La imagen que anticipa la ruptura: El encuentro de Emiliano Zapata y Francisco I. Madero en Cuautla

Francisco Linares González

Introducción

La imagen en su condición de hecho histórico concentra en sí misma una serie de saberes y significados que la vinculan al tiempo y espacio en que fue realizada. Si bien es una versión de un fragmento de la realidad, esto no anula la posibilidad de brindar información pertinente para la generación de conocimiento histórico.

          El estudio de la imagen tiene que considerarse siempre como un circuito de ida y vuelta que, por un lado, toma en cuenta los elementos que la conforman —desde los más técnicos, pasando por los que dan sentido temático a la propia imagen, hasta los que constituyen el subtexto de su composición— y, por otro, su referente histórico. Es decir, una imagen, en su calidad de fuente documental para la historia, necesita explicarse en función de los hechos históricos que le son simultáneos.

          El presente artículo tiene como objetivo mostrar las posibilidades de análisis de la imagen, utilizando como estudio de caso una fotografía realizada el 18 de agosto de 1911 durante la conferencia de Emiliano Zapata y Francisco I. Madero en Cuautla, Morelos, en el periodo como presidente interino de Francisco León de la Barra.

          La fotografía se ubica en el marco del avance de las tropas federales a Morelos para presionar al grupo zapatista a su licenciamiento, contexto en el que Madero se posicionó como mediador entre ambas fuerzas con la intención de contener un nuevo conflicto; pero sin negar ni evadir que compartía el objetivo primordial de la pacificación del país a través de la disolución de los núcleos rebeldes, tal cual se estableció en los Acuerdos de Ciudad Juárez, y que finalmente fue efectiva en aproximadamente dos terceras partes de junio a julio de 1911. La circunstancia se presentó compleja para Zapata y su grupo, quienes generaron suspicacia y desconfianza en el proceso de transición del poder político.

          En este escenario, hacia mediados de 1911, varias localidades del Estado de Morelos estaban lejos de encontrar el orden e institucionalidad esperados por el gobierno y por Madero:

En Cuautla la gente de los pueblos se rehusaba todavía a devolver los campos que había recuperado de las haciendas. Igualmente intransigentes se mostraron los vecinos de Cuauchichinola, que habían ocupado tierras comprendidas en las haciendas de San Gabriel y Cuauchichinola. Los dirigentes de esos lugares se habían atrevido inclusive a publicar en la prensa metropolitana su ataque contra ‘los caciques tiranos que han hecho del estado de Morelos un vasto ingenio.[1]

          En el mes de julio “[…] hubo protestas de propietarios contra incursiones de tropas zapatistas en la hacienda de Chinameca, en el rancho Los Hornos y en el pueblo de Axochiapan”.[2] Esta circunstancia, junto con la presión de los hacendados locales, motivó la reacción del gobierno central que autorizó la marcha de tropas del ejército Federal, a principios de agosto, comandadas por Victoriano Huerta y Aureliano Blanquet con la intención de intervenir militarmente al estado.

          El cerco que se le impuso a Zapata lo obligó a frenar el licenciamiento de “[…] las tropas maderistas a sus órdenes hasta que las fuerzas federales enviadas a Cuernavaca […] no se retiraran de dicha ciudad y del estado”.[3]

          El 14 de agosto estando Madero en Cuernavaca, entabla una serie de conferencias telefónicas con Zapata con la intención de abonar en la solución del problema. El de Anenecuilco responde que para reanudar el licenciamiento de sus tropas es necesario que se respete la soberanía del estado y salga el ejército del territorio de Morelos. Además de realizar la elección de un “[…] gobernador provisional del estado que sea hijo del mismo. Pues ya están escarmentados de cuando la dictadura les impuso gente extraña que jamás conoció ni quiso conocer las necesidades del estado ni de sus habitantes, sino sólo buscaron el interés particular”.[4] En dichas conferencias Zapata invita a Madero a encontrarse en Cuautla con la intención de presentarle una terna con los nombres de los posibles gobernadores. Si bien Madero acepta la invitación para discutir sobre el asunto, es oportuno considerar que:

