El fondo

Imagen by Paco Vila

El fondo

Oscar Ortiz Silva

El eco de sus pasos resonó en las frías paredes de azulejo azul. Recorrió los desolados pasillos hasta llegar al corazón del oscuro ser en el que se encontraba. Abrió las puertas y el sonido rebotó por todo el lugar, por un momento pensó que estaba en el lugar más inhóspito de la tierra. Miró alrededor y examinó el salón, tardó un poco en que sus ojos se acostumbraron a la penumbra hasta que notó que no había mucho que ver.

Estaba en una gran habitación con una piscina olímpica, en el techo había un enorme tragaluz de vidrio y, a través de él, se veían las espesas nubes de esa moribunda noche. Se acercó lento hasta el borde de la alberca y ahí se quedó, mirando las danzantes aguas que se movían hipnotizantes, invitándolo a entrar bajo su oscuro y húmedo manto. El olor a cloro le golpeó en los pulmones y la humedad del cuarto le causó un escalofrío, el primero de la noche.

El cielo se partió por un pálido rayo de luz de luna y el haz de luz que atravesaba las espesas nubes se reflejaba en las pequeñas ondulaciones del agua, que en combinación con la oscuridad que allí abundaba hacía lucir las aguas como un espeso lago de brea. Pero él sabía lo que era, lo que no sabía era por qué lo atraía tanto. Sabía que ahí se escondía algo que él buscaba y anhelaba con desesperación, pero no sabía qué era.

Se quedó ahí, parado al borde del abismo durante varios minutos o tal vez horas. En su cabeza rondaban miles de excusas para evitar hacer lo que tenía en mente y una sola e incomprendida razón bastaba para brindarle el valor suficiente para hacerlo.

Muy lentamente, empezó a quitarse la ropa, con cada prenda que se quitaba sentía que se desprendía de toda carga material y sus lazos con el mundo. Una vez que estuvo desnudo volvió al borde del abismo, el frío y la humedad lo cubrieron como un manto de penumbra y soledad. Dudó una última vez sobre sus futuras acciones, pero sabía que nada en el mundo lo impediría.

Tomó aire varias veces, hasta calmar sus nervios y terminar de disipar las dudas y temores que bailaban en su cabeza. Tomó una gran bocanada de aire y brincó hacia el abismo.

El agua era tan fría como las caricias de un muerto, sus músculos se tensaban por el frío y el impacto de su cuerpo atravesando el helado manto oscuro. Cuando la sacudida de la sumergida terminó, abrió los ojos bajo el agua. La luz que entraba era suficiente para ver las paredes del enorme rectángulo que contenían las oscuras aguas y líneas danzantes de luces bailaban a su alrededor como tristes espectros.

Pataleo a la superficie y sacó la cabeza para tomar aire. Se pasó la mano por la frente para quitarse el cabello mojado de los ojos, volvió a llenar sus pulmones de aire. El frío le entumeció el cuerpo, empezó a nadar en círculos para que la sangre le recorriera el cuerpo, una vez que se acostumbró al frío, nadó al centro de la alberca. Levantó la cabeza y miró a través del tragaluz, la noche volvió a estar nublada. La oscuridad que yacía sobre su cabeza sólo era compatible con la que él estaba sumergido. Tomó su última bocanada de aire y se sumergió.

Pataleó un par de veces en dirección a la base de la piscina. Sintió que estaba llegando al fondo, tuvo que sentirlo porque la oscuridad no le dejaba ver más allá de unos cuantos centímetros pero, en ese momento, sintió cómo el cielo se despejaba y la blanca luz de la luna alumbró su camino, como si guiara su viaje.

La luz acabó con el mar de brea en el que estaba sumergido y lo convirtió en un mar de plata. El agua ahora era muy clara, como de un lago inmaculado donde la suciedad nunca ha osado profanar. La luz alumbró las profundidades de la alberca, pero no vio el fin de esta. 

Giró la cabeza y buscó las paredes de la piscina, no obstante, por más que giraba la cabeza, no las encontró. Dirigió la mirada a la superficie y vio que la alberca había quedado atrás, ahora era sólo un rectángulo que iluminaba el profundo océano en el que se encontraba sumergido, como una puerta abierta en un cuarto oscuro.

Siguió descendiendo hasta que nuevamente la luz de la luna quedó eclipsada por una nube. Una nueva oscuridad lo envolvió, esta vez más oscura y temible de lo que alguna vez haya estado, pero, aun así, siguió bajando. No se desconcentró en pensar en lo que se había convertido la alberca, temía que eso lo desviara de su objetivo.

Se sumergió en la oscuridad. Había perdido todo el sentido del tiempo, sentía que llevaba meses, sin embargo, era evidente que no podía resistir la respiración más de unos segundos y, con cada metro que descendía, sentía la presión aumentando en sus pulmones. Poco a poco se le acababa el aire y con la oscuridad total no podía saber si estaba perdiendo el conocimiento.

El cielo volvió a despejarse y la luz estaba cada vez más difuminada por la distancia, pero ahora le mostró mucho más. Las criaturas que ahí habitan y nadaban a su alrededor le causaron una enorme impresión que ocasionó que una ráfaga de burbujas saliera escupida de su nariz y boca. Estaba rodeado por cientos de peces de todos los tamaños, colores, formas y especies. Desde los más pequeños y coloridos hasta grandes y oscuras criaturas que nunca había visto, eran tan grandes que no podía distinguir su forma completa, sólo podía distinguir sus enormes tentáculos ventosos y grandes escamas tan gruesas como una armadura.

En la oscuridad de ese espacio líquido vio cómo, desde las profundidades, emergen enormes troncos similares a los árboles que se elevaban hasta la cima, donde un enorme piso de tierra cubría toda la superficie. A lo lejos, notaba un pequeño cuadrado que era la piscina donde entraba la poca luz que lo guiaba.

Y por primera vez, notó la belleza en la que estaba sumergido. El silencio y la paz producidos por la oscuridad lo abrazaron y lo mecieron en sus frías ondas. Las monstruosas criaturas que lo rodeaban lo asombraron con su enormidad y pensó en lo insignificante que era en un mundo desconocido… en su mundo.

 Poco a poco todo volvió a oscurecerse, pero esta vez la luz seguía presente. Era su mente la que se perdía en un nuevo abismo, dentro de su cabeza. Miró por última vez al fondo al que se dirigía y por última vez se preguntó ¿Por qué? ¿Por qué su obsesión por llegar al fondo de ese oscuro abismo? Tal vez sólo quería descubrir qué ocultaba bajo su oscuridad o, tal vez, sentía que ahí yacía una parte de él. Supo que nunca encontraría lo que buscaba. Lamentaba el no poder cumplir su meta mientras buscaba el fondo que no lograba ver. El fondo podría estar aún a kilómetros de distancia, así que se dio por vencido.

De su boca y nariz escapó el último aire de vida que había en él. La presión de las profundidades le presionó los pulmones y el frío sabor de las aguas le adormecieron la boca. En la desesperación por la sensación de ahogo, aspiró profundamente, la oscuridad se apoderó de su interior y su vista se oscureció. Todo a su alrededor se desvaneció y cuando todo se apagó por fin llegó al fondo.

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