DOSSIER

LAS HUMANIDADES FRENTE AL ESPECTÁCULO

Sobre este número

 

El espectáculo, desde que Guy Debord nos abriera los ojos a ello, no puede ser visto sin un cariz político. Es cierto, en las entrañas de éste se encuentran alojados intereses ideológicos que ocultan explotaciones, desigualdades y un largo etcétera que sería imposible abordar. El espectáculo aparece, actualmente, en todas las dimensiones de la existencia. La chispa de la vida, película española protagonizada por José Mota (Roberto) y Salma Hayek (Luisa), fue pionera en explorar un fenómeno que hoy es muy común: presentar la tragedia personal como un espectáculo público y sacar provecho económico de ello. Roberto, publicista cuyo mayor logro fue crear el sonado eslogan de Coca-Cola que da nombre al filme, se encuentra deprimido pues no encuentra trabajo. En aras de rememorar días felices, entra al hotel donde pasó su luna de miel. El lugar, ahora, es ocupado por un museo dedicado a un teatro romano recientemente descubierto bajo tierra, de hecho, hay medios de comunicación, pues, es la inauguración de dicho lugar. Caminando sin concierto, llega a una zona de la excavación, al intentar huir de un policía, cae sobre una estructura de hierro y su cabeza queda clavada una en varilla. Pese a ello, el metal no ha tocado, aún, ninguna parte vital del cerebro. En ese momento, llega la televisión para “informar” sobre el accidente y el procedimiento de extraer la barra del cráneo de Roberto. Lo que presenta la película es toda la condición actual de la “espectacularización” en la que estamos sumidos: las televisoras tratando de hacerse de una entrevista exclusiva; Roberto negociando su historia al mejor postor; el gobierno esforzándose por encubrir el problema. Sin duda, la trama es muy familiar, hoy este tipo de espectáculos representan una gran cantidad de videos circulando por las diversas redes sociales. Tales demuestran que el espectáculo dejó de ser una cuestión que atañe a los medios de comunicación; en la actualidad, el espectáculo se encuentra, paradójicamente, en las causas sociales que pretenden ser revolucionarias y contestatarias. Personas que pretenden ser críticas “suben” sus opiniones y vida para obtener un beneficio económico de su experiencia. Existe una línea muy sutil que separa la “visibilización” de las injusticias y la “monetización” de las mismas. Los sinsabores cotidianos, las infidelidades, las rupturas amorosas, las tragedias, todo ello, es susceptible de volverse un producto a “facturar”. Las redes sociales, los fenómenos digitales, entre otros acontecimientos, han ampliado las dimensiones y el impacto del espectáculo, convirtiéndolo en un elemento capilar e intrínseco de la sociabilidad. Todo aquel que haya presenciado un espectáculo lo experimenta: entre bambalinas siempre hay segundas intenciones, nadie sabe qué apetencias y deseos mueven la tramoya. Sin embargo, más allá de ello, se hace necesaria una reflexión que problematice el espectáculo, no sólo desde su crítica, sino, desde otros lugares, quizá más luminosos, desde sus posibles beneficios. Los artículos de este dossier intentan seguir esa ruta menos explorada, algunos de los textos abordan cuestiones más puntuales sobre el espectáculo en relación con la tecnología digital, en todo caso, se pretende ver este fenómeno de la vida cultural desde un enfoque más actual.

 

Ramón Chaverry

Editores