(Foto Referencial: THONY BELIZAIRE / AFP)
La resistencia de las mujeres en el proceso de Independencia de Haití
Úrsula Ferrer de la Torre
La Independencia de Saint-Domingue, hoy Haití, es única en la historia de la humanidad. Fue la segunda colonia de América en independizarse, después de Estados Unidos, la primera de América Latina y la única en el mundo con un movimiento independentista exitoso liderado por esclavos. Saint-Domingue fue una colonia francesa desde el siglo XVI hasta 1804, cuando se consolidó su independencia y tomó el nombre taíno de Haití. Era la principal colonia francesa y la más rica del mundo debido a la producción de azúcar, café, añil y algodón, lo cual se hacía bajo un brutal sistema esclavista. Al independizarse, Haití se convirtió en el primer Estado moderno fundado por negros, el primero en abolir la esclavitud y el único fundado por esclavos que ganaron su libertad por la fuerza.[1]
La historiografía ha abordado abundantemente las rebeliones de esclavos y a los héroes masculinos que participaron en ellas, como lo fueron Toussaint Louverture y Jean-Jacques Dessalines del bando rebelde, o a militares franceses como Napoleón Bonaparte y Victor-Emmanuel Leclerc, entre otros. Sin embargo, la gran mayoría de las mujeres que lucharon en la revolución haitiana han permanecido anónimas y su participación ha sido poco estudiada. A pesar de que también existieron grandes heroínas como Dédée Bazile, Sanite Belair, o Marie-Jeanne Lamartinière, quien lideró a los insurgentes en la Batalla de Crête-à-Pierrot,[2] este texto se enfocará en aquellas mujeres que, a pesar de que hoy no conocemos sus nombres, fueron esenciales para la liberación haitiana.
Antes de analizar las distintas formas de resistencia de las mujeres de Saint-Domingue, es pertinente hacer un breve análisis de cuál era su situación en la época colonial. Existían dos tipos de esclavos: los Bossales eran aquellos que habían sido capturados y traídos de África, mientras que los Creoles eran los que nacían en la colonia.[3] Además de los esclavos, existía una importante población de Affranchis o mulatos, los cuales en su mayoría eran libertos, hijos de colonos blancos y esclavas negras.[4] Las circunstancias eran tan duras para la población esclava que la expectativa de vida de los Bossales era de tan sólo siete años a partir de su captura.[5] Por esta razón, en las últimas décadas de la colonia fueron llevados a Saint-Domingue hasta 30,000 esclavos por año.[6] Al comienzo de las rebeliones esclavas, la población de Saint-Domingue era de 530,000 personas, de las cuales más del 80% eran esclavos, 28,000 eran libertos y 40,000 eran blancos.[7]
A los esclavos se les buscó deshumanizar y fragmentar desde el momento en que eran capturados y transportados a América en las peores condiciones. A su llegada a la colonia eran subastados y, tanto hombres como mujeres, eran herrados en el pecho para marcar su pertenencia.[8] Las familias eran desintegradas desde los puertos africanos, donde los traficantes de esclavos lanzaban a los bebés de los cautivos al mar ya que consideraban que les causaban más problemas que ganancias.[9] Los colonos buscaron agrupar a los esclavos de forma en que no hubiera en la misma plantación personas que tuvieran un origen e idioma en común, para así evitar la unión entre ellos. Las mujeres no recibían ningún tipo de concesiones o diferencias en el trato debido a su género, por el contrario, además del trabajo forzado, el hambre, y abusos generales, ellas además padecieron todo tipo de violencias sexuales a manos de los esclavistas blancos. El único momento en el que se les asignaban tareas menos pesadas era en los últimos meses del embarazo y la lactancia, y aún en esos momentos podían ser castigadas físicamente.[10] El número de mujeres en la colonia era mucho menor al de hombres ya que debido a su fuerza física, los hombres eran preferidos como esclavos, sobre todo para la plantación azucarera. Durante el siglo XVIII sólo el 5% de la población esclava era femenina, lo cual llevó a una institucionalización de la violación de estas mujeres.[11] Existieron diversas formas de resistirse al régimen colonial por parte del sector femenino, como fueron el suicidio, el aborto, el infanticidio, la falta de cooperación, el envenenamiento, el cimarronaje y las rebeliones.[12]