El líder de la revolución no sólo no podía ver con simpatía esas peticiones, sino que comprendía que apuntaban en una dirección distinta a las reformas políticas con las que pretendía remozar el sistema y las instituciones nacionales. Su proyecto era un proceso controlado por las élites económicas, políticas y culturales que no planteaba alterar la estructura de la propiedad y la dominación prevalecientes.[5]

          En esta lógica, las reuniones, siguiendo con Felipe Ávila “[…] estaba condenadas desde el principio a no ser otra cosa que un paréntesis de promesas, tanteos y acuerdos formales, sin renunciar en el fondo ninguno de los participantes a sus respectivas pretensiones”.[6] Bajo estas condiciones, el 18 de agosto se reúnen en Cuautla los líderes revolucionarios. Madero llega poco antes del medio día a la estación del tren donde lo recibe Zapata “[…] acompañado de los más connotados jefes surianos y entre una doble fila de insurgentes, recorrió la calle principal hasta llegar al jardín central”,[7] donde ofreció un discurso, cuando al cabo del mismo, ambos líderes se dirigieron al Hotel Mora, donde iniciaron la conferencia.

 

Consideraciones metodológicas

La imagen que se utilizará como fuente documental y estudio de caso del presente artículo es la siguiente:

Momento importante en la historia de la revolución que atestigua el encuentro de los dos revolucionarios antes de su ruptura definitiva que daría paso a la formación de una consistente fuerza zapatista cimentada en el Plan de Ayala

           La fotografía de la izquierda —la de la derecha se incluye por tener una mejor definición y favorecer el seguimiento del análisis— pertenece a la serie titulada: “Historia documental de la Revolución Mexicana” que escribió en una serie de entregas diarias, durante el periodo de 1950 a 1952, Octavio Magaña para el periódico El Universal. Éste fue un ejercicio muy interesante por parte de la publicación y del propio Magaña, pues su contenido es nutrido, no sólo en documentos escritos, sino también visuales.

            Pero para efectos de este estudio, lo relevante es que Octavio Magaña sitúa en tiempo y forma la imagen presentada en la edición del nueve de octubre de 1950 del periódico, correspondiente a la entrega número CLV (155); en ella se especifica en un pie de foto lo siguiente: “Esta histórica fotografía fue tomada durante la última conferencia que el señor Madero tuvo con el caudillo del Sur en Cuautla Morelos”. Lo anterior nos permite ubicarla el 18 de agosto de 1911, momento importante en la historia de la revolución que atestigua el encuentro de los dos revolucionarios antes de su ruptura definitiva que daría paso a la formación de una consistente fuerza zapatista cimentada en el Plan de Ayala, expedido en el mes de noviembre de ese año. La foto es atribuida a Casasola, tanto en la mediateca del INAH como en el Archivo Histórico de la UNAM.

          Con respecto a las observaciones técnicas, es posible decir que, contemporánea a su realización, fue común entre los Casasola el uso de la cámara Graflex, la cual tiene entre sus características: lograr buenas tomas a corta distancia del objetivo, por su tamaño permite la conveniente movilidad y traslado del fotógrafo y es apta para tomas bien iluminadas como es el caso del documento visual que se presenta, por lo que muy probablemente este fue el medio físico que captó el momento.[8]

          Finalmente, se advierte que la versión original de esta imagen es una vista más amplia del encuentro entre los dos jefes revolucionarios, sin embargo se ha optado por utilizar la publicada en el periódico El Universal por ser la que incluye Magaña para ilustrar su texto y por la brevedad del estudio.

 

La imagen y la carga simbólica de la distancia

 

Para iniciar, se propone que ni la realización ni la composición de la fotografía está preparada, no es una foto posada sino incidental, lo anterior lo sugiere la disposición desordenada y la atención mixta hacia  la cámara de los sujetos involucrados. Describe más bien un momento de tránsito, acaso el preámbulo de la entrevista, donde parece que Zapata espera que Madero termine la lectura o la revisión del documento que tiene en las manos, situación que dio pie para que el fotógrafo efectuara su trabajo.

