinatología y Reproducción Humana, Vol. 24, Núm. 4, 2010, Pp. 265-271, p. 269.

[29]Cf. Morin, Edgar. El método II. La vida de la Vida. Tr. Ana Sánchez. Cátedra, Madrid, 2002.

[30]Duch, Lluís. “Aproximación… Op. Cit, p. 380.


 

Referencias

 

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————————. “Acentos actuales a propósito de la salud”. En Boixareu, Rosa María (coord.) De la antropología filosófica a la antropología de la salud. Herder, Barcelona, 2008, Pp. 140-150.

Duch, Lluís. “Aproximación a la salud (y a la enfermedad)”, en Antropología de la vida cotidiana. Simbolismo y salud. Trotta, Madrid, 2002, Pp. 313-380.

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