Los casos de suicidio se daban desde los barcos que transportaban a los esclavos desde África a Saint-Domingue. Tanto hombres como mujeres prefirieron lanzarse al mar, golpearse en la cabeza contra el barco o contener la respiración hasta ahogarse antes que aceptar su destino como esclavos.[13] Ya en la colonia, el suicidio era más común entre Bossales, y sobre todo mujeres, que entre Creoles. Sin embargo, las razones para suicidarse ya en Saint-Domingue no siempre estaban motivadas por acciones individuales y personales, sino que también era una manera de afectar directamente a los plantadores.[14] Incluso entre los esclavos que no recurrían como última instancia al suicidio, los actos de falta de cooperación eran una forma común de resistirse a su situación oprimida y que buscaba, sobre todo, perjudicar a los colonos. Estas acciones fueron más recurrentes entre las mujeres que entre los hombres de Saint-Domingue. Las esclavas buscaban evitar trabajar fingiendo enfermedades o la necesidad de alimentar a sus hijos, así como por conductas desordenadas, desobediencias, peleas y simulando realizar lo que se les ordenaba, todo esto conllevó a que se creara un prejuicio sobre las mujeres negras entre los plantadores blancos como holgazanas y conflictivas.[15]
«…muchas mujeres tomaron el control de su propia fertilidad como forma de resistirse. El contagio intencionado de tétanos fue una de las más eficaces formas de infanticidio que estas mujeres realizaron en su desesperada búsqueda de evitar el sufrimiento de la vida esclava a sus hijos.»
Como todos los demás aspectos de la vida, los plantadores buscaron controlar la sexualidad y reproducción de los esclavos. Algunas mujeres fueron “[…] convertidas en máquinas para producir otros esclavos”,[16] sin embargo, debido a las condiciones en las que vivían, la fertilidad entre la población esclava era baja y los índices de mortalidad infantil muy altos. Aun así, en caso de que sus embarazos no fueran exitosos, las mujeres eran consideradas como las culpables y eran castigadas por ello. Para muchos otros colonos, los niños eran más bien vistos como una carga ya que había que alimentarlos por muchos años antes de que pudieran ser productivos. Por esta razón, y para no tener que prescindir de las mujeres en los últimos meses del embarazo, a muchas esclavas se les realizaron abortos forzosos. En general, los plantadores preferían comprar nuevos esclavos a que ellos se reprodujeran.[17] No obstante, muchas mujeres tomaron el control de su propia fertilidad como forma de resistirse. El contagio intencionado de tétanos fue una de las más eficaces formas de infanticidio que estas mujeres realizaron en su desesperada búsqueda de evitar el sufrimiento de la vida esclava a sus hijos. Esta práctica era realizada en conjunto entre madres y parteras, las cuales encajaban un alfiler infectado en la cabeza de los recién nacidos. Arada Negro, una partera de Artibonite confesó en 1789 haber matado más de 70 bebés de esta manera. Eventualmente esta situación conllevó a la creación de leyes que prohibieron la partería para las mujeres esclavas en Saint-Domingue.[18] El sexo fue una de las formas de opresión y violencia más marcadas que vivió el sector femenino esclavizado. No obstante, ellas lograron utilizarlo como mecanismo para obtener favores como la manumisión, la cual era más común entre mujeres que hombres.[19] Durante la guerra, las mujeres negras también utilizaron sus cuerpos para conseguir dinero, municiones, información e incluso misericordia para ellas o algún ser querido.[20]
«El Voodoo fue el resultado de la transculturación de varias religiones que trajeron consigo los negros de África. Esta religión era practicada libremente en los palenques y fungió como mecanismo de unión y fortaleza entre los cimarrones, fuera de estos espacios el Voodoo y los bailes estaban prohibidos.»
A pesar de que el cimarronaje fue mucho más común entre hombres que entre mujeres, principalmente debido a que ellas debían quedarse a cuidar a los niños, hubo muchas esclavas que lograron escapar de las plantaciones de esta manera. En los palenques se unieron esclavos que, aunque tuvieron distintos orígenes, contaban con los mismos ideales. Fue en estos espacios donde les fue posible preservar su cultura y gestar formas de resistencia más organizadas.[21] El Voodoo fue el resultado de la transculturación de varias religiones que trajeron consigo los negros de África. Esta religión era practicada libremente en los palenques y fungió como mecanismo de unión y fortaleza entre los cimarrones, fuera de estos espacios el Voodoo y los bailes estaban prohibidos. Las mambos (sacerdotisas), junto con los houngans (sacerdotes), fueron de gran importancia en las conspiraciones y planeaciones de la rebelión independentista, e incluso algunos de ellos fueron de los principales líderes revolucionarios.[22] Cécile Fatiman fue una influyente mambo que ofició una asamblea en la que llamó a los cimarrones a tomar las armas, unas noches después, el 21 de agosto de 1791, comenzó la Revolución.[23] El himno Voodoo se convirtió en un grito de guerra de los insurgentes en el cual se escuchaba:
Eh! Eh! Bomba! Heu! Heu!