          Realizada en exteriores, como lo evidencia la presencia del sol que cae sobre el costado derecho de Zapata —utilizando como referencia la imagen de mejor definición—,  lo primero a hacer notar es que si bien, Emiliano Zapata y Francisco I. Madero se encuentran en el encuadre central de la imagen, no interactúan entre ellos; incluso es posible sugerir una distancia espacial entre ambos limitada por el enrejado que circunda el tronco en que se apoya Zapata, que acentúa cierta autonomía y concentración en su respectivo actuar. Si partimos de esta primera consideración, es posible encontrar dos campos de acción en la imagen y realizar un ejercicio que identifique sus propios atributos visuales de asociación para ambos personajes. Empecemos entonces con el área ocupada por el caudillo del sur. En ella es posible reconocer que, es en él, en quien recae el primer plano de la fotografía, ubicándose en una posición ligeramente más próxima al realizador. Bien plantado en su sitio, pero no de forma rígida o impaciente, por el contrario con una postura relajada y en confianza, no hay nada que nos indique un síntoma de ansiedad o incomodidad en el encuentro; por el contrario, la presencia y personalidad de Zapata destaca y tiene un peso específico que se impone en la toma.

          El de Anenecuilco reafirma su condición de líder revolucionario rural portando un traje de charro de color oscuro, sombrero de ala ancha y adornada su vestimenta con un apenas distinguible pañuelo anudado a su cuello. Su ropa es de labor y de batalla, no hace derroche ni concesiones con trajes más lucidores a la importante contraparte con quien se entrevista, entiende que esta junta es de trabajo, pero sobre todo, la concibe como un encuentro entre pares. Esto no quiere decir que pase por alto la jerarquía de Madero como líder de la revolución, lo interesante es lo que él asume de sí mismo. En este caso, el traje de charro de Zapata es un mensaje de su status, una exigencia de reconocimiento que no niega su origen y que evidencia un saber complejo de su propio entorno, autoridad y capacidad de acción. Los cartuchos a la cintura determinan un accesorio de poder que sanciona la potestad de Zapata sobre su territorio, pero sin trasgredir el encuentro con Madero ni el objetivo que se persigue. Este accesorio es el único elemento de carácter bélico distinguible en él. Finalmente, es interesante como la naturaleza se relaciona con Zapata en la circunstancia de la gráfica, no sólo por la luz que le ofrece el día, sino por los arbustos y ramas a sus espaldas y aquellas que incluso compiten con su primer plano.

           Por otra parte, Francisco I. Madero se muestra de perfil en la fotografía, su actitud la define su concentración y capacidad de enfocarse en su propio espacio que no comparte, al grado de pasar por alto la acción del fotógrafo. No es que evada la toma, sólo no da cuenta de ella.

          Existe un tercer personaje que sostiene un rifle, no identificado pero muy probablemente zapatista, que se encuentra frente a Madero pero sin interactuar con él. Este tercer campesino sirve como enlace de transición o vínculo visual con ambos líderes. Al no haber interacción como se ha mencionado, el personaje del medio abona a la fluidez de la composición, es el contrapeso espacial que evita la separación y el vacío total entre Zapata y Madero.

          Con lo anterior, es pertinente realizar un paréntesis y advertir que ni de cerca se sugiere que la foto describa una animadversión entre Madero y Zapata. Se parte de la idea que el registro que hace la imagen de un momento y tiempo específico describe una distancia espacial entre ellos, —que efectivamente existe— y ésta se utiliza como recurso operativo y funcional para el análisis porque ayuda a diseccionar su contenido con orden y estructura  y no como elemento que cimiente un juicio de valor alrededor de ella. Lo que se quiere acentuar es que los elementos que ponen distancia entre ellos provienen de su propia actitud y de la forma en cómo se desarrollan con su propio entorno inmediato.

          Continuando con el análisis, este tercer personaje que a primera vista se estima intrascendente, medio oculto y apareciendo tibiamente por el costado derecho de la figura de Zapata, define temáticamente a través de su presencia la relación del hecho histórico de la revolución agraria zapatista y establece la acción del campesino tomando las armas que se incorpora gradualmente al escenario público. En esta lógica, es oportuno hacer notar que si bien el hombre mantiene un perfil bajo en la composición, no evade su mirada a la cámara. La imagen no sólo da testimonio del encuentro de los dos revolucionarios, que ya de suyo es importante, sino también proporciona indicios para acercarse al contexto histórico que lo motiva.

