Mario César Campuzano Perales
El propósito del presente trabajo es mostrar que las discusiones actuales sobre la diversidad cultural y el pluralismo epistemológico tienen su origen en los siglos XV y XVI en el marco de lo que conocemos como “descubrimiento” y Conquista de América. Se mencionan las dos posturas que, frente al encuentro entre las culturas europeas y precolombinas, se enfrentaron en una controversia. Finalmente, se destaca la importancia de adoptar una postura de carácter pluralista ante los problemas de exclusión, discriminación y estigmatización que enfrentan la multiplicidad de culturas de México y el mundo.
Todos somos distintos, no existe ningún ser humano completamente idéntico a otro. Aunque a lo largo de la historia han surgido intentos y estrategias para tratar de homogeneizar a la población de un determinado lugar, muchas de ellas por vías de la violencia, la realidad es que las diferencias son inevitables y cada una de estas experiencias, lejos de lograr disipar la diversidad, han provocado movimientos que buscan la justicia social a través del reconocimiento de lo diferente, la igualdad de oportunidades y la lucha por desvanecer la exclusión y la discriminación, entre otras acciones.
…las diferencias son inevitables y cada una de estas experiencias, lejos de lograr disipar la diversidad, han provocado movimientos que buscan la justicia social a través del reconocimiento de lo diferente, la igualdad de oportunidades y la lucha por desvanecer la exclusión y la discriminación, entre otras acciones.
No importa donde fijemos la mirada, la diversidad está en todas partes. Las distinciones comienzan a aparecer desde los rasgos biológicos como el color de ojos, el tono de piel, el timbre de voz, etcétera, y continúa hacia los aspectos culturales:
¿Quién es normal? Quizás haya muchas personas comunes. Parecidas. Casi iguales. Pero no hay dos personas idénticas. […] Hoy somos más de siete mil millones de seres humanos respirando sobre este planeta y, sin embargo, nadie tiene tus mismas huellas digitales, y nadie tiene el mismo iris en sus ojos. ¿Por qué entonces, hacer las cosas como los demás?1
Con relación a las diferencias culturales, muchos autores coinciden en señalar que todas las personas, grupos y comunidades se relacionan con su entorno, conciben y comprenden el mundo de una manera específica. Nuestra identidad se construye desde contextos diferentes, de ahí que la manera para responder a los problemas y retos, así como de valorar los recursos y las reglas para su disposición entre sus integrantes, siempre sea distinta; cada grupo tiene características específicas que los hacen ser diversos.2 A partir de los párrafos anteriores, la pregunta que se busca responder en este ensayo es ¿cómo surge el interés por el tema de la diversidad cultural?
Alicia Barabas3 recoge algunos indicios del origen de la discusión sobre la diversidad cultural, entre ellos destacan los siguientes: desde la teoría política, Bhiku Parek4 señala que el origen del movimiento multicultural apareció en la década de los setenta en Canadá y Australia y poco más tarde en Estados Unidos, Inglaterra, Alemania y Francia. A su vez Mikel Azurmendi en el artículo “La invención del multiculturalismo”,5 recoge la historia del surgimiento de dicho término y de las controversias que surgieron en torno a éste. Concretamente, esta palabra fue gestada desde el gobierno anglófono canadiense para referirse a una nueva política de finales de los años sesenta, en el contexto del movimiento francófono canadiense, que buscaba tener en cuenta a las tres presencias culturales que se manifiestan en la federación: la anglófona, la francófona y la aborigen, de las cuales los anglófonos constituían la mayoría étnica y el resto eran consideradas minorías. Aunque este tratamiento no favoreció ni a los francófonos ni a los aborígenes, más tarde la política multicultural se amplió hasta abarcar a los inmigrantes, también considerados minorías, y el concepto empezó a usarse para referir a las variadas ciudadanías segmentadas por cultura, lengua e historia, que se hallan dentro de un estado democrático.
Al expandirse a otras situaciones, contextos y disciplinas, el multiculturalismo dio la oportunidad a todos los grupos diferentes de ser tratados como minorías. Sin embargo, debe distinguirse claramente el pueblo aborigen o autóctono, que rechaza ser llamado minoría y fundamenta su derecho en el vínculo territorial y la ascendencia histórica de las minorías —inmigrantes— que no tienen historicidad ni territorialidad. De allí que los pueblos autóctonos no puedan ser catalogados como minorías dentro del multiculturalismo, término que responde a situaciones contextuales específicas.
Los acontecimientos mencionados anteriormente son muy importantes para rastrear el origen de la discusión sobre la diversidad cultural, no obstante, en lo que sigue me concentraré específicamente en lo que comúnmente conocemos como la Conquista de América en los siglos XV y XVI. De acuerdo con lo que señala Velasco Gómez en la entrevista titulada “Diversidad cultural y pluralismo epistemológico”,6 la cuestión fáctica de la diversidad cultural fue determinante al inicio de la Modernidad: la expansión del mundo europeo, que trajo consigo la conquista e imposición sobre el continente que albergaba a un sinnúmero de culturas, constituyó uno de los choques culturales más dramáticos que han existido. Como podemos ver en el artículo “Humanismo hispanoamericano”,7 el descubrimiento del Nuevo Mundo implicó para Europa una conmoción cultural. Frente a las radicales diferencias entre Europa y América, hubo distintas posiciones: desde aquellas que cuestionaron el carácter racional y humano de los habitantes del Nuevo Mundo, hasta las que lo consideraban un paraíso donde los hombres aún conservaban su inocencia. No obstante, la verdadera discusión se concentró en las cuestiones sobre el carácter bárbaro de las personas y pueblos del Nuevo Mundo. Desde comienzos del siglo XVI, se formaron dos posiciones opuestas:
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Condenación de las diferencias culturales, considerando que existe solo una cultura, una sola civilización que es la europea, cristiana y española.
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Reconocimiento de la valía de las culturas precolombinas, confiriendo igual dignidad y racionalidad a los nativos; la cual era una postura minoritaria pero radical y de carácter pluralista.
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