Canga, bafio té!
Canga, mouné de lé
Canga, do ki la!
Canga, li!
Que significa “Juramos destruir a los blancos y todo lo que ellos poseen; déjanos morir antes que fallar a este juramento”.[24] Gracias a un extenso conocimiento en herbolaría, el envenenamiento individual y de familias completas fue inicialmente una de las formas de suicidio de los esclavos. Sin embargo, el líder Voodoo y revolucionario, François Macandal, promovió el uso de esta táctica en contra de los colonos. Tanto el envenenamiento como los incendios requerían redes conspiratorias en las que participaron activamente mujeres y niños. Así, durante el siglo XIX, conjuntos enteros de esclavos domésticos conspiraron para envenenar a todos los habitantes e invitados de los hogares de distintos plantadores blancos de Saint-Domingue.[25]
En la tradición militar de África Occidental era común que las mujeres participaran en las batallas, esta noción fue replicada en la Revolución de Haití. Antes de 1791 dos tercios de los esclavos Bossales eran hombres, pero hacia 1801 esta proporción se había invertido, por lo tanto, el involucramiento femenino en la lucha armada era fundamental. Ellas participaron como soldados en la línea de batalla, cargando municiones y cañones, así como cocineras y enfermeras en los campamentos.[26] Otra relevante manera en la que participaron las mujeres durante la guerra fue como espías. Las prostitutas, esclavas domésticas y comerciantes en los mercados fungieron como agentes dobles. Los mercados de Saint-Domingue eran el escenario perfecto para que las mujeres pudieran comunicar mensajes desde los pueblos a los rebeldes en las montañas. Incluso los franceses también utilizaron a mujeres negras como mensajeras para negociar con los insurgentes. Las mujeres Affranchis en los pueblos escondieron en sus hogares a rebeldes y oficiales negros sentenciados a ser ejecutados.[27] Para contrarrestar el espionaje, los franceses implementaron medidas para limitar la libertad de movimiento de las mujeres. Algunas de éstas fueron la prohibición a casarse con hombres de distinta plantación a la que las esclavas pertenecían, y en el caso de las mujeres urbanas la obligación de declarar su profesión. Los pasos y caminos fueron severamente regulados y de no poder justificar su presencia en el pueblo, el castigo para esas mujeres era el encarcelamiento.[28]
Las mujeres no tuvieron ningún tipo de trato diferenciado al ser arrestadas y condenadas. Al igual que los hombres, muchas mujeres rebeldes fueron ejecutadas e, incluso, las esposas de oficiales colonos de los que se sospechaba traición también fueron asesinadas.[29] En octubre de 1802, el general francés Victor-Emmanuel Leclerc ordenó hundir en su totalidad a su 6to Regimiento Colonial, por el simple hecho de estar compuesto por militares negros. Además, mandó asesinar a gran parte de la población negra del pueblo, incluyendo mujeres y niños, a lo cual el ejército rebelde respondió decapitando a cuatro mujeres blancas.[30] Leclerc concluyó que la única forma de terminar con la rebelión era “[…] destruir a todos los negros de las montañas, hombres y mujeres, dejando únicamente a niños menores de doce años; debemos destruir a la mitad de esos también […] Sin esto la colonia nunca estará tranquila”.[31] Dándole así un tono aún más racista y genocida a la guerra.
«… las mujeres resistieron al régimen esclavista y colonial y lucharon para derrocarlo a la par de los hombres desde todos los frentes. Su participación no sólo fue relevante, sino imprescindible para la liberación de la población esclava y la Independencia de Haití. Estas mujeres fueron tan valientes, feroces, determinadas y activas en la guerra como los hombres. Cuando Chevalier, uno de los jefes rebeldes, y su esposa (de la cual no se conoce el nombre) iban a ser ejecutados, ella le dijo: “¿Acaso no sabes lo sublime que es morir por la libertad?”, e inmediatamente después tomo la cuerda alrededor de su cuello para ahorcarse ella misma antes de morir a manos del verdugo francés.»