          Regresando a la figura de Francisco I. Madero, es posible identificar que porta un oportuno traje de color claro —adecuado para el clima caluroso de Cuautla— el cual denota su  propiedad para vestir y a la vez su condición urbana. Madero es alguien que sabe uniformarse para la ocasión y de ninguna manera debe entenderse como una banalidad, es el reflejo de un hombre educado en ese tipo de rasgos que le confiere civilidad y seriedad, que lo lleva a conducirse adecuadamente con sentido de la oportunidad. Esta formalidad es una característica que puede tener dos causas. Primero, la relación con el respeto y el reconocimiento al otro, como un mensaje de compostura y prudencia que define su proceder; el mismo hecho de estar mediando entre los zapatistas y el avance de Victoriano Huerta y Aureliano Blanquet es ocasión para demostrarlo. Segundo, al igual que sucede con el traje de charro de Zapata, el traje de Madero representa una exigencia a ser reconocido por ser poseedor de un saber —y la posibilidad—, que no es accesible a todos, de poder vestir bien. Lo anterior también le confiere un status. En breve, ambos personajes definen su identidad y se encuentran comprometidos con ella.

          Madero, como Zapata, tampoco niega ni esconde su condición social, su legítima  pertenencia a una forma de vida radicalmente opuesta a la del campo, muestra con honestidad lo que es y el ámbito en que se ha formado y actúa en consecuencia.

          Por la forma en que se sitúa en la fotografía, no es posible distinguir a plenitud su expresión facial —aunque es posible identificar algunos rasgos distintivos como su amplitud de frente o su barba—, y al igual que Zapata su postura no denota tensión particular alguna por la entrevista, a pesar del contexto complicado en que se encontraban.

Es importante mencionar que, en el momento de la toma, el coahuilense no reacciona a la misma, lo cual no significa que no quisiera participar o se resistiera a ella, sino que sugiere que el registro es construido desde la oportunidad que tuvo el fotógrafo para su realización y que no encontró sincronía con la atención de Madero.

           Un elemento más para analizar en la imagen, es la expresión en el rostro de Zapata, pues se propone que la fotografía presentada pone distancia sobre el canon visual al que estamos acostumbrados del personaje.

La construcción histórica de la imagen de Zapata […] se nutre de un breve número de fotografías “originarias”, en las cuales es posible identificar elementos constantes que el propio Zapata abonó en su constitución, pues con su pose y con su estilo, se reafirmaron los atributos del charro; mientras que con su expresión facial imperturbable, se definió su autoridad y personalidad decidida y resuelta…

¿A que reacciona el general Zapata?

La construcción histórica de la imagen de Zapata, así como de las múltiples representaciones que sobre él se han realizado, se nutren de un breve número de fotografías “originarias”, en las cuales es posible identificar elementos constantes que el propio Zapata abonó en su constitución, pues con su pose y con su estilo, se reafirmaron los atributos del charro; mientras que con su expresión facial imperturbable, se definió su autoridad y personalidad decidida y resuelta, con la que se le ha asociado en el transcurso del tiempo. Dichas características han permanecido inmutables, a pesar de ser uno de los personajes históricos más versionados visualmente, porque no han modificado sustancialmente su gesto adusto, incólume, casi severo.

       Antonio Garduño, diciembre de 1914.                                     

          En esta lógica parece importante detenerse en la imagen medular de este artículo, porque es una de las escasas fotografías que pone cierta distancia del tradicional canon zapatista.

           Realizando un acercamiento a la fotografía, llama la atención que en su rostro dibuja una ligera mueca, acaso una sonrisa, pero no del todo apreciable por la orientación de su bigote. Con la ceja del lado izquierdo —viéndolo de frente— ligeramente levantada y los ojos entrecerrados, afina la mirada que denota cierta actitud inquisitiva, que parece hurgar el espacio frente a él.