Este breve texto ha buscado mostrar que las mujeres negras, tanto durante la colonia como en tiempos de guerra, vivieron la misma violencia y opresión que los hombres de su raza, con la añadidura de ser objeto de abusos sexuales y de la violencia que sufrieron como madres al tener que decidir sobre la vida o muerte de sus hijos. A pesar de no ser reconocidas, las mujeres resistieron al régimen esclavista y colonial y lucharon para derrocarlo a la par de los hombres desde todos los frentes. Su participación no sólo fue relevante, sino imprescindible para la liberación de la población esclava y la Independencia de Haití. Estas mujeres fueron tan valientes, feroces, determinadas y activas en la guerra como los hombres. Cuando Chevalier, uno de los jefes rebeldes, y su esposa (de la cual no se conoce el nombre) iban a ser ejecutados, ella le dijo: “¿Acaso no sabes lo sublime que es morir por la libertad?”, e inmediatamente después tomo la cuerda alrededor de su cuello para ahorcarse ella misma antes de morir a manos del verdugo francés.[32]
Notas
[1] Paul Farmer, The uses of Haiti, p. 71.
[2] Jana Braziel, “Re-membering Défilée: Dédée Bazile as Revolutionary Lieu de Mémoire”, en Small Axe, p. 59.
[3] Jayne Boisvert, “Colonial Hell and Female Slave Resistance in Saint-Domingue”, en Journal of Haitian Studies. Center for Black Studies Research, p. 64.
[4] R. Bel, Op. Cit., p. 4.
[5] J. Boisvert, Op. Cit., p.64.
[6] R. Bel, Op. Cit., p. 2.
[7] Ibid., p. 3.
[8] Ibid., p. 3.
[9] Ibid., p. 66.
[10] Ibid., p. 62.
[11] Ibid., p. 63.
[12] Ibid., p. 64.
[13] Idem.
[14] Idem.
[15] Marietta Morrissey, «Sex, Punishment, and Protest», en Slave Women in the New World, p. 153.
[16] J. Boisvert, Op. Cit. p. 66. (Traducción del autor.)
[17] Ibid., p. 66.
[18] Idem.
[19] Philippe Girard, “Rebelles with a Cause: Women in the Haitian War of Independence, 1802–04”, en Gender & History, p. 67.
[20] Idem.
[21] Alen Castaño, “Palenques y Cimarronaje”, en Revista CS, pp. 61–86.
[22] J. Boisvert, Op. Cit., p. 70.
[23] Ibid., p.72.
[24] Ibid., p.75. (Traducción del autor.)
[25] M. Morrissey, Op. Cit., p. 155.
[26] Ibid., p. 69.
[27] Idem.
[28] Ibid., p. 71.
[29] Ibid., p. 73.
[30] Ibid., p. 75.
[31] Leclerc a Bonaparte, Op. Cit. (Traducción del autor.)
[32] J. Boisvert, Op. Cit., p. 73. (Traducción del autor.)
Bibliografía
BEL, Rolando, “Rebelión, igualdad e independencia. El proceso de Independencia Haitiana (1789/ 1820).”, en XIV Jornadas Interescuelas/Departamentos de Historia. Departamento de Historia de la Facultad de Filosofía y Letras. Universidad Nacional de Cuyo. (2013), p. 16. [en línea]: https://cdsa.aacademica.org/000-010/262.
BOISVERT, Jayne, “Colonial Hell and Female Slave Resistance in Saint-Domingue”, en Journal of Haitian Studies. Center for Black Studies Research, 1, 7 (2001), pp. 61–76. [en línea]: https://www.jstor.org/stable/41715082.
BRAZIEL, Jana, “Re-membering Défilée: Dédée Bazile as Revolutionary Lieu de Mémoire”, en Small Axe, 2, 9 (2005), pp. 57–85. [en línea]: https://muse.jhu.edu/article/187917.
CASTAÑO, Alen, “Palenques y Cimarronaje”, en Revista CS, 16 (2015), pp. 61–86.
GIRARD, Philippe, “Rebelles with a Cause: Women in the Haitian War of Independence, 1802–04”, en Gender & History, 1, 21 (abril, 2009), pp. 60–85.
MORRISSEY, Marietta, “Sex, Punishment, and Protest”, en Slave Women in the New World. University Press of Kansas, Kansas, 2021, pp. 144–157. [en línea]: https://www.jstor.org/stable/j.ctv1p2gmj7.14.
FARMER, Paul, The uses of Haiti. Common Courage Press, Monroe, 1994.