          Es imposible establecer la razón de esta reacción facial de Zapata, pero no impide conjeturar sobre el asunto; lo evidente sería que está reaccionando al rayo del sol, por eso disminuye el rango de visión del mismo lado en que lo alumbra; pero también, que refleja cierta suspicacia con respecto a las conferencias. No hay que olvidar que si Zapata se suma a la rebelión maderista y suscribe el Plan de San Luis en marzo de 1911, sólo cinco meses antes de la foto, es en buena medida porque confía en Madero. Pero para este momento, la incredulidad hacia él y al éxito que pueda tener su mediación para detener el avance de las fuerzas federales y hacer efectiva su expectativa en el asunto de la tierra y la soberanía de Morelos, se acrecienta gradualmente.

Evaluación general

 

Hasta aquí se han descrito los elementos constitutivos de la fotografía, desde donde es posible partir para hacer evaluaciones generales que contribuyan al análisis. Lo primero a tener en cuenta es que, en la imagen, es posible identificar rasgos que acentúan la individualidad de cada uno de sus integrantes que permite establecer su identidad, carácter, procedencia, clase, rango y autoridad; todo lo anterior en función de la distribución espacial en que se encuentran. Segundo, al no ser este el retrato tradicional de grupo, rígido y que pretende equilibrar visualmente la presencia de sus protagonistas, permite un grado de espontaneidad que evidencia semblantes que a menudo permanecen ocultos. Tercero, elaborando más sobre esta idea, en la lógica de los estudios iconográficos realizados a la imagen de Zapata, la fotografía presentada cobra relevancia por ser una de las muy escasas fotografías donde el Caudillo del Surbaja la guardia, con lo que parece una sonrisa que rompe con el tradicional gesto serio con que generalmente fue retratado.

          Por último, es conveniente acotar que una vez finalizado el estudio y considerando la imagen panorámica, que es la versión original de la fotografía aquí estudiada, y que se mencionó en el apartado de consideraciones metodológicas, es importante precisar que de haber sido utilizada, las conclusiones del análisis no se hubieran modificado sustancialmente; por el contrario reforzaría el criterio de la separación espacial, ya que incluso mirando la imagen original parecen dos fotografías unidas justo en el medio donde inicia la cerca en que se apoya Zapata.


Notas

 

[1] John Womack Jr., Zapata y la revolución mexicana, p. 107.

[2] Felipe Ávila, Tierra y Libertad. Breve Historia del Zapatismo, p. 41.

[3] “Zapata se niega a que licencien a sus tropas”, en El país. Diario Católico, p. 1.

[4] Ibid., p. 3.

[5] F. Ávila, op.cit., p. 43.

[6] Ibid., p. 44.

[7] Gildardo Magaña, Emiliano Zapata y el agrarismo en México, p. 78.

[8] Cf., Arturo Guevara, “Fotógrafos de la Revolución, 1910-1920” en Revolución. Cambio e imagen, [en línea], <http://fotografosdelarevolucion.blogspot.com/2009/03/reflex-o-view.html>. [Consulta: 29 de julio de 2019.].


Bibliografía

ARNAL, Ariel, Atila de tinta y plata, México, INAH, 2010.

ÁVILA, Felipe, Tierra y Libertad. Breve Historia del Zapatismo, México, Crítica, 2018.

———————, Entre el porfiriato y la revolución. El gobierno interino de Francisco León de la Barra, México, IIH, UNAM, 2012.

ESPEJEL, Laura, (coord.), Estudios sobre el zapatismo, México, INAH, 2000.

MAGAÑA, Gildardo, Emiliano Zapata y el agrarismo en México, México, INEHRM, 1985.

WOMACK, John, Jr., Zapata y la revolución mexicana, México, FCE, 2017.


Periódicos

 MAGAÑA, Octavio, “Historia documental de la revolución”, en El Universal, 9 de octubre de 1950.

“Zapata se niega a que licencien a sus tropas”, en El país. Diario Católico, domingo 13 de agosto de 1911.


Fuentes electrónicas

GUEVARA, Arturo, “Fotógrafos de la Revolución, 1910-1920”, en Revolución. Cambio e imagen, [en línea], <http://fotografosdelarevolucion.blogspot.com/2009/03/reflex-o-view.html>. [Consulta: 29 de julio de 2019.